Debatamos sobre lo que soportamos a la familia solo porque haya una obligación en el calendario que así lo determine.

Piénsenlo. Elijan la que quieran.

Acabamos de cerrar unas cuantas condensadas en tres semanas: Comida, cena, desayuno o piscolabis con los mismos. Escuchar por enésima vez el partido de semifinales de la liga de fútbol por barrios. Te sabes de memoria que el día de ese partido se casaba la prima del portero, la primera chica que cuando eran niños ambos, le había descubierto lo que significaba que no fuera él mismo el que se tocara la cola. Ésa. Ésa va y se casa el día de la semifinal. Pues el portero, que es tu cuñado, no fue a la boda de la prima maciza y defendió los galones del equipo de mierda pasando a la final. Y hasta paró un penalti, chaval.

Me van a perdonar pero si estas son las historias que no soportan, no tienen perdón. Estas historias pasan de ser una simple anécdota a convertirse en epopeyas gracias a los integrantes de esa familia, usted incluido.

Podrán burlarse de su cuñado si quieren caer en esa vulgaridad a pesar de que sea un gran tipo. Cualquier familia que se precie embellece el relato de cualquiera de sus miembros sumando detalles que no importa ni siquiera si son inventados. Cuando la cuente usted aunque sea para menospreciar al cuñado, será épica.

Lo que no tengo tan claro es que podamos soportar muchas más navidades con la política de tema de conversación principal en estas reuniones en las que no podemos faltar. Estas cenas de alcohol y desmadre dan pie para conversaciones que se digieren peor que el partido de semifinales de la liga de fútbol por barrios.

Increpemos al cuñado, claro que sí, capaz de querer un referéndum en Cataluña siendo madrileño. ¡Y sin que opinemos todos! ¿Qué es eso de haber votado a unos en las municipales y a otros en las generales? ¿Te enumero todos los artículos que habría que cambiar de la Constitución? Eso por no hablar de la de manifestaciones a las que han faltado algunos… Minas antipersonas bajo el parquet del salón de la suegra que explotan dejando los cadáveres esparcidos entre el sofá y la cómoda.

Aunque también puede que merezca la pena que la política nos explote en la cara y sea motivo de verdaderas disputas familiares. Una vez que tienes la bicha dentro, te come.

Y hay familias que merecen no tener excusas para dejar de verse.