Sí. El bibliotecario de los recuerdos que tenemos en el cerebro desempolva oportunamente el libro adecuado. Al estar allí tanto tiempo almacenado, el tomo se encuentra en el altillo de la estantería cerebral, como el maletín de Francisco Granados en casa de su suegro. Basta con echar un simple vistazo a aquella olvidada joya vivida para comprender que de aquellos polvos vienen estos lodos.

Mediados de 1986. Calle Génova 13, sede central de la entonces llamada Alianza Popular, hoy Partido Popular. El gerente, Ángel Sanchís, hombre de absoluta confianza de Fraga, entra en su despacho de la planta 5. Tras un agradable almuerzo en una marisquería de Madrid, ha invitado al otro comensal, un periodista más interesado en las noticias que en los erizos de mar, a que le acompañe a la sede. El político, millonario ya por aquel entonces, ha pagado la cuenta del restaurante con dinero de su bolsillo. Para ser más preciso, pagó con dinero de su cinturón, pues del fondo ha extraído los billetes con una naturalidad pasmosa tras correr con parsimonia la cremallera interior que guarda el tesoro: un millón de pesetas, más o menos.

Una vez en el despacho, el gerente de Alianza Popular, diputado también por Valencia, practica el juego de las adivinanzas con el joven periodista preguntón.

-A ver, dime qué es aquello que hay en el rincón.

-¡Qué tontería! Tu maletín.

-Muy bien. ¡Qué agudo! ¿Y qué crees que hay en el maletín?

-Pues papeles... Supongo que de tus negocios en Valencia o en Argentina, de esa finca que tienes en Salta.

-Algún día te invitaré…

-Gracias, pero está muy lejos para mí y yo no voy a esos sitios.

-Peor para ti. Sigamos. ¿Papeles de mis empresas, dices? Frío frío. Piensa un poco, para eso eres periodista.

-Pues no sé. Serán papeles del partido. Te advierto que tengo que irme. Luego, en el YA me echan la bronca con el cierre.

-Ya, pero esto que te voy a enseñar es más interesante que tu jefe. ¿Qué crees que hay dentro?

(Hoy, hasta el periodista más lerdo respondería: di-ne-ro)

-Me rindo. No sé. Debe de ser que me perdí esa clase en la Facultad.

-Pero ¡qué inocente eres! Te lo voy a enseñar para que comprendas, de una vez, cómo se financian los partidos. Nosotros y los otros, el PSOE, el PCE, los catalanes, los vascos…

El gerente del PP muestra al periodista el contenido del maletín, en cuyo interior aparecen billetes grises, de 10.000 pesetas, con la cara de don Juan Carlos; billetes marrones, de 5.000 pesetas, también con el Rey; rojos, de 2.000, con la cara triste del poeta Juan Ramón Jiménez, y verdes de 1.000, con el rostro garbancero de Pérez Galdós.

La mano derecha de Fraga explica al periodista que esa mañana estuvo de ronda para recaudar entre “amigos” del partido. Una semana tocaba el Santander; otra, El Corte Inglés; la siguiente, una constructora… De no ser por estas ayudas, concluye el gerente, muchos meses no se podrían pagar las nóminas. Y así debió de ser en los orígenes de AP, hasta que dio el salto con la desaparición de UCD en 1982. El mismo Sanchís, como él recordaba, abonó alguna vez el recibo de la luz de Génova 13.

Los maletines eran una de las vías de financiación. La otra, algo más sofisticada, las comisiones por adjudicaciones de obra pública. Si el bibliotecario cerebral no se confunde de tomo, ya por entonces los porcentajes oscilaban entre el 3%, como en Cataluña, y el 8% en Cantabria.

Como se ve ahora, así ha seguido siendo, de manera más o menos sutil. En estos 30 años todos los gerentes de AP/PP se han visto envueltos en investigaciones por corrupción: el propio Sanchís, su sucesor Rosendo Naseiro (en una trama en la que un ex presidente de la Diputación de Valencia decía: “Estoy en política para forrarme”), Álvaro Lapuerta y Luis Bárcenas. El Luis más famoso de Génova 13 entró en el partido a finales de los 80 gracias a que su padre, director de una oficina bancaria de Badajoz, concedió un préstamo a un joven empresario empeñado en sacar adelante una fábrica de tiras adhesivas donde se pegaban las moscas. El emprendedor se llamaba Ángel Sanchís.

Esta semana, tras la dimisión de Esperanza Aguirre como presidenta del PP de Madrid, se ha sabido que el agua del Canal de Isabel II era el nutriente económico de las campañas del partido. ¿Qué nuevos actos de corrupción saldrán la semana próxima? La corrupción, tirada adhesiva de políticos moscones, es el 23-F del PP, pero no sólo de este partido.

Decía Josep Pla (al que quieren quitar la calle) que el periodismo es una actividad magnífica porque permite ver de cerca la corrupción ajena y sobre todo la propia. El Canal de Isabel II ha sido uno de los grandes patrocinadores de diarios, radios y televisiones en sus lanzamientos de apoyo a la difusión. No para forrarse, eh; solo para seguir informando.

¿El fantasma de UCD planea en el PP?

El líder de UCD, Adolfo Suárez. Getty Images

Sí. Dicen que no, que UCD era otra cosa, que no era un partido, que fue una coalición para ganar el gobierno y hacer la transición de la dictadura a la democracia. Es verdad. Pero ¿acaso el PP (antes AP) no fue la consecuencia de una coalición de ideologías conservadoras, liberales, democristianas o de jóvenes azules del franquismo, cuya argamasa adquirió cuerpo para sustituir en 1996 el régimen socialista perforado por escándalos tras 14 años de Gobierno felipista?

El PP es una olla a presión. Los militantes de base están enfurecidos. Cuatro sinvergüenzas hacen que todos parezcamos iguales y nos van a hundir, se comenta en las sedes locales del partido. Mientras el barón de la Moncloa (con b de bobo, porque eso ha sido al confesar fuera de España al primer ministro Cameron su pronóstico de repetición de elecciones en junio y reírse a mandíbula batiente, ¡qué gracia!) sigue en su árbol, hay una corriente creciente en el partido que defiende la celebración de un congreso nacional en mayo, para elegir un nuevo candidato libre de pecado y de sospecha, más una dirección renovada. Abstenerse para que salga Sánchez presidente equivaldría a volar por dentro el partido. Presentarse a unas nuevas elecciones con Rajoy al frente sería como intentar atravesar las cataratas de la corrupción andando sobre un hilito y con una pértiga para el equilibrio con los casos de Madrid y Valencia en cada extremo.

En las elecciones de 1979 UCD sacó 168 diputados, con más de seis millones de votos. Tres años después, en 1982, se quedó con 11 escaños, con un millón y poco de papeletas. Los votos migraron a AP y al PSOE. No siempre lo peor sucede, pero ¿y si sí? Ahí está Ciudadanos, incluso el PSOE, para recoger la cosecha regada con la resistencia numantina de Rajoy.

“Al llegar al final de la cuerda, haz un nudo y aguanta”, aconsejó el presidente Franklin D. Roosevelt. Rajoy le hace caso. El problema es que dentro del nudo corredizo está el futuro del partido y, también, de algún modo, de España.

¿Pablo Iglesias al frente del CNI?

El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. Efe

No. El primer mandamiento de un espía es ocultarlo. El segundo, disimular emociones. Es, pues, una pérdida de tiempo preguntar en el cuartel general del Centro Nacional de Inteligencia cómo verían tener de jefe al líder de Podemos. Tras insistir, arguyen que el CNI está regulado por la Ley 2 de 2002, sus actuaciones en colisión con derechos del ciudadano han de ser autorizadas por un magistrado del Tribunal Supremo y orgánicamente depende del Presidente del Gobierno y de la Comisión Delegada para Asuntos de Inteligencia, presidida por el vicepresidente primero del Gobierno; en este caso, Soraya Sáenz de Santamaría.

Vicepresidente primero sería Pablo Iglesias si gana el Óscar con “Peeedro”. La explicación exhaustiva de la regulación del CNI tiene una única finalidad por parte de uno de los 3.500 funcionarios del organismo: tranquilizar a la ciudadanía. “España no es un Venezuela, aquí hay seguridad legal”, dice. Dos preguntas quedan sin respuesta: ¿despacharía el general Sanz Roldán, director del CNI, con Pablo Iglesias, gran admirador de Juan Negrín? ¿Cuántos espías simpatizantes de Podemos hay? El director del CNI puede ser revocado por el consejo de ministros y en otoño hay oposiciones para espía. Por tanto, qué importa que las preguntas queden vacías.

¿Al menos un tonto en cada matrimonio?

Sí. Fue lo que escribió Henry Fielding, autor de Tom Jones, novela picaresca del siglo XVIII en la que se narra la lucha entre la bondad y la maldad. “One fool at least in every married couple”. Pronto sabremos si habrá un tonto en un hipotético gobierno de una pareja de políticos. Gran Bretaña suprime las líneas blancas de sus carreteras para evitar exceso de confianza en los conductores. Esta semana que entra veremos qué pasa en España con las líneas rojas.