De entre todos los programas científicos que se impulsan desde las diferentes ramificaciones del Departamento de Defensa de Estados Unidos, el que protagoniza la nave espacial no tripulada X-37B es uno de los más secretos y avanzados. En su historial se cuentan un total de 6 viajes orbitales a bordo de diferentes cohetes y en los que han probado tecnologías avanzadas como sistemas de telecomunicaciones militares. El próximo día 10 de diciembre se llevará a cabo el séptimo, en esta ocasión y por primera vez irá integrada en un Falcon Heavy de la compañía SpaceX.

Esta misión tiene como objetivos la operación de la nave espacial reutilizable en nuevos regímenes orbitales, experimentar con futuras tecnologías de conocimiento del dominio espacial e investigar los efectos de la radiación en los materiales proporcionados por la NASA, tal y como explican desde la Fuerza Espacial del país norteamericano.

"Estamos entusiasmados de ampliar el alcance de las capacidades reutilizables del X-37B, utilizando el módulo de servicio ya probado en vuelo y el cohete Falcon Heavy para realizar múltiples experimentos de vanguardia para el Departamento de la Fuerza Aérea y sus socios", dijo el teniente coronel Joseph Fritschen, director del programa X-37B.

Nave espacial X-37B en el hangar Boeing

Uno de los pocos experimentos que van en la aeronave y se han hecho públicos es el Seeds-2 de la NASA. Se trata de una prueba de exposición a la radiación de semillas de plantas para comprobar cómo se comportan en los vuelos espaciales de larga duración. El desarrollo de la prueba se basará en anteriores ensayos, "allanando el comino para futuras misiones espaciales tripuladas".

La nave secreta

En 1998, la NASA emitió un anuncio solicitando propuesta de la industria aeroespacial para el por entonces llamado Future-X, un vehículo de demostración de vuelo para "probar y validar tecnologías emergentes que podría reducir drásticamente los costes del transporte espacial". Boeing se hizo finalmente con el contrato ese mismo año y en 1999 comenzó un periodo de colaboración de 4 años entre las ambas entidades para el desarrollo de vehículo.

Aterrizaje del X-37B en su segunda misión

Boeing tomó como base su vehículo experimental X-40 que había desarrollado para la Fuerza Aérea de Estados Unidos como plataforma demostradora en el ámbito atmosférico. El X-40 tenía algunas carencias como un sistema de propulsión y contaba con un espacio interior reducido, algo que solucionaron rápidamente reescalando el fuselaje de la aeronave e integrando un motor.

El primer prototipo de la familia X-37 fue el X-37A que se utilizó como banco de pruebas para estudiar el descenso atmosférico controlado. Fue parte de los primeros ensayos de planeo del vehículo ejecutados por la NASA, que todavía no había integrado un motor para este vehículo. Realizó su primer vuelo acoplado a un avión nodriza en 2005 y en 2006 se llevó a cabo el primer lanzamiento en solitario.

El éxito demostrado en posteriores vuelos hizo que la Fuerza Aérea estadounidense se decidiera a desarrollar su propia plataforma bajo el programa Orbital Test Vehicle (OTV), que cristalizó en el X-37B. Se trata de una versión convenientemente modificada para satisfacer las necesidades operativas y tecnológicas de la Fuerza Aérea, de la que más tarde se escindió como un ente independiente la Fuerza Espacial donde sirven los vehículos en la actualidad.

El X-37B realizó su primer vuelo orbital en abril de 2010 a bordo de un cohete Atlas V de United Launch Alliance —ULA, compañía de Boeing y Lockheed Martin—, gracias al cual permaneció 224 días en órbita. Desde entonces, las dos unidades construidas han ido intercalándose para completar con éxito diferentes misiones hasta llegar a la sexta. Ahora encaran la séptima a bordo del Falcon Heavy de SpaceX.

Vehículos X-37B con la cápsula de fondo Fuerza Aérea de Estados Unidos

La nave espacial tiene una longitud de 8,9 metros, una envergadura de 4,5 y una altura de 2,90. En su interior puede albergar hasta 227 kilogramos de carga que será la que emplee la Fuerza Espacial para llevar a cabo sus experimentos. El peso máximo al despegue asciende hasta los 5.000 kilogramos donde se incluye el combustible para su propulsor.

Está certificada para tener una velocidad orbital de 28.000 kilómetros hora en una órbita baja de la Tierra y una autonomía por diseño de 270 días, aunque en la sexta misión alcanzó 908 días en el espacio. Para alimentar a los sistemas a bordo dispone de paneles solares acoplados a una batería.

Misión récord

La sexta misión supuso un avance muy importante para el programa OTV. Despegó el 17 de mayo de 2020 a bordo de un Atlas V ya bajo el mando de la Fuerza Espacial de Estados Unidos y se estableció en órbita dos años y medio, marcando un récord de permanencia en órbita de un X-37B.

Fue la primera misión en introducir un módulo de servicio que "amplió las capacidades de la nave espacial y le permitió albergar más experimentos que cualquiera de las misiones anteriores", tal y como explica la Fuerza Espacial. La nave espacial llevó el experimento del Módulo de Antena de Radiofrecuencia Fotovoltaica, un programa liderado por el Laboratorio de Investigación Naval que transforma la energía solar en energía de microondas de radiofrecuencia.

Recreación por ordenador del X-37B en el espacio Boeing

Asimismo, incorporó otros dos experimentos de la NASA para "estudiar los resultados de la radiación y otros efectos espaciales en una placa de muestra de materiales y semillas utilizadas para cultivar alimentos". En la séptima misión, la que se lanza el próximo 10 de diciembre, se llevará a cabo la segunda parte de este ensayo científico. La misión también desplegó el FalconSat-8, un pequeño satélite desarrollado por la Academia de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

"La administración del X-37B y los equipos de Boeing han trabajado juntos para producir una plataforma de experimentación más receptiva, flexible y adaptable", declaró William D. Bailey, director de la Oficina de Capacidades Rápidas del Departamento de la Fuerza Aérea. "El trabajo que han realizado para agilizar los procesos y adaptar las tecnologías en evolución ayudará a nuestra nación a aprender muchísimo sobre cómo operar y regresar de un entorno espacial".

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