La terraza está llena, hace frío y las estufas exteriores ya están encendidas. París no tiene el clima que tenemos en el mediterráneo y, sin embargo, disfruta de las terrazas mirando la calle desde hace muchos años. Por pequeño espacio que tengan en un café, siempre hay una mesita con dos sillas puestas con cariño. Es París. Allí se sientan ahora con la cerveza fría y el café caliente muchos jóvenes del barrio. O quizás debería decir la cabeza fría y el corazón caliente. 

Libération habla de la "Generación Bataclán". De ella forman parte muchos de los muertos, pero también muchos de los vivos que se sientan ahora "tranquilos" en las terrazas de París. Los miro en las fotos de la prensa y podrían ser amigos míos, a los que hace siete noches llamé con miedo durante horas.

"Manu, contesta por favor. Estoy muy preocupado."

Ese fue mi primer mensaje.

"Israel, ¿estáis bien? ¿Dónde estáis?"

Ese fue el segundo.

"Naiara, estoy nervioso. Como estáis. Qué pasa."

Ese fue el tercero.

Hubo más.

La sala Bataclán es un lugar al que siempre hemos ido. Basta con eso para que se entiendan mis atropellados mensajes desde Madrid.

La lluvia hoy lo moja todo, el agua corre por la calles de París limpiando pintadas y apagando velas. Bajo los toldos de algunas terrazas se abrigan los parisinos. También los que no son de París.

El Estado Islámico asegura haber escogido esos lugares con el objetivo de atacar la perversión de los cafés, bares y bistrós. La vida que no se parece a tu vida molesta, ¿no? Molesta hasta matar. Qué voy a escribir respecto a esto. Nada. Lo que diga será retórica.

Quiero ir a sentarme de nuevo en las terrazas del barrio con Manu, con Israel, con Agustín, con Naiara, con Héctor, con Antoine, con Philippe, con Fabien, con Felipe, con Hervé y con Eduard. Cervezas para todos. Varias rondas. Es más, hace mucho tiempo que probé mi primer cigarrillo y me apetece hasta volver a pecar. Pecar. Cinco letras. Es lo que más me apetece, sentarme en una terraza con mis amigos de París a fumar. Jes suis en terrasse.

Esa noche asumí el miedo después de que mis amigos contestaran a todos mis mensajes. Después, cuando supe que todos estaban bien, me hice eco de la tragedia. El ser humano es así, gregario. Primero los tuyos, luego los demás. Cuando abrí el foco del egoísmo primario y visceral que estaba representado en los amigos que no me contestaban, vi la masacre, el terror y las miles de preguntas para las que todavía hoy no tengo respuesta. Veo que todos lo tenéis muy claro, yo no. Yo no soy analista político ni conozco la marca de fabricación de las armas. Y dejo la retórica para otros. Lo mío, hoy aquí, son sólo preguntas desde una silla imaginaria del Canal de Saint-Martin.