Donald Trump quiere atar en corto a Benjamin Netanyahu para evitar que el acuerdo de alto el fuego en Gaza salte por los aires a las primeras de cambio. No sería, desde luego, la primera vez que sucede.
De momento, el inquilino de la Casa Blanca impuso su marco para alcanzar "una paz duradera" en la región. También consiguió colar en la reunión del Gabinete israelí que ratificó este jueves el acuerdo con Hamás a su enviado especial, Steve Witkoff, y a su yerno, Jared Kushner, que jugaron un papel esencial para llevar a buen puerto las negociaciones en Sharm el-Sheij.
Está previsto, además, que Trump pronuncie este mismo domingo un discurso en la Knéset por invitación del propio Netanyahu. Defenderá desde la tribuna del Parlamento israelí el contenido de un acuerdo frágil que, sin embargo, logró acallar dos años después el sonido de las armas en Gaza.
De entrada, Bibi cerró filas con el plan de Trump. No tanto por convencimiento personal, puesto que ha rechazado acuerdos similares en los últimos meses, como por presión ambiental.
No sólo Hamás duda del verdadero interés de Netanyahu en cumplir lo pactado. Los países árabes también mantienen sus reservas hacia el líder del Likud, enfocado en mantener el poder a toda costa para eludir el máximo tiempo posible sus problemas con la Justicia.
Por eso, según adelantó este viernes el digital Axios, Trump aseguró personalmente a los líderes árabes que no permitiría a Israel violar el acuerdo.
La Casa Blanca quiere disipar la desconfianza y, sobre todo, cuidar su relación con Catar, cuya capital sufrió a principios de septiembre un ataque aéreo israelí que tenía el objetivo de eliminar a la delegación de Hamás al completo. Sin miramientos.
El interés de Trump es tal que la pasada semana firmó una orden ejecutiva que consideraba cualquier amenaza contra la seguridad nacional del Emirato como una amenaza para la propia seguridad nacional de Estados Unidos, una suerte de Artículo 5 de la OTAN a la carta.
Este viernes, además, el recién renombrado Departamento de Guerra, con Pete Hegseth a la cabeza, anunció haber alcanzado un acuerdo con Catar que permite a su fuerza aérea construir unas instalaciones en la base aérea estadounidense de Mountain Home, Idaho.
Cálculo político
Netanyahu ahora sí consideró rentable en términos políticos el hecho de sellar un pacto que garantiza el regreso de los 48 rehenes, de los cuales sólo 20 siguen con vida, en las primeras 72 horas desde la firma del acuerdo. Los secuestrados regresarán, sobre el papel, el próximo lunes.
El precio a pagar es relativamente bajo para el primer ministro israelí. Tendrá que retirar parcialmente a sus tropas, que pasarán de ocupar alrededor del 75 por ciento de Gaza a controlar algo más de la mitad del territorio palestino, según las líneas acordadas.
Las autoridades israelíes también tienen la obligación de sacar de sus cárceles a 250 prisioneros palestinos que cumplen cadena perpetua, así como a otros 1.700 palestinos detenidos en el transcurso de la guerra en Gaza, cuando Hamás efectúe la liberación.
Pero en la lista difundida por el Ministerio de Justicia de Israel no aparece, pese a las presiones de Hamás, el nombre de Marwan Barghouti, histórico dirigente de Fatah, una figura sobre la que sería posible construir un liderazgo palestino unificado de cara a la posguerra.
Además de colocar este y otros obstáculos para el establecimiento en el futuro del Estado palestino, Netanyahu reiteró este viernes que Israel estaba "apretando el cerco sobre Hamás desde todos los frentes", que la milicia islamista sería desarmada y que la Franja quedaría desmilitarizada.
"Hamás será desarmado y Gaza será desmilitarizada... Si esto se logra por las buenas, mucho mejor. Y si no, se logrará por las malas", insistió el primer ministro israelí en un discurso grabado desde su oficina de Jerusalén. Un mensaje desafiante, en tono de campaña, que trataba de recuperar su imagen como garante de la seguridad del Estado de Israel.
El líder del Likud sigue intentando borrar la mancha del 7 de octubre, por eso recuperó este viernes su compromiso de "romper el eje iraní, del cual Hamás es un componente central" y defendió su gestión de la guerra.
"Quien diga que este acuerdo sobre los rehenes siempre estuvo sobre la mesa simplemente no dice la verdad. Hamás nunca aceptó liberar a todos los rehenes mientras nuestras fuerzas permanecieran dentro de la Franja", afirmó. "Sólo accedió cuando tenía la espada al cuello, y esa espada sigue ahí".
Pero la cúpula de Hamás mantiene su negativa a entregar las armas a menos que las tropas israelíes abandonen Gaza. Ese asunto, quizás el más delicado del proceso de paz, será objeto de debate en las próximas semanas.
Amenazas reales
Los altavoces de Netanyahu en los medios suelen hablar más claro. "No hay una fase dos. Eso está claro para todos, ¿verdad? Tal vez haya una fase dos algún día, pero no tiene nada que ver con lo que se acaba de firmar. El acuerdo actual es un pacto de liberación de rehenes. No implica nada sobre el futuro", escribió el periodista Amit Segal, en la órbita del primer ministro, el día en que Trump anunció el acuerdo entre Israel y Hamás.
Su estrategia funciona. Según un sondeo reciente de la encuestadora Lazar Research, publicado en las páginas del diario Maariv, su partido volvería a ser el más votado en las próximas elecciones, previstas para octubre de 2026.
Obtendría 27 de los 120 escaños de la Knéset. Lejos de la mayoría, sí. Pero el bloque de la oposición tampoco alcanzaría la cifra mágica de los 61 diputados.
"Bibi ha tenido que aceptar que este es el final de la guerra, aunque no lo diga con esas palabras... Ahora intentará sacar el máximo provecho de la situación. Todo es bueno para Bibi", resume Anshel Pfeffer, biógrafo de Netanyahu y corresponsal de The Economist.
