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La guerra en Ucrania está marcada por una inédita saturación de medios de inteligencia que convierten el frente en un escenario casi “transparente”. Cada unidad o movimiento puede ser detectado y localizado en cuestión de minutos, lo que, combinado con armamento de largo alcance, permite su ataque inmediato.

Todo ello redefine la doctrina militar y explica las dinámicas actuales del conflicto. Los elementos presentes en el teatro de operaciones pueden ser detectados y localizados en un plazo de tiempo muy breve.

Como asegura a EL ESPAÑOL Félix Pérez Martínez, catedrático emérito y presidente de la Fundación Círculo de Nuevas Tecnologías para la Defensa y la Seguridad, en esta fase digital "lo importante es la sensorización y los sistemas de información" que hacen el frente “transparente” (en el que el movimiento de tropas y equipos es difícil de ocultar): "lo que se detecta, se puede destruir".

Eso no significa que las tácticas de guerra convencional no existan en la guerra de Ucrania. Eso sí, se observan sobre todo en el combate urbano. "Allí, la transparencia desaparece: la población y las estructuras se convierten en cobertura, y regresa la lógica de trincheras y asaltos a las ciudades", sostiene Pérez Martínez.

En los últimos años, el concepto de campo de batalla ha dejado de ser una imagen fija de ejércitos enfrentados en tierra, aire o mar. La supremacía ya no se define únicamente por el músculo militar ni por la capacidad de despliegue rápido, sino por un nuevo factor decisivo: la información.

El paso del campo de batalla tradicional al campo de batalla digital ha supuesto una verdadera revolución. La ventaja estratégica no está en el número de tanques o aviones, sino en la habilidad para captar, procesar, planificar e interpretar datos en tiempo real. Aunque ambos modelos pueden coexistir, y de hecho coexisten.

Mientras que "en campo abierto la ventaja está claramente del lado de los sistemas basados en información", afirma López Martínez, "por eso la guerra en Ucrania se ha convertido en una contienda de misiles y drones, una guerra que se libra a distancia".

Dependencia de Starlink 

Un ejemplo emblemático de esta transformación es la importancia del sistema Starlink, de Elon Musk, en el conflicto de Ucrania. Una herramienta indispensable para el ejército ucraniano, permitiendo comunicaciones seguras y rápidas, clave para coordinar ataques, dirigir drones y apuntar la artillería en el frente de batalla.

La fuerte dependencia de Ucrania de Starlink demuestra que, en el entorno digital actual, quien controle el flujo de información disfruta de un poder sin precedentes, capaz de transformar no solo el resultado de una batalla, sino el curso de una guerra moderna.

Mientras tanto, los sistemas cinéticos —aquellos que implican fuerza física o proyectiles— se potencian gracias a la información obtenida en tiempo real, mejorando su alcance y su precisión.

El campo de batalla, en consecuencia, se ha convertido en un ecosistema multidimensional en el que la información es tan decisiva como cualquier arma.

Militar ucraniano en el control de inteligencia Archivo

Surgen, además, formas de conflicto asimétrico, cada vez más sofisticadas gracias al acceso barato a tecnologías emergentes, y guerras híbridas en las que lo militar y lo civil se entrelazan en paralelo. Y eso ha dado paso a algunas soluciones ingeniosas, que se han podido ver también en la guerra de Ucrania.

Para López Martínez, "cuando se perturbó el GPS, se pasó al guiado visual por el operador; luego se perturbaron las comunicaciones; la última novedad ha sido usar fibra óptica entre el operador y el dron para evitar esas perturbaciones".

En este sentido, Gonzalo León, catedrático emérito y miembro de la Junta Directiva del Foro de Empresas Innovadoras, señala a EL ESPAÑOL que “los conflictos militares siempre han acelerado la tecnología y la IA se ha convertido en un acelerador tecnológico en el conflicto de Ucrania, especialmente en el desarrollo de sistemas autónomos”.

Indica que “en el último año, se ha pasado del uso de drones simples a enjambres de drones heterogéneos (aéreos y terrestres) que se comunican entre sí, aunque la IA para su gestión autónoma (p. ej., que un dron asuma la misión de otro caído) todavía está en desarrollo y requiere algoritmos complejos ejecutados en el propio hardware”.

Se trata de “un auténtico campo de pruebas reales”, explica este experto, en el que “los ciclos de desarrollo y experimentación de nuevos sistemas se han reducido a apenas cuatro meses, lo que acelera de manera decisiva la evolución y adaptación de la tecnología", asegura Gonzalo León.

"Campo de batalla inteligente"

La revolución tecnológica en el ámbito militar no se detiene: más allá del campo de batalla digital, emerge ahora lo que los expertos denominan el “campo de batalla inteligente”, una nueva etapa marcada por el protagonismo de la inteligencia artificial y la toma de decisiones autónoma en el combate.

En el llamado “campo de batalla inteligente”, “la prioridad es el conocimiento: máquinas que toman decisiones y ejecutan la guerra electrónica de manera autónoma”, destaca el presidente de la Fundación Círculo de Nuevas Tecnologías para la Defensa y la Seguridad.

La siguiente fase de los conflictos, señala el profesor Pérez Martínez, "ya no se mide solo en la cantidad de datos disponibles, sino en cómo se procesan y combinan mediante algoritmos de inteligencia artificial".

Gracias a estos avances de la IA, se amplían las capacidades de mando y control, se facilita la coordinación de operaciones en distintos frentes y se abre la puerta al uso de vehículos autónomos o semiautónomos que, hasta hace poco, necesitaban control humano permanente.

Y aquí, “existe un riesgo significativo de que diferentes actores en un conflicto operen bajo marcos éticos distintos, lo que complica la regulación y el control de estas tecnologías”, señala el catedrático emérito.

En este escenario emergente, la supremacía militar está en la capacidad de integrar información masiva con sistemas inteligentes que tomen decisiones en segundos.

La IA está abriendo una brecha cada vez más profunda entre los países que apuestan por una “Defensa Nacional Inteligente” —dotando sus ejércitos de sistemas autónomos, personal especializado y grandes inversiones tecnológicas— y los que se quedan atrás en la carrera digital.

En el nuevo escenario militar, quien no incorpore IA corre el riesgo de perder su relevancia estratégica, o de no conservar su supremacía, frente a las potencias más avanzadas.