La Justicia determinará en su momento si los dos artistas de marionetas que representaron la polémica obra en la que se exhibía un cartel con la leyenda "Gora Alka ETA" cometieron o no delito. Tanto la Fiscalía como el juez entienden que hubo enaltecimiento del terrorismo e incitación al odio.

Sin embargo, no es necesario esperar a los tribunales para concluir que la obra, con evidente trasfondo político, y en la que se escenificaban violaciones y asesinatos, no era apropiada para niños de entre uno y seis años. Así lo entendieron inmediatamente los padres, que indignados y de forma espontánea llamaron a la Policía.

Tres escándalos seguidos  

El caso, por sí solo, resulta tan escandaloso que merece la depuración de responsabilidades en el ámbito político. No es de recibo que con dinero público se pague un espectáculo de ese jaez. Y además, llueve sobre mojado. La responsable de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Celia Mayer, ya ha protagonizado en apenas siete meses tres escándalos sonados.

Primero fue la original cabalgata de Reyes, que suscitó la crítica de un gran número de familias al verla despojada de cualquier motivo religioso. Los actores que interpretaban a Melchor, Gaspar y Baltasar se jactaron de no creer en esa tradición. Después llegó el ridículo con la mala aplicación de la ley de Memoria Histórica. Los operarios del Ayuntamiento retiraron monumentos que estaban protegidos por ser Bien de Interés Cultural. Hubo que dar marcha atrás. Y ahora llega el asunto de las marionetas terroríficas.

La inacción de Carmena

Hasta ahora tanto la alcaldesa como la concejal se han limitado a pedir perdón. Pero el PP ya ha anunciado acciones judiciales contra Meyer por, entre otras cosas, "desprotección de menores". Manuela Carmena ha optado por lo fácil y ha prescindido del responsable de la dirección artística del carnaval, que no pertenece al equipo de gobierno municipal.

Es incomprensible que tras los escándalos propiciados por la torpeza de Meyer, Carmena siga manteniéndola en el cargo. La propia alcaldesa calificó de "violenta y deleznable" la obra representada por los titiriteros. Su falta de respuesta reafirma en su convicción a quienes piensan que sólo es una figura decorativa que ayuda a dulcificar la verdadera cara de Podemos y de su política municipal.

Que los titiriteros Raúl García y Alfonso Lázaro de la Torre estén en la calle tras cinco días en prisión entra dentro de lo normal. Lo anómalo es que a quien consintió que protagonizaran el escándalo no la hayan puesto ya en la calle.