Rusia podría ganar miles de kilómetros cuadrados de territorio ucraniano en lo que se conoce ya como su "ofensiva de verano", según afirmó esta semana el analista independiente Ian Matveev al New York Times. La idea de Putin, analizada por el propio general Oleksandr Syrskyi, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, es seguir alargando el frente para poder aprovechar así su superioridad numérica. En lugares como la provincia de Sumy, al noreste del país, la proporción puede llegar a ser de cinco a uno en favor de los rusos, aunque dicha superioridad no se traduzca en importantes avances.
De hecho, el propio Matveev descarta que la ofensiva de verano vaya a suponer un cambio significativo en el discurrir de la guerra. No habrá, por lo tanto, según el experto, un derrumbe total de las defensas ucranianas, tal y como sí espera Vladimir Putin, razón por la cual lleva dándole largas varios meses a Donald Trump y sus vagas propuestas de un alto el fuego temporal. Putin está convencido, o al menos esa es la información que maneja, de que al Ejército ucraniano solo le falta una estocada final para verse obligado a la rendición y lograr así, en consecuencia, el ansiado cambio de régimen en Kiev.
Dicho esto, lo cierto es que las expectativas de Putin y sus asesores han estado, a lo largo de estos tres años y cuatro meses de guerra, muy lejos de la realidad. En la conversación mantenida este martes con Emmanuel Macron –la primera desde el inicio del conflicto–, el presidente ruso insistió en que la única solución era aceptar su propuesta de "paz", que básicamente es la misma que en febrero de 2022: la desmilitarización de Ucrania, la dimisión de Zelenski y el reconocimiento oficial de –por lo menos– las cuatro provincias anexionadas ilegalmente en septiembre de 2022: Zaporiyia, Jersón, Donetsk y Lugansk, con Odesa, Járkov, Sumy y Dnipro siempre en el horizonte.
Consecuencias de un ataque con drones rusos en Járkov.
La mejor defensa es un buen ataque
La única manera de conseguir una victoria en esos términos absolutos, entienden en el Kremlin, sigue siendo mediante el uso de la fuerza. Se calcula que ahora mismo hay casi medio millón de soldados rusos en suelo ucraniano. Las bajas son enormes, pero ni a Putin ni al general Gerasimov parecen importarle lo más mínimo. Sí le importan, desde luego, a Syrskyi y, sobre todo, a Zelenski y esta no es una cuestión puramente demográfica sino una manera de entender el mundo y el valor de la vida humana.
Por eso, Ucrania confía en sus drones para la defensa de sus posiciones este verano. Para ser honestos, nada de lo que estamos viendo se acerca a la idea que un ufano pudiera tener de una guerra antes del 24 de febrero de 2022: no hay blindados atacando trincheras ni minas haciendo explotar a soldados por los aires. Básicamente, hay vehículos aéreos no tripulados volando de un lado a otro, con mayor o menor eficacia. Ucrania ha acabado convirtiéndose en el mayor fabricante de drones del mundo: son baratos, equilibran la desigualdad numérica y le permiten no depender de terceros países.
Este punto ha cobrado especial importancia después de que el Departamento de Defensa estadounidense decidiera retener el envío de los interceptores PAC3 de defensa antiaérea que ya estaban listos para su despacho a Ucrania. Es complicado no vincular esta decisión con la estrecha relación entre Trump y Putin… y con el silencio ruso ante el ataque de Estados Unidos a Irán, uno de los principales aliados militares del Kremlin. Quid pro quo.
Aun así, en la pasada madrugada del lunes al martes, Kiev lanzó su mayor ataque sobre posiciones rusas en mucho tiempo. El mayor daño se produjo en Donetsk y sobre todo en su capital, ocupada por las milicias prorrusas desde 2015. Ahora bien, lo significativo fue el hecho de que varios de sus drones llegaran hasta la central electromecánica de Izhevsk, es decir, que atravesaran unos 1.300 kilómetros de territorio ruso hasta llegar a su objetivo sin que ningún sistema antiaéreo los detectara y los pudiera derribar.
Una explosión ilumina el cielo sobre la ciudad durante un dron ruso, en medio del ataque de Rusia a Ucrania, en Kiev, Ucrania, 29 de junio de 2025
El ¿señuelo? de Sumy
Hay que entender que el ataque tenía más de simbólico que otra cosa, pero aun así el mensaje que manda es muy poderoso: frente a la matraca rusa de la "ofensiva de verano", Ucrania avisa de que ellos también pueden atacar y pueden hacer daño, aunque esté claro que tendrán que pasarse la mayor parte de los próximos meses a la defensiva. Como decíamos antes, Rusia está forzando la máquina en al menos tres puntos decisivos, y aunque los progresos hasta la fecha no sean cruciales, la constancia del empuje puede acabar haciendo mella.
Y es que, al igual que pasara con Mariúpol, Bakhmut o Vuhledar, los rusos tienen problemas para soltar una pieza cuando ya le han hincado el diente. Eso les está pasando en Pokrovsk, ciudad del oeste de Donetsk que en su momento fue un importante nudo de comunicaciones, pero que, tras casi diez meses de intensos bombardeos, no es más que un montón de ruinas. En rigor, los rusos podrían marcharse de ahí y dejar de perder hombres y armas sin que eso afectara a sus planes de acercarse a Sloviansk y Kramatorsk, pero algo irracional se lo impide. Solo en los últimos días se están observando maniobras en Rodynske, precisamente para envolver Pokrovsk y no enfrentarse continuamente a un muro.
Esa manía de perderse en objetivos secundarios le puede acabar costando caro también a Rusia en los otros dos frentes más activos: el de Sumy y el de Velyka Novosilka, en el norte y el sur del país, respectivamente. Sumy es la región que hace frontera con Kursk y, una vez culminado el desalojo de las tropas ucranianas, los rusos han seguido avanzando hasta colocarse a apenas 12 kilómetros de la capital de la región. Una región que ya estuvo controlada en parte por el Ejército invasor al principio de la guerra.
De Sumy se lleva hablando mucho tiempo como objetivo número uno. Tanto, que se puede llegar a pensar que se trata de un señuelo. Aunque la prensa anglosajona pone mucho hincapié en lo que está pasando ahí y critica la falta de previsión ucraniana por no haber minado el terreno –el Wall Street Journal dedicó un extenso reportaje al respecto el pasado domingo–, lo cierto es que no se percibe una especial acumulación de hombres y mucho menos de blindados. Podría ser que Rusia estuviera intentando mover tropas ucranianas a defender ese frente para atacar por otro lado.
El objetivo de Zaporiyia
¿Y cuál sería ese otro lado? Sin duda, lo que más debe preocupar a Ucrania es el norte de Zaporiyia. Mientras no se deja de hablar de Sumy, los rusos están a las puertas de Velyka Novosilka y es en ese ángulo donde tienen mayores posibilidades de avance, pues pueden atacar tanto de este a oeste como de sur a norte, con la opción de unir sus tropas en cualquier momento y lanzarlas sobre un objetivo común.
También han avanzado en dirección a Orejov y Mala Tokmachka, con la idea, presumiblemente, de rodear el río Dniéper y acercarse lo más posible a Zaporiyia capital, bien protegida por este obstáculo geográfico. En general, se podría decir que los rusos están avanzando poco, pero en muchos sitios a la vez, lo que ha provocado que en junio hayan ganado más territorio que en ningún otro mes desde noviembre de 2024, en medio de una ofensiva terrible contra objetivos civiles en grandes ciudades.
En total, fueron 588 kilómetros cuadrados los que invadió Rusia en junio según el Institute for the Study of War, para un acumulado de 1.474 desde el 1 de abril, cuando Putin empezó a presionar de nuevo, en principio para conseguir una mejor posición en unas posibles negociaciones. Negociaciones, que estarán más cerca si la ofensiva de verano se queda en unas cifras parecidas a la de primavera… y se alejarán, como siempre, si a Rusia le va medianamente bien.
En Kiev, crece la sensación de que este puede ser un verano definitivo. Ante la volatilidad del panorama internacional, parar los pies a los rusos en los próximos meses sería de una enorme importancia y ayudaría a sus aliados a seguir creyendo en la resistencia. Por el contrario, una pérdida significativa de terreno haría sonar todas las alertas y podría llevar a Estados Unidos a asumir, aún más, las posiciones rusas, con todo lo que eso conllevaría para la seguridad de Europa.
