En nuestra lengua, tan rica en matices, tenemos palabras para nombrar de todo y palabras que, en su uso tópico, contienen de todo. Estas últimas son las llamadas palabras-cuchara; voces dispuestas a llenarse de significados, ya se hundan en la sopa de la política o en los postres del fútbol.

Resulta curioso comprobar la urgencia con la que el número de vocablos se va ampliando. A palabras como terrorismo, educación, trabajo, cultura y vivienda, llegan las de patria, libertad, ideología, nueva política o Real Madrid. Palabras que acuden siempre en beneficio propio de quien las emite.

Es fácil distinguirlas, tan sólo hay que hacer un ejercicio de cambio. Practicar el trueque es algo tan sencillo como coger la palabra que más suena, ya sea, patria, terrorismo, Real Madrid o PP, y cambiarla por la palabra “mercancía”. De manera tan didáctica se puede explicar el mundo contemporáneo.

Con palabras-cuchara se hacen los tuit, los wassap y toda la merde. Por eso el tuit de Pablo Casado es modélico a la hora de ilustrar su uso. Utiliza la misma cuchara para revolver el café que ya utilizó de antemano para el postre y mucho antes para la sopa.

No sé si me explico, pero en los discursos planos, las palabras-cuchara son palabras de un metal que canta mucho. Al vaciarse de matices, pierden toda la identidad y se convierten en palabras globalizadoras que parece que vienen de fuera; de Suiza, como las navajas, o tal vez desde Inglaterra que es tierra de piratas.

Tiene que ser difícil, desde la posición jerárquica de Pablo Casado, utilizar otras palabras que no sean palabras-cuchara. Por eso no quiero cargar contra él; estimo su mérito, la dificultad de pertenecer a una organización política donde cada vez hay menos candidatos para presentarse a presidir el gobierno pues la mayoría están imputados.

Trabajo duro, mercancía difícil de vender en democracia, a no ser que democracia se utilice como palabra-cuchara y, una vez igualados los términos, la palabra “democracia” se pueda permutar por la palabra “mercado”. Así se explican las trampas del lenguaje neoliberal.

Sin duda, donde más se aprecian los rasgos del citado lenguaje es en el contexto político, cuando se utiliza la palabra “populismo” con finalidad negativa. El ejemplo es el tuit de Casado que, a la hora de denunciar el populismo, se hace aún más populista, hundiendo el cubierto en una sintaxis libre de matices. Bien mirado, con la palabra-cuchara también se puede comer del revés.