Publicada

Las claves

Sólo nueve días después de la intervención de Donald Trump en la Knéset para celebrar el acuerdo de alto el fuego en Gaza, el Parlamento israelí aprobaba en primera lectura un proyecto de ley para declarar la soberanía israelí en Cisjordania. Evitar esa votación era uno de los compromisos que el presidente de Estados Unidos había asumido con los países árabes para sellar la tregua con Hamás.

El proceso para la aprobación definitiva del texto es dilatado. Son necesarias otras tres ratificaciones parlamentarias más para la entrada en vigor de una ley que pretende aplicar la legislación israelí en Cisjordania. Es poco probable, además, que suceda en el futuro más inmediato. La propuesta sólo recibió este miércoles 25 votos a favor —y otros 24 en contra— en un hemiciclo que suma 120 escaños.

Sin embargo, la iniciativa del diputado ultra Avi Maoz —socio minoritario de la coalición de gobierno hasta el pasado mes de julio— contó con los votos a favor del partido liberal Yesh Atid del ex primer ministro Yair Lapid y de la coalición Azul y Blanco de Benny Gantz. Los dos líderes principales de la oposición, en caída libre en las encuestas, trataron de dejar en evidencia a un Benjamin Netanyahu reacio a sumarse a la iniciativa para no irritar a Trump.

Sólo votó a favor de la propuesta uno de los 32 diputados del conservador Likud, Yuli-Yoel Edelstein, enfrentado con la cúpula del partido que lidera Netanyahu por la postura favorable del primer ministro a aprobar la exención del servicio militar para los haredíes.

Para evitar malentendidos con la Casa Blanca, el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Gideon Sa'ar, fiel escudero de Netanyahu pese a sus rencillas pasadas, explicó este jueves que "la decisión de adelantar la votación" no correspondía al Gobierno, "porque hay un gran esfuerzo para garantizar que el plan de Trump tenga éxito".

Sa'ar aclaró que la ley "no avanzará sin el apoyo del Gobierno israelí". Es cierto. Pero las explicaciones del jefe de la diplomacia israelí no sirvieron para tranquilizar a la Administración Trump porque, además, la votación parlamentaria coincidió con la visita a Israel del vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, que lo interpretó como una provocación personal.

El miércoles, Vance advirtió que la tramitación del proyecto de ley ponía en peligro la estabilidad de la tregua en Gaza y los planes de paz de Trump para Oriente Próximo.

Ayer jueves, el vicepresidente se mostró mucho más rotundo. "La votación en la Knéset sobre la anexión de Cisjordania fue extraña. Si fue una maniobra política, fue una maniobra política estúpida, y me sentí ofendido por ello. No permitiremos que Israel anexe Cisjordania y no estuvimos satisfechos con esa votación", declaró antes de partir de regreso a Estados Unidos.

Trump ha reiterado en varias ocasiones que no permitiría la anexión israelí de Cisjordania. Entrevistado por la revista Time, el mandatario estadounidense reafirmó que ese escenario "no va a suceder porque le di mi palabra a los países árabes. Y no se puede hacer eso ahora. Hemos tenido un gran apoyo árabe".

"No va a suceder porque le di mi palabra a los países árabes. No sucederá. Israel perdería todo su apoyo de Estados Unidos si eso ocurriera", insistió.

Ese escenario lastraría sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudí en un momento en el que el reino wahabí se encuentra "al borde de su adhesión formal" a los Acuerdos de Abraham, de acuerdo con el diplomático estadounidense Tom Barrack, convencido de que, "cuando Riad se mueva, los demás seguirán sus pasos".

Tras la crítica feroz de Vance, la oficina de Netanyahu emitió una declaración que tachaba la votación del miércoles como "una provocación política deliberada por parte de la oposición para sembrar discordia" durante la visita del exsenador de Ohio. "Los dos proyectos de ley fueron presentados por miembros de la oposición de la Knéset", reza el comunicado, convenientemente publicado en inglés.

Lo cierto es que Otzma Yehudit (Poder Judío, en español) y Sionismo Religioso, los partidos supremacistas antiárabes que encabezan Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, los miembros más radicales de la coalición de gobierno, respaldaron con sus votos el proyecto de ley. El propio Smotrich, además, respondió a las quejas de Arabia Saudí y sus vecinos del Golfo en términos muy duros.

"Si Arabia Saudí nos dice que, a cambio de la normalización, quieren un Estado palestino, les diremos: 'Amigos, no, gracias, pueden seguir montando camellos sobre la arena del desierto'", declaró este jueves el ministro de Finanzas durante una conferencia organizada por el diario sionista religioso Makor Rishon, una de las cabeceras de referencia entre los colonos.

Smotrich reconoció que "existe, sin duda, una gran posibilidad de ampliar los Acuerdos de Abraham", pero dejó claro al mismo tiempo que los suyos se asegurarían "de que no exista ni se establezca jamás un Estado palestino, y avanzaremos hacia acuerdos de paz con quienes sepan convivir con ello".

El desprecio de Smotrich por los saudíes desató tal escándalo que esa misma tarde tuvo que matizar sus palabras. El líder de la extrema derecha religiosa reconoció que su comentario había sido "lamentable" y que sentía "la ofensa", pero pidió a los saudíes que se abstuvieran de negar "la herencia, la tradición y los derechos" del pueblo judío en Judea y Samaria, la denominación predominante de Cisjordania en el Estado hebreo.

"Cuando se trata de la anexión en general, hay dos cosas que considerar. Una es que la anexión de facto ya ocurrió hace muchos años y continúa. Israel ya aplica su legislación en los asentamientos, la infraestructura, las conexiones… la anexión física ya se ha implementado", explica en conversación con este periódico el analista palestino Ibrahim Dalalsh, director del Centro Horizon de Estudios Políticos de Ramalá.

"Convertir eso en una declaración o en una ley, esencialmente, no crea una nueva realidad, sino que revela y declara lo que ya existe sobre el terreno", añade Dalalsh. "Por lo tanto, no es una cuestión de vida o muerte para Israel aprobar una ley, porque de hecho ya la tiene implementada en la práctica".

Marco Rubio toma el relevo

El relevo de Vance es Marco Rubio. El secretario de Estado es el siguiente en la lista de personas de la máxima confianza de Trump —después de su enviado especial Steve Witkoff, su yerno Jared Kushner y su vicepresidente— en visitar Israel. Rubio aterrizó este jueves en Tel Aviv con el cometido de sostener el frágil alto el fuego en Gaza y allanar el terreno para negociar la segunda fase del acuerdo de paz.

En la prensa israelí e internacional se repite estos días el término Bibi-sitting, que significa algo así como hacer de niñera para Netanyahu. Es decir, mantener controlado al primer ministro israelí para que la tregua en Gaza no salte por los aires a las primeras de cambio, como estuvo a punto de suceder el pasado fin de semana.

Una de las principales discrepancias entre la Administración Trump y el Gobierno israelí es el futuro contingente militar que se desplegará en Gaza para acelerar el desarme de Hamás. La Casa Blanca negocia con el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan para que Ankara participe en la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF), encargada de supervisar el alto el fuego.

"No vamos a imponer nada a Israel, pero Turquía desempeñará un papel constructivo", adelantó Vance este mismo miércoles desde el Centro de Coordinación Civil-Militar de las fuerzas estadounidenses en Kiryat Gat. Una premisa que Netanyahu, claro, rechaza de plano.