La irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en todos los sectores de la economía está marcando un punto de inflexión en la manera en que las organizaciones trabajan, se comunican y toman decisiones. Sin embargo, pocos ámbitos enfrentan un desafío tan complejo como el de la Defensa.
En un entorno donde la seguridad nacional y la soberanía tecnológica son prioridades, la incorporación de la IA —y, en particular, de agentes autónomos— exige un enfoque que combine innovación con responsabilidad.
Según nuestros estudios, el sector aeroespacial y defensa aún está dando sus primeros pasos en la adopción de la IA agéntica. En este ámbito, solo el 1% de las organizaciones la ha implementado a escala, y aunque un 35 % explora su potencial y un 21 % ya realiza pruebas piloto, la realidad es que estamos lejos de un despliegue generalizado. ¿A qué se debe esta cautela? La respuesta tiene múltiples aristas: desde la sensibilidad de los datos y los riesgos asociados a la autonomía de los sistemas, hasta la falta de estrategias definidas en muchas organizaciones.
Aun así, la IA está empezando a moldear la forma en que los ejércitos y las empresas del sector conciben el futuro. Los agentes inteligentes pueden ser decisivos en áreas como la ciberdefensa, la logística, la planificación estratégica o incluso en el mantenimiento predictivo de aeronaves y vehículos militares.
Tecnologías como los drones autónomos ya han demostrado su capacidad para operar en escenarios complejos, y plataformas de análisis de datos pueden ofrecer una ventaja competitiva a la hora de anticipar amenazas o coordinar operaciones a gran escala.
En un sector donde la confianza y el control son críticos, la denominada “caja negra” de ciertos algoritmos genera desconfianza.
Pero no todo son oportunidades. La confianza en estos sistemas es una barrera significativa: aunque en aeroespacial y defensa es superior a la media global (12% de plena confianza frente al 6% en otros sectores), siguen existiendo preocupaciones sobre la transparencia de los algoritmos, los riesgos de seguridad y el temido “exceso de confianza” en las decisiones automatizadas.
De hecho, más de la mitad de las organizaciones admite que la supervisión humana es esencial en los puntos críticos de acción. Esto refleja una verdad difícil de ignorar: en un sector donde las consecuencias de un fallo pueden ser devastadoras, la IA no puede operar sin la intervención y el juicio humanos.
Uno de los grandes retos en la integración de IA en Defensa es la falta de explicabilidad de muchos modelos. En un sector donde la confianza y el control son críticos, la denominada “caja negra” de ciertos algoritmos genera desconfianza. Por ello, la transparencia y la capacidad de auditar cada paso del proceso son esenciales para garantizar que la IA sea un apoyo fiable y no un riesgo operativo.
A este escenario se suman las amenazas de seguridad propias de la era digital. Los sistemas inteligentes pueden convertirse en objetivos prioritarios para actores hostiles que busquen manipular sus algoritmos o explotar vulnerabilidades para desestabilizar operaciones.
Esto obliga a las organizaciones a desarrollar estrategias de ciberseguridad avanzadas que no solo protejan los datos, sino también el comportamiento de los modelos. La IA en Defensa debe ser robusta, resistente y capaz de detectar intentos de manipulación en tiempo real.
Al mismo tiempo, el debate ético sobre el uso de sistemas autónomos en defensa está más vivo que nunca. ¿Debe una máquina tomar decisiones con consecuencias irreversibles? ¿Cómo garantizar que los algoritmos respeten las leyes internacionales y los derechos humanos? Organizaciones como la ONU y la OTAN ya han comenzado a establecer marcos para regular el uso de la IA en contextos militares, conscientes de que el progreso tecnológico debe ir acompañado de responsabilidad.
La Inteligencia Artificial no es una opción, sino una realidad que marcará la diferencia entre estar preparados para los retos del siglo XXI o quedarse atrás.
La integración de la IA en el sector aeroespacial y defensa también requiere de una colaboración estrecha entre el sector público y el privado. Nueve de cada diez organizaciones buscan asociarse con proveedores para implantar o adaptar agentes de IA, mientras que un 67% apuesta por enfoques híbridos que combinen desarrollo propio y soluciones externas.
Este modelo mixto puede ser clave para lograr la personalización que requiere un sector tan específico y, al mismo tiempo, aprovechar la escalabilidad de las soluciones disponibles en el mercado.
En definitiva, la defensa del futuro será tan digital como física. Aquellos países y organizaciones que logren integrar la IA de forma ética, segura y eficiente estarán mejor posicionados para garantizar su seguridad y mantener su competitividad en un entorno geopolítico cada vez más complejo.
Pero esta transición no puede hacerse de manera improvisada. Requiere visión estratégica, inversión en talento especializado y, sobre todo, una gobernanza robusta que ponga la tecnología al servicio de las personas.
La Inteligencia Artificial no es una opción, sino una realidad que marcará la diferencia entre estar preparados para los retos del siglo XXI o quedarse atrás. La pregunta no es si el sector Defensa adoptará la IA, sino cómo y con qué principios lo hará.
*** Salvador Magán, es responsable del sector Aeroespacial & Defensa de Capgemini España.
