Desde los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, es decir, en el transcurso de la brutal campaña militar en Gaza, Israel había atacado —varias veces, además— Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen. No contento con ese registro, el Gobierno de Benjamin Netanyahu decidió sumar un país más a la lista de agraviados: Catar.
Las Fuerzas de Defensa israelíes lanzaron en la tarde del martes la operación Cumbre del Fuego contra la cúpula de Hamás en el exterior. Los líderes de la organización islamista palestina estaban reunidos en Doha para estudiar la última propuesta de alto el fuego presentada por Donald Trump cuando ocurrió el ataque.
La Fuerza Aérea israelí movilizó quince aviones de combate para efectuar la operación. Los cazas lanzaron diez bombas de precisión contra la sede de la delegación de Hamás, ubicada en la zona turística de West Bay Lagoon. Un barrio en el corazón de Doha que alberga varias embajadas.
Netanyahu y su ministro de Defensa, Israel Katz, habían colocado en el punto de mira a los seis dirigentes de Hamás encargados de tomar las decisiones del grupo desde las muertes de Ismail Haniyeh y Yahya Sinwar.
El jefe negociador, Jalil Al Haya, y el responsable de las finanzas de la organización, Zaher Jabarin, además de otros miembros del buró político, como Mousa Abu Marzouk o Mohammad Darwish, figuraban en la lista de objetivos.
Pero la operación no consiguió su cometido. Sólo perdieron la vida cinco miembros de rango intermedio del grupo, entre los que figuran el hijo del jefe negociador, Humam Al Haya. Y también un agente de las fuerzas de seguridad internas de Catar, según informó a través de un comunicado el Ministerio del Interior del Emirato.
Los miembros del equipo negociador de Hamás salieron ilesos, como presumió horas después del ataque Suhail al-Hindi, otro miembro del buró político de la organización.
Ataque inédito
Era la primera ofensiva que Israel lanzaba contra el Emirato de Catar. La diminuta petromonarquía del Golfo desentona en la lista de países atacados. Primero, porque es uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región. Segundo, porque alberga la base militar estadounidense más importante en Oriente Próximo. Y tercero, porque cumple el papel de enlace diplomático con países o grupos con los que Estados Unidos no tiene canales de comunicación formales.
La mediación entre los talibanes y Washington durante el primer mandato de Trump sirve como precedente. Hamás es el ejemplo más reciente. Las autoridades cataríes han acogido las sucesivas rondas de diálogo para alcanzar un alto el fuego en Gaza. Y han trabajado sin descanso en este asunto con sus homólogos egipcios.
Además, el propio Trump aterrizó hace apenas cuatro meses en Catar, en el marco de una gira diplomática por el Golfo que buscaba recabar inversiones milmillonarias. En Doha, el mandatario estadounidense fue agasajado. Le regalaron incluso un Boeing 747-8 valorado en 400 millones de dólares.
"Hay dos lugares donde Israel hasta ahora se había abstenido de realizar eliminaciones selectivas debido a su sensibilidad política: uno es, por supuesto, Turquía, y el otro es Catar", destacó el periodista israelí Ohad Hemo en las páginas del Canal 12. "Bajo el amparo catarí, [los líderes de Hamás] se sentían relativamente protegidos".
Un edificio dañado, tras un ataque israelí contra los líderes de Hamás, según un funcionario israelí, en Doha , Qatar, el 9 de septiembre de 2025.
Esa protección responde a la buena relación entre Doha y Washington. Por eso, horas después del ataque, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró en rueda de prensa que su jefe estaba "muy afectado" por este "desafortunado incidente" que "no contribuye a los objetivos de Israel y Estados Unidos".
Aunque Israel había atacado un "objetivo legítimo", según sus palabras, la portavoz garantizó al mismo tiempo que "algo así" no volvería a suceder en suelo catarí. Leavitt también confirmó que Israel avisó a Trump con antelación y que su enviado especial, Steve Witkoff, había notificado a su debido tiempo a Catar.
El portavoz del Ministerio de Exteriores catarí, Majed al-Ansari, desmintió esta reconstrucción de los hechos, sin embargo. "La llamada que se recibió de un funcionario estadounidense se produjo mientras se oían las explosiones provocadas por el ataque israelí en Doha", informó a través de un comunicado.
Estado rebelde
El ataque de precisión en Doha no sólo forma parte de la campaña israelí para imponer su ley en Gaza. Una ofensiva que acumula cerca de 65.000 muertos, según el recuento de las autoridades sanitarias locales.
La operación en el corazón del Emirato también entra en los planes de la cúpula militar israelí para desmantelar el denominado Eje de la Resistencia, el mosaico de milicias patrocinadas por Irán que operan —o al menos lo hacían— en la región.
Esa alianza ha quedado profundamente debilitada porque, en el transcurso de la guerra en Gaza, el aparato de seguridad israelí ha sido capaz de diezmar de forma simultánea las cúpulas de la Guardia Revolucionaria iraní, de Hezbolá, de los rebeldes hutíes de Yemen y de Hamás.
Además de Haniyeh y Sinwar, Israel alcanzó en Beirut al número dos del grupo islamista palestino, Saleh al-Arouri. También abatió a los líderes del brazo militar de la organización que planificaron los atentados del 7-0, Marwan Issa y Saleh al-Arouri.
En la lista de objetivos sólo quedan los miembros de la delegación negociadora de Hamás, con Jalil Al Haya a la cabeza. Era otra línea roja que Netanyahu decidió cruzar.
