La caída que sufrió recientemente Starlink y que tuvo afectados en España puso de manifiesto el liderazgo que el sudafricano tiene en este sector. Un sector en el que China ha querido introducirse... prácticamente sin éxito alguno.
Tal y como detalla un reportaje del The New York Times, la nación comunista estaría fallando de forma garrafal en sus intentos de ponerse a la altura de Starlink en lo que a megaconstelaciones de satélites refiere.
Ninguna de las megaconstelaciones preparadas por China llega siquiera al 1% de actividad, según los registros. Además, este es un porcentaje que mes a mes va menguando, ya que Elon Musk va dotando de unidades a sus propias megaconstelaciones actuales.
China está rezagada respecto a Musk
La órbita terrestre baja (LEO) está absolutamente infestada de satélites, con una cantidad que supera los 11.000 equipos y que presentan un problema de basura espacial importante. SpaceX domina con mano de hierro, con 8.000 satélites Starlink presentes en su constelación.
El contraste con China, país que ha demostrado numerosos esfuerzos en pos de ponerse a la altura de la firma de Musk, es brutal: de los 8.000 de SpaceX pasamos a unos paupérrimos 120 satélites en LEO.
Y no hablamos precisamente de números bajos. El temor de China respecto a la ampliación de Starlink en un plano militar (gracias a la hasta ahora relación entre Trump y Musk rota de forma pública recientemente) ha causado que se inviertan grandes recursos en megaconstelaciones.
Los proyectos bailan entre dos futuras redes de satélites, una llamada Qianfan y otra apodada Guowang. En total, China esperaba poner en órbita casi 27.000 satélites uniendo estas dos megaconstelaciones.
Red de satélites.
Nada más lejos de la realidad. Qianfan debía tener 650 satélites para finales de este mismo año; a fecha de escrito este artículo, la empresa Shanghai Spacesail Technologies solo ha puesto en órbita 90 desde agosto de 2024.
Guowang está incluso peor, con una cifra proyectada de 13.000 satélites en los próximos 10 años y con 34 en órbita. De ahí que entre los dos proyectos se hayan acumulado estos 120 satélites en órbita terrestre baja.
Esta situación se vuelve más dramática para un país que cree fervientemente que esta tecnología de telecomunicaciones espaciales será la piedra angular de los sistemas militares de Estados Unidos en la guerra moderna.
Algo así se pudo ver en la guerra de Ucrania. El país de Zelensky se vio obligado a tirar de Starlink ante la destrucción de la estructura de telecomunicaciones de Ucrania por parte de Rusia, demostrando ser tremendamente útil para estos fines.
Lanzamiento de la misión Crew-9
A juicio de China y siempre según el NYT, Estados Unidos podría acabar usando Starlink como plataforma para conectar sus bases militares, así como red de interceptación de misiles y otro tipo de armamento enemigo.
De nuevo, los ojos están puestos en Ucrania. Los ejércitos ucranianos se han valido de Starlink no solo para sus comunicaciones, sino para perpetrar y coordinar sus ataques con drones; he aquí donde radica el temor de China.
¿Por qué ocurre esto? Hay varias razones que sustentan ciertas hipótesis. Para empezar, SpaceX se ha posicionado como una firma especializada en lanzamientos espaciales relativamente económicos y sobre todo, reutilizables.
El cohete Falcon 9 es un equipo que tras lanzar su carga útil, regresa (en su etapa inferior) de forma vertical sano y salvo a la Tierra, permitiendo su reutilización casi inmediata. En el caso chino, los cohetes caen a la Tierra o directamente se convierten en basura espacial.
Un cohete Falcon 9 despegando
Es decir, que China no tiene a una SpaceX ni un Falcon 9 que haga estos viajes, que gracias a la reutilización se reducen los costes de estos lanzamientos, acelerando además el tiempo entre cada uno de ellos.
Con 500 misiones a sus espaldas, los Falcon 9 pueden ser recuperados y prácticamente reutilizados después de cada misión, agilizando enormemente el calendario de lanzamientos y aumentando la distancia de SpaceX con respecto a China.
Por si fuera poco, China va atrasada en la construcción de satélites de telecomunicaciones, lo cual resulta en un problema tedioso y sobre todo caro; un asunto que la propia SpaceX tardó mucho tiempo en paliar.
Queda por ver si los esfuerzos asiáticos consiguen equiparar la balanza y posicionar a sus empresas aeroespaciales al mismo nivel que una SpaceX ya curtida en materia, que cada mes va cogiendo más y más distancia, literal y figuradamente.