Nueva York

Existe un motivo por el cual los autócratas se empeñan agresivamente en ser anfitriones de macro eventos deportivos. Estos acontecimientos ofrecen publicidad y una apariencia de respetabilidad, dos cosas que Rusia busca imperiosamente. 

En menos de cien días, Rusia será sede del Mundial de Fútbol de la FIFA, el macro evento deportivo con mayor cantidad de espectadores del mundo. Pero a medida que miles de simpatizantes lleguen a las ciudades rusas y otros cientos de miles sintonicen sus televisores, el evento podría adquirir un cariz sombrío.

Mientras Rusia intenta enérgicamente posicionarse como una potencia moderna y confiada, sus fuerzas armadas están ayudando al Ejército sirio a recuperar por todos los medios territorios controlados por grupos armados contrarios al gobierno, con consecuencias devastadoras para la población civil

Los últimos abusos cometidos por la alianza militar entre Rusia y Siria tuvieron lugar en Guta oriental, una zona de Damasco que actualmente es blanco de ataques indiscriminados y de uno de los asedios militares más prolongados de la historia reciente. 

Desde el comienzo de la guerra en 2011, Rusia ha protegido al Gobierno sirio, incluso cuando masacraba, atacaba con gases tóxicos y sometía a hambruna a su propia población. En 2015, cuando el Gobierno del presidente Bashar al-Asad parecía acorralado, Rusia envió sus propias fuerzas al país, ayudó a Assad a recuperar el control, y provocó muertes y padecimientos para los sirios que vivían en áreas bajo el control de grupos armados contrarios al Gobierno. Los intentos para proteger a los civiles fueron escasos o nulos.

¿Tarjeta roja para el Mundial de Fútbol de Rusia?

En los ocho años desde que, en un proceso controvertido, Moscú fue elegida sede del Mundial de Fútbol, el país ha recibido críticas internacionales por su rol en la anexión de Crimea y el conflicto en el este de Ucrania, sin olvidar un escándalo por dopaje deportivo de grandes proporciones y los señalamientos de injerencia en las elecciones estadounidenses de 2016. El Kremlin también ha desplegado una amplia represión del disenso en el país y adoptó y aplicó una ley discriminatoria contra la “propaganda” gay.

¿Qué mejor manera de hacer borrón y cuenta nueva y ejercer poder blando que ser sede del torneo más importante del deporte más popular del mundo?

Después de todo, mientras dure el certamen, su mascota Zabivaka (El goleador) —un lobo caricaturesco que “irradia diversión, encanto y confianza”— se convertirá en “embajador de Rusia”.

El Mundial de Fútbol puede dar un esperado respiro ante los acontecimientos catastróficos mundiales. El deporte y la política pueden ser una combinación incómoda. Pero algunos crímenes son simplemente demasiado graves para ser ignorados

El presidente ruso Vladimir Putin, ansioso por devolverle a Rusia su grandeza, aspira a que el Mundial de Fútbol de este año sea un evento de “amistad y juego limpio”. Pero estas palabras pierden plausibilidad ante los acontecimientos de Guta oriental, donde desde el 19 de febrero, la ofensiva de la alianza militar sirio-rusa habría provocado la muerte de más de mil civiles. Se han producido ataques contra centros médicos y ambulancias, se han destruido viviendas y ya no quedan lugares seguros para los cientos de miles de civiles que intentan huir.

Tras intensas negociaciones el mes pasado, Rusia permitió que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobara mediante resolución el paso de convoyes de ayuda para socorrer a los cientos de miles de civiles atrapados, muchos de ellos niños. Pero desde entonces, todo lo que ha hecho Moscú para presionar a su socio sirio a que cumpla —si es que ha hecho algo— no ha sido suficiente.

No parece haberse hecho mucho para evitar que las bombas maten y mutilen a civiles. En efecto, el único convoy de ayuda que ingresó en Guta oriental desde que se aprobó la resolución fue despojado por las fuerzas sirias del 70 % de los insumos antes de ingresar.

Putin debería actuar sin demora para refrenar a su aliado sirio y obligarlo a detener los ataques contra civiles. La población de Guta oriental necesita con urgencia ayuda y atención médica. Si no logra hacerlo, durante este período de protagonismo Rusia podría exponerse a que el evento sea recordado como el Mundial de la vergüenza. 

***Philippe Bolopion es subdirector de Incidencia Global en Human Rights Watch.