Comienza una campaña electoral y es altamente probable que intenten engatusarnos. No están los políticos en campaña exentos de la natural propensión humana a arrimar el ascua a la propia sardina, y resulta comprensible y hasta legítimo que lo hagan, pero como ciudadanos poseedores de un voto (nada más, y nada menos) conviene que tratemos de fijar nuestras propias prioridades antes de que nos inviten a asumir las suyas.

Un examen medianamente objetivo y desapasionado sugiere que el desafío que tiene por delante el país, y al que los candidatos deberían tratar de responder, se despliega en cuatro frentes principales:

1) Una crisis económica que ha golpeado sin piedad ni equidad a los españoles y que distamos de haber dejado atrás.

2) Una quiebra institucional traducida en la desconexión entre los ciudadanos y los gobernantes, por un lado, y por otro en el camino sin retorno hacia la ruptura emprendido por un par de millones de habitantes de Cataluña.

3) Una corrupción cuasi sistémica que ha corroído la confianza de la ciudadanía en la política y que ha agravado con despilfarros e inversiones absurdas el empobrecimiento del país.

4) La inestabilidad europea y mundial, derivada de las crisis migratorias, la perpetua guerra en Oriente Medio y la evidencia de que el actual modelo energético, basado en los combustibles fósiles, nos conduce a la destrucción de la naturaleza y de la calidad de vida de las personas.

No está de más preguntarnos cómo creemos que deben gestionarse todos y cada uno de esos problemas o, mejor aún, cómo creemos que no debería hacerse. Respecto del primero, tan insostenible parece seguir cargando la factura de la crisis a los más débiles como creer que existen fórmulas mágicas para proveer a las necesidades de todos. En cuanto al segundo, no cabe aspirar a remediarlo sin transacción y un considerable rediseño del edificio, pero tampoco puede dejar de atajarse, con firmeza, a quien se pone la ley y los derechos de los demás por montera. Por lo que toca a la corrupción, no sirve sino la cirugía radical, único modo de extirpar un cáncer que amenaza a la médula del sistema. Y en el contexto internacional, ni es admisible para un país como el nuestro ponerse de perfil, ni hay que secundar a toda prisa cualquier acción que otros improvisen sin un cabal y riguroso análisis de las causas y de las consecuencias.

Sobre tales premisas, el que suscribe halla motivos para rehusar su voto a cuantos en este momento se lo piden. Quedan quince días para ver quién acaba dándole menos razones para no votarle, que es como suelen resolverse estas cosas.