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La medicina es uno de los campos que más han avanzado en las últimas décadas, en gran parte gracias a la innovación tecnológica. Desde tiritas que miden la glucosa con láser hasta parches que detectan anomalías cardíacas, distintos avances en el terreno de los wearables médicos están permitiendo mejorar la calidad de vida de los pacientes y simplificar el trabajo de los facultativos.

A pesar de todos estos progresos, todavía queda mucho trabajo por hacer. Una de las tareas más urgentes es la de mejorar la monitorización de heridas graves, especialmente las crónicas. Ya existen soluciones como la venda inteligente VeCare, pero un nuevo dispositivo portátil de la Universidad RMIT (Australia) promete revolucionar los métodos para mantener vigiladas este tipo de dolencias.

Este nuevo sistema de monitorización de heridas, integra varios sensores capaces de rastrear de forma continua indicadores clave del proceso de curación, como detallan sus responsables en un artículo publicado en Advanced NanoBiomed Research.

A diferencia de los métodos tradicionales, este sistema permite una vigilancia remota a través de una conexión Bluetooth, minimizando el contacto físico y, por tanto, el riesgo de infecciones, habituales en este tipo de heridas postoperatorias o crónicas.

Es una solución práctica no solo para hospitales y clínicas, sino también para el tratamiento domiciliario y la optimización de los recursos sanitarios.

Sensores en apósitos

La clave de este nuevo sistema de monitorización de heridas graves se basa en un conjunto de sensores miniaturizados y flexibles, que se pueden integrar directamente en los apósitos que cubren la herida.

Los sensores están fabricados sobre una base de silicio, un material ampliamente utilizado en la industria electrónica, pero modificado para ser biocompatible y flexible, por lo que se puede adaptar a distintos tipos de vendajes, parches o tiritas.

El dispositivo para monitorizar heridas graves o crónicas Will Wright / RMIT University Omicrono

El sensor de temperatura se basa en una fina película de platino, mientras que el sensor de pH utiliza una capa de óxido de iridio, un material conocido por su alta sensibilidad y estabilidad en entornos biológicos. Ambos se complementan con un electrodo de plata que garantiza la precisión de las lecturas electroquímicas del pH.

"El dispositivo utiliza tecnología de sensores integrada y avanzada para rastrear continuamente los indicadores clave de la curación", señala en un comunicado de prensa Peter Francis Mathew Elango, autor principal del estudio. Por ejemplo, un aumento de la temperatura local es una de las primeras y más claras señales de una respuesta inflamatoria o de una infección incipiente.

Por su parte, el nivel de pH del lecho de la herida ofrece información valiosa sobre la progresión de la cicatrización: un entorno ácido suele asociarse a un proceso de curación saludable, mientras que un viraje hacia un pH alcalino puede indicar una infección bacteriana.

Diseño, fabricación y pruebas

Uno de los mayores logros del equipo de la RMIT ha sido crear un dispositivo que no solo es funcional, sino también práctico para su implementación clínica. El diseño es totalmente flexible, lo que le permite adaptarse a la forma del cuerpo y mantener un contacto óptimo con la zona de la herida sin causar incomodidad en el paciente.

Todo el sistema electrónico se encapsula en una silicona de grado médico, conocida como polidimetilsiloxano (PDMS), que es biocompatible y protege los componentes de la humedad y de posibles daños mecánicos.

“La tecnología de sensores basada en silicio de alta resistividad es nuestra plataforma de propiedad intelectual que ha demostrado ser eficiente en la detección de múltiples biomarcadores relacionados con diferentes dolencias”, señala Madhu Bhaskaran, que también ha trabajado en el desarrollo del proyecto. Esto sugiere que la misma tecnología podría adaptarse en el futuro para monitorizar otras condiciones médicas.

Los datos recogidos por los sensores son procesados por un microcontrolador integrado en el parche. Este pequeño cerebro electrónico es el encargado de digitalizar las señales, que luego se transmiten de forma inalámbrica a través de un módulo Bluetooth de bajo consumo a un dispositivo externo, como un teléfono móvil o un ordenador.

Esto permite que el personal médico o incluso el propio paciente puedan consultar el estado de la herida de forma remota y en tiempo real, sin necesidad de ninguna intervención física sobre el vendaje.

Peter Francis Mathew Elango en el laboratorio de la RMIT University Will Wright / RMIT University Omicrono

A diferencia de otros prototipos de parches inteligentes que son de un solo uso, el dispositivo de la RMIT University está concebido para ser reutilizable. El diseño permite separar fácilmente el componente electrónico del vendaje desechable, de modo que los sensores pueden ser limpiados, esterilizados y colocados en un nuevo apósito.

Esta característica reduce drásticamente el coste del dispositivo. Elango asegura que "sus componentes son biocompatibles y se integran perfectamente en los flujos de trabajo y procesos de fabricación existentes, lo que podría reducir el coste por debajo de los 5 dólares por unidad (4,32 euros al cambio actual) cuando se produzca a escala".

Ahora, el equipo de investigación busca socios clínicos y comerciales para llevar esta tecnología del laboratorio al hospital. También se plantean la necesidad de desarrollar "una aplicación digital adaptada a cada sensor de forma individual, que ofrecería visualización de datos con una interfaz de usuario mejorada".

Por delante quedan los ensayos clínicos en humanos, que permitirán validar la eficacia y seguridad del dispositivo en un entorno real para allanar el camino para su aprobación regulatoria y su eventual llegada al mercado.