De Andrés V. F., el agresor de Mariano Rajoy, ya lo sabemos casi todo. Que tiene diecisiete años, que fuma porros, que pertenece a un grupo de hinchas del Pontevedra, que tomaba ansiolíticos, que quería una PlayStation y que su pensamiento político y su inteligencia rayan con la de, en fin, un chico de diecisiete años. Nada excesivamente llamativo: en España existen cientos de miles de Andrés.

Cuando salga del centro de menores en el que va a ser internado, Andrés V. F. será el español más entrevistado del país durante un día o dos. Después no nos volveremos a acordar de él y Andrés batallará por conseguir un trabajo lo suficientemente tedioso e indeseado como para que no importe que sea desempeñado por el chaval que en 2015 le pegó un puñetazo al presidente del Gobierno.

En realidad, Andrés V. F. no tiene mayor interés que cualquier otro hooligan pillado in fraganti. Los que tienen una entrevista son los que le aplaudieron cuando los escoltas del presidente se lo llevaron a comisaría. Según los agentes, eso fue lo que le acabó de convencer de que lo que había hecho estaba bien. Según explica Manuel Jabois en El País, fue ese el momento en el que Andrés dijo que lo volvería a hacer.

La frase es vieja, pero yo se la leí por primera vez a José Antonio Marina en una entrevista en El País: “Para educar al niño hace falta la tribu entera”. En esa misma entrevista, el periodista le pregunta a Marina si existe una receta para desactivar la violencia. Marina contesta: “Depende del tipo de violencia. Hay una de origen emocional, como la furia, la dificultad de controlarse, la impulsividad, o la violencia por aburrimiento, como grabar agresiones por teléfono móvil. La otra es estratégica, fría, de cálculo: extorsiono o meto miedo para conseguir algo. Cada una tiene un tratamiento”.

Dudo bastante que a estas alturas de su vida Andrés necesite tratamiento. Si acaso, un sano ostracismo social. Los que sí lo necesitan son los que aplauden a un adolescente que le pega a sangre fría y por sorpresa a un hombre que podría ser su abuelo. Pero incluso la violencia de esos aplaudidores es del primer tipo: emocional, impulsiva, por aburrimiento.

Para encontrar violencia de la otra, de la fría, de la calculada, hay que salir de la calle y entrar más bien en las redacciones de los diarios. Allí, por ejemplo, donde Antonio Gala escribe que si Mariano Rajoy sigue vivo es solo porque la gente no va por la calle con pistola.

Hay tribus en este país a las que es mejor mantener alejadas de la educación del niño.