Muchos subestiman el poder que tienen las matemáticas. Calcularlas correctamente ha dado pie a algunos de los descubrimientos científicos más importantes de la historia. Aunque claro, se pueden usar para cuestiones menos enfocadas al interés común, como ganar la lotería. Y sí, aunque se llevan usando años y años para defraudar a las casas de apuestas, un hombre consiguió hackear este concurso tan codiciado.

Pero no la hackeó una vez, ya que con una bastaría para amasar una cantidad de dinero muy importante. Hablamos de 14 veces, que resultaron en un gasto de unos 5 millones de dólares frente a más de 15 millones de dólares en beneficios. Os contamos la increíble historia de Stefan Mandel, el economista que desafió (y ganó) a la lotería.

Stefan Mandel, autor del hackeo que le hizo millonario

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Stefan Mandel, crecido en Rumanía durante el mandato de la URSS, siempre tuvo un origen humilde. Es quizás por esto que acabó siendo economista; en esos tiempos las condiciones de supervivencia te hacían pensar rápido y actuar todavía más deprisa, por lo que puede ser que su destino se viera forzado por sus condiciones.

Visto en una situación de extrema pobreza con 2 niños, una mujer y unos 90 dólares al mes, Stefan ideó un algoritmo. Este algoritmo como podéis imaginar fue destinado a hackear el sistema de lotería para permitirle al menos poder ganarla una vez. Mientras lo hacía, trabajaba para el consorcio minero de Rumanía, y su idea fue básica: superar las probabilidades de ganar una lotería que son muy desfavorables.

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Este algoritmo que fue perfeccionando Mandel durante mucho tiempo (y le valió muchas noches sin dormir) acabó por poder adivinar 5 de los 6 números ganadores de la lotería, por lo que el éxito estaba asegurado en un 90 por ciento de las posibilidades. Su fórmula matemática, tal y como dijo Mandel más tarde, era su “boleto para salir del país”.

Pero estas no fueron las únicas palabras sabias de Mandel. Dijo que “las matemáticas aplicadas adecuadamente pueden garantizar una fortuna”, y su sistema seguía este régimen a rajatabla. Consistía en identificar los premios acumulados que se habían vuelto tres veces más grandes que el número total potencial de combinaciones ganadoras.

Esto quiere decir que, por ejemplo, para una lotería que requería que los participantes elijan seis números que van del 1 al 40 hay una posible combinación ganadora de 3.838.380. Mandel esperaría hasta que el premio mayor aumentara a tres veces esa cantidad, y así jugar sus cartas.

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Lo podemos reducir a que si los boletos costaban 1 dólar cada uno (en el momento y en las loterías a las que Mandel se dirigía), entonces podría comprar un boleto para cada combinación y entregar el que ganó el bote mayor para ganar el doble de la cantidad de dinero que gastó en los boletos. Pero como vemos, esto implica un coste, y por lo tanto era necesario que el mayor premio fuera 3 veces el número total de posibles combinaciones ganadoras para así sacar beneficio alguno. Este fue el principal escollo de Mandel, los gastos generales y la logística.

Después de identificar una lotería con las combinaciones ganadoras correctas para la proporción del bote mayor, Mandel reunió a un grupo de inversores para que cada uno contribuyera con una cantidad pequeña en comparación a los botes, como por ejemplo unos pocos miles de dólares cada uno. Con este dinero, Stefan imprimiría millones de boletos con cada combinación, y luego los llevaría a los concesionarios de lotería autorizados para comprarlos e ingresarlos. Por motivos más que obvios esto dejó de ser posible más tarde, ya que en esos tiempos sí se podía hacer. Con esto, Mandel repartiría ganancias entre los inversores y él.

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Mandel consiguió salir del país gracias a las ganancias y sobornó a funcionarios del gobierno para que le permitieran abandonar su tierra y alcanzar Occidente. En los años 70 y 80 Mandel ya había dejado atrás su país de origen y llegó a estar en Estados Unidos y Australia.

Esto le permitió aumentar todavía más el negocio. Mandel tenía que escribir todas las combinaciones a mano, lo que aumentaba de forma exponencial las posibilidades de que hubiera un error humano. De todas formas, el premio gordo rumano no fue especialmente grande; después de pagar a todos sus inversores, únicamente percibió unos 4.000 dólares para él. Era una cantidad grande de dinero pero teniendo en cuenta los costes de su plan, era bastante poco. Un ejemplo: después de ganar una lotería en 1987, con un valor de algo más de un millón, pagó a los inversores y suplió impuestos y se quedó con 97.000 dólares para él. Recordemos, el premio era un millón.

No fue hasta que llegó a Australia y que pudo favorecerse del auge de equipos electrónicos hasta que pudo perfeccionar su fórmula. Ahora los boletos no los escribía él; una máquina se encargaba de ello. Institucionalizó su industria, reuniendo a grupos de inversores estables. Su “sociedad” así consiguió 12 de los botes más grandes de Australia, y percibió más de 400 000 dólares.

Su mayor “golpe” se realizó en Estados Unidos. Aplicó su sistema en la lotería estatal de Virginia en febrero de 1992. Gracias a su red internacional de inversores, Stefan ganó un total de 27 millones de dólares. Fue aquí cuando las autoridades empezaron a fijarse en el sistema.

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Ni que decir tiene que las autoridades, viendo la situación, cambiaron las leyes para que esto dejara de ser posible. Tras el golpe de Virginia, funcionarios del Gobierno de por aquel entonces querían procesar a Stefan por estafa. Tanto el FBI como la CIA declararon a Stefan inocente, alegando que “cualquier estudiante de matemáticas de la escuela secundaria podría calcular las combinaciones”.

Toda esta historia dejó un saldo positivo para Mendel de más de 15 millones de dólares, con unos 5 millones en gastos. Las autoridades de lotería, tras todo esto, cambiaron las reglas de tal forma que el sistema de Mendel no fuera posible jamás. Ya no se pueden imprimir boletos de forma extraoficial y hay un límite en el número de boletos que cada persona puede adquirir.

Mendel vive a día de hoy, pero retirado en una isla tropical en la costa de Australia. Esta historia demuestra 2 cosas: que las matemáticas tienen un poder que estamos infravalorando y que la pobreza puede dar lugar a grandes soluciones además de grandes historias. Mendel, no obstante, ha pasado a la historia como el hombre del hackeo valorado en 15 millones de dólares.

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