Paradójicamente, el estallido de una grave crisis en la embajada israelí en Ammán -capital de Jordania- ha sido la clave para que el primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, y el rey jordano, Abdallah, lograran alcanzar un acuerdo el lunes por la noche para intentar poner fin a la violencia desatada en Jerusalén y Cisjordania en los últimos días.

El pasado domingo, un joven jordano de origen palestino de 17 años, Mohamad al-Jawawdeh, apuñaló por la espalda a un guardaespaldas de la delegación diplomática de Israel en Jordania. Zvi, seudónimo del agente de seguridad, respondió abriendo fuego con su pistola, y mató al atacante y a un cómplice que le acompañaba.

Instantes después del incidente, el gobierno israelí convocó un gabinete de emergencia, donde decretó la retirada inmediata de los 30 funcionarios de su embajada de Ammán, incluido el guardia herido, que fue tratado en el mismo edificio a la espera de recibir indicaciones.

No obstante, el gobierno jordano se opuso a la decisión, ya que pretendía investigar lo ocurrido. Por ello, cercó la embajada con policía y unidades especiales del ejército para impedir la marcha del cuerpo diplomático israelí y evitar que los manifestantes concentrados alrededor pudieran infiltrarse en el edificio. Israel alegó la inmunidad diplomática de la que gozan las embajadas para oponerse a la investigación, hecho que comportó una ruptura de relaciones momentánea.

Debido a la escalada de tensión, el ejecutivo israelí decidió enviar a Ammán a Nadav Argaman, responsable de los servicios de seguridad interna Shin Bet, para intentar desencallar el conflicto. Tras cometer el ataque, el padre del joven Mohamad declaró a la prensa jordana que “considero a mi hijo un shahid (mártir)”. En Israel se consideró evidente la conexión entre el incidente de la embajada y la escalada de tensión reciente vivida en la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo de Jerusalén, el lugar más sagrado del judaísmo y el tercero del Islam, tras La Meca y Medina.

Se rebaja la tensión

La embajadora israelí en Jordania, Einat Shalein, contó que la situación alrededor del edificio de la delegación diplomática era de máxima tensión. Jason Greenblatt, enviado especial norteamericano a Oriente Medio, David Friedman, el embajador en Tel Aviv, y el yerno del presidente, Jared Kushner –su hombre de confianza para intentar reanudar el proceso de paz entre israelíes y palestinos-, mediaron entre Jerusalén, Ramallah y Ammán para intentar calmar los ánimos.

Tras una larga e incierta espera, Netanyahu consiguió finalmente contactar con el rey Abdallah, que al parecer estaba de vacaciones en el extranjero. Finalmente, acordaron la liberación de los 30 funcionarios retenidos en Ammán a cambio de retirar los polémicos detectores de metales instalados por la policía israelí en los accesos a la Explanada de las Mezquitas. Como alternativa, el gabinete israelí ha reemplazado los detectores por cámaras de alta resolución capaces de detectar objetos sospechosos.

En un comunicado de prensa, Netanyahu agradeció a Trump por las gestiones de sus intermediarios: “Sus esfuerzos nos ayudaron a devolver al personal de la embajada. También quiero agradecer al rey Abdallah por la cooperación”, señaló.

El incidente ha sido un sobresalto en las buenas relaciones que mantienen los países vecinos en los últimos tiempos: en el campo estratégico las fuerzas de seguridad israelíes y jordanas mantienen vínculos estrechos en la lucha común contra la amenaza yihadista; y en el terreno económico, Jordania exporta ahora casi la mitad de sus productos a Europa a través del puerto israelí de Haifa, ya que la ruta siria quedó cerrada tras el inicio de la guerra civil en el país vecino.

El inicio del 'incendio' en Jerusalén



Israel colocó los detectores de metales a raíz de un ataque terrorista cometido el 14 de julio en Jerusalén por tres jóvenes árabes israelíes procedentes de la ciudad de Umm al-Fahm, considerada un bastión del islamismo fundamentalista al norte de Israel.

Los atacantes infiltraron de madrugada en la explanada una mochila con rifles de asalto caseros Carl Gustav, ya que los musulmanes pueden acceder libremente a la explanada por varios callejones contiguos del cuarto musulmán de la ciudad antigua. Los agresores pillaron desprevenidos a dos agentes de policía -pertenecientes a la minoría drusa-, les acribillaron por la espalda y los mataron. Instantes después se vivió un intenso tiroteo en la propia explanada, dónde los dos jóvenes árabes fueron abatidos. Su cómplice fue arrestado poco después.

A raíz del incidente, las fuerzas de seguridad israelíes tomaron la decisión de cerrar el complejo sagrado hasta nueva orden. Finalmente, el gobierno hebreo decidió colocar los detectores de metales en los accesos, una acción que desaconsejó el propio ejército y los servicios secretos israelíes.

Israel juega con fuego, Al-Quds (Jerusalén) es una línea roja para nosotros

La medida despertó la ira de las autoridades islámicas del Waqf en Jerusalén –organismo bajo control de Jordania-, que instaron a los fieles a negarse a pasar por los arcos en los accesos, e incitaron a manifestaciones y rezos masivos en los aledaños de las murallas de la ciudad vieja. Rápidamente, las llamas se extendieron en otros países musulmanes.

El secretario general de la Liga Árabe, Nabil el-Araby, advirtió que “Israel juega con fuego, Al-Quds (Jerusalén) es una línea roja para nosotros”. Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hizo un llamamiento a todos los musulmanes a “visitar la mezquita de Al-Aqsa y proteger Jerusalén”

Más que la propia colocación de los detectores –de hecho en el Muro de las Lamentaciones, ubicado a escasos metros, los visitantes deben pasar por ellos-, los palestinos consideraron la medida como un acto del gobierno israelí que pretendía violar el delicado status quo que prevalece en el lugar sagrado.

Tras la victoria en la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó Jerusalén Este y Cisjordania, y el Monte del Templo pasó a estar bajo su soberanía. A pesar de ser el lugar más sagrado para el pueblo judío, el entonces ministro de defensa israelí Moshe Dayan y el consejo rabínico acordaron vetar el rezo judío en el lugar, dada la enorme sensibilidad que suscita en todo el mundo musulmán.

Dayan escribió años después que los musulmanes debían mantener el derecho sobre el control del lugar, hecho que quedó reflejado en el acuerdo alcanzado entonces: Israel es el responsable de la seguridad externa, mientras que el Waqf jordano está al cargo de la gestión administrativa del lugar.



La implementación de los detectores culminó en un viernes de rezo musulmán especialmente violento, con imágenes en los barrios orientales de Jerusalén y muchos puntos de Cisjordania que recordaron las escenas vividas durante la Segunda Intifada iniciada en el año 2000. Jóvenes palestinos se enfrentaron a las fuerzas israelíes con piedras, cocteles molotov, fuegos artificiales y neumáticos en llamas.

Sigue el boicot

Los agentes respondieron con gases lacrimógenos, pelotas de goma, bombas de ruido y, en algunos casos, con munición real. En total, cinco palestinos murieron entre el pasado viernes y sábado en los disturbios. En otro incidente el mismo viernes durante la cena de Shabbat, un palestino se infiltró en una casa en el asentamiento judío de Halamish –al norte de Ramallah- y mató a cuchillazos a tres miembros de una misma familia.

A pesar del acuerdo alcanzado entre Jordania e Israel para retirar los detectores, el Waqf que gestiona la explanada afirmó a medios locales que mantendría el boicot al rezo en el sagrado lugar hasta que todas las medidas de seguridad sean retiradas, incluidas las cámaras de video vigilancia.

En la reunión semanal de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), el primer ministro Rami Hamdallah acusó a Israel de poner en peligro el frágil status quo y de “intentar borrar la identidad palestina de Jerusalén”. Además, oficiales de la ANP confirmaron que el acuerdo entre Ammán y Jerusalén se selló sin el beneplácito del liderazgo palestino. Ramallah suspendió la coordinación a todos los niveles –excepto urgencias humanitarias- con el gobierno israelí tras la instalación de los detectores, y el rais palestino Mahmoud Abbas declaró que “no habrá ningún cambio en las relaciones si la situación en Al-Aqsa no vuelve a como era antes del 14 de julio”.

Varios analistas hebreos coinciden en que el acuerdo con Jordania ha sido un bálsamo para Netanyahu, que se encontraba en un callejón sin salida tras la polémica colocación de los detectores. Está por ver si la nueva medida logrará apaciguar la tensión, o por el contrario se vivirán nuevos episodios de violencia en el kilómetro cuadrado más sagrado del mundo.