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Cuando han transcurrido apenas dos meses desde el inicio de su segundo mandato, Donald Trump ya ha tomado una de las decisiones más importantes de toda su legislatura y que marcará el porvenir de la superioridad tecnológica de Fuerza Aérea en las próximas décadas. La rama de defensa de Boeing ha sido la elegida por el nuevo presidente para encargarse del caza de sexta generación del país, dentro del programa Next Generation Air Dominance (NGAD), al superar a Lockheed Martin en el concurso.

Bajo la designación F-47, el objetivo de este nuevo caza será relevar al F-22 Raptor dentro de la categoría de aeronaves de superioridad aérea y convertirse en la punta de lanza de la USAF. "Hemos hecho un pedido muy grande", ha afirmado el propio Trump en el Despacho Oval, quien no ha aportado más datos sobre la adquisición. "Tampoco podemos decirles el precio".

El contrato, tal y como recoge la Fuerza Aérea (USAF), reafirma el compromiso de Estados Unidos en mantener su posición dominante en el mundo "bajo el liderazgo de nuestro comandante en jefe, el presidente Trump, y el secretario de Defensa [Peter] Hegseth".

El presidente Trump durante la presentación del F-47 en el despacho oval Reuters

"Con el F-47, no sólo estamos construyendo un caza más: estamos moldeando el futuro de la guerra y poniendo a nuestros enemigos sobre aviso", continúa el comunicado de la USAF. "Esta plataforma será el caza más avanzado, letal y adaptable jamás desarrollado, diseñado para superar en velocidad, maniobrabilidad y potencia a cualquier adversario que se atreva a desafiar a nuestros valientes aviadores".

El anuncio ha llegado en un momento crucial para la industria de defensa estadounidense, que ha visto cómo una buena parte de sus clientes extranjeros toman con escepticismo su tecnología. El sistema que ha concentrado todas las miradas en las últimas semanas ha sido el caza F-35 de Lockheed Martin —la misma compañía que ha perdido el programa NGAD contra Boeing— debido a las dudas mostradas por Alemania, Portugal y Canadá sobre si Washington podría dejar en tierra las aeronaves de forma remota.

Donald Trump no ha desaprovechado la ocasión para dejar un recado a los potenciales clientes extranjeros del caza, algo a lo que han abierto la puerta, pero con algún recorte. "Podríamos vender a ciertos aliados una versión con prestaciones reducidas", ha asegurado el presidente. "Aproximadamente un 10%, lo que tiene sentido porque algún día podrían dejar de ser aliados".

Recortar las capacidades de los sistemas armamentísticos dedicados a la exportación es una maniobra muy común en la industria, principalmente en aquellos elementos más sensibles. Sin embargo, entre aliados fiables y de larga duración —décadas en el caso de EEUU y los miembros de la OTAN—, no se trata de algo tan común.

El próximo caza de EEUU

Si bien Estados Unidos lleva dos décadas liderando la industria de los cazas de quinta generación en todo el planeta, el estratosférico presupuesto anual —el más abultado del mundo— que maneja el Departamento de Defensa hace que el ritmo de desarrollo de aeronaves no se detenga. El programa NGAD es una evolución directa de la plataforma de Contraataque Aéreo Penetrante (PCA) impulsada dentro de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, más conocida como DARPA, a mediados de la década de 2010.

La DARPA puso la base y trabajó en el concepto para el Departamento de Defensa, que finalmente transformó estas necesidades en un programa completo como el NGAD ya en 2018. A partir de ese momento y una vez establecidos los requisitos, Boeing, Lockheed Martin y Northrop Grumman comenzaron a trabajar en sendos diseños y plataformas, encargándose de ello los departamentos más avanzados y secretos de las tres compañías.