Las claves
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Después de la cumbre de Alaska, los líderes europeos pensaron que lo peor ya había pasado.
Llegaron a la conclusión, quizás algo apresurada, de que Donald Trump había comprendido que Vladímir Putin no estaba interesado en detener la denominada "operación militar especial" en Ucrania, que no aceptaría nada que no implicara la caída fulminante de Volodímir Zelenski y su sustitución inmediata por un mandatario afín en Kyiv y que tampoco cedería ni un sólo milímetro de los territorios ucranianos ocupados.
Los líderes europeos percibieron, además, un cambio en el tono utilizado por la Casa Blanca para comentar los avances sobre el terreno.
El punto de inflexión —en apariencia definitivo— tuvo lugar a finales de septiembre. Fue entonces cuando Trump escribió en Truth Social que Ucrania podría recuperar, por qué no, todas las regiones perdidas a manos de los rusos desde la anexión ilegal de Crimea de marzo de 2014.
"Después de conocer y comprender completamente la situación militar y económica entre Ucrania y Rusia y, tras ver los problemas económicos que esto le está causando a Rusia, creo que Ucrania, con el apoyo de la Unión Europea, está en condiciones de luchar y RECUPERAR toda Ucrania en su forma original", subrayó. "Con tiempo, paciencia y el apoyo financiero de Europa y, en particular, de la OTAN, las fronteras originales desde donde empezó esta guerra son una buena opción".
Su giro de 180 grados, precedido de una cita con Zelenski en los márgenes de la Asamblea General de la ONU, sorprendió a propios y extraños porque el inquilino de la Casa Blanca parecía haber adoptado de manera irreversible el marco de Alaska. Una negociación sobre la base del intercambio de territorios. O, mejor dicho, sobre la base de la cesión de territorios a Rusia por parte de Ucrania.
Zelenski se presentaba como el último obstáculo para materializar este plan, y tenía todas las de perder. Sólo el respaldo de los siete líderes europeos que lo acompañaron a mediados de agosto en su segunda visita a la Casa Blanca mejoró su situación.
La intensa presión diplomática de los líderes continentales, con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, a la cabeza, ligada al fracaso de las conversaciones en Alaska, donde Putin se empeñó en reproducir sus ya habituales explicaciones historiográficas para demostrar que Ucrania forma parte de Rusia, como adelantó el Financial Times, consiguió revertir la dinámica.
Después de aquel episodio, Trump permitió a las fuerzas ucranianas atacar con sus armas en suelo ruso, algo que Joe Biden nunca autorizó, y sondeó por primera vez la posibilidad de vender a Kyiv misiles de crucero Tomahawk para golpear refinerías y otros objetivos estratégicos en la Rusia profunda. Su paciencia con Putin parecía haberse agotado.
"Rusia ha estado luchando sin rumbo durante tres años y medio, en una guerra que a una Potencia Militar Real le debería haber tomado menos de una semana ganar", había escrito (sic) el propio Trump en la citada publicación de Truth Social.
Putin gana tiempo
El péndulo de la Casa Blanca, sin embargo, volvió a oscilar la pasada semana hacia Moscú. Un día antes de la tercera visita de Zelenski a la Casa Blanca, Putin decidió telefonear a Trump para frustrar el envío de Tomahawk y hacerle saber que, ahora sí, estaba dispuesto a negociar. Se salió con la suya.
El presidente ruso se citó dentro de dos semanas con su homólogo estadounidense en Budapest —para recuperar "el espíritu de Anchorage", en palabras del diplomático ruso Serguéi Riabkov— y dejó a Ucrania sin los esperados misiles de largo alcance.
El pasado viernes, Trump pidió congelar el conflicto a lo largo de la línea del frente y aseguró no haber discutido "nunca" con Zelenski la propuesta de entregar el Donbás. "Creo que el 78 por ciento del territorio ya está tomado por Rusia. Déjenlo como está por ahora, y más adelante pueden negociar algo", manifestó a bordo del Air Force One.
Preguntado por la propuesta del inquilino de la Casa Blanca de detener las hostilidades en el frente, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, puntualizó este lunes que "la postura negociadora de Rusia" sobre esta cuestión "no ha cambiado". En otras palabras, que Moscú ni lo contemplaba entonces ni lo contempla ahora.
Road to Budapest
El pasado viernes, Zelenski compartió con los líderes europeos el contenido de su tensa conversación con Trump. Sus aliados, confiados en haber dejado atrás el peor escenario posible, rescatan ahora la idea inicial de apuntalar en solitario las defensas de Ucrania, sin contar con el apoyo directo de Estados Unidos.
"La solidaridad de Europa con Ucrania frente a la agresión de Rusia es hoy más importante que nunca", escribió el sábado Donald Tusk en la red social X. "Ninguno de nosotros debería presionar a Zelenski cuando se trata de concesiones territoriales. Todos deberíamos presionar a Rusia para que detenga su agresión. La política de apaciguamiento nunca ha sido un camino hacia una paz justa y duradera", apostilló el domingo el primer ministro polaco.
"Zelenski cuenta con el pleno apoyo de Alemania y de los amigos europeos en el camino hacia la paz", reaccionó, por su parte, el canciller alemán Friedrich Merz, que avanzó que los líderes europeos se habían coordinado tras la visita de Zelenski a Washington para "acompañar de cerca los próximos pasos".
Todo hace presagiar que los próximos pasos a los que hacía referencia Merz se darán en Budapest.
El pasado viernes, la portavoz de la Comisión, Anitta Hipper, dejó la puerta abierta a que la capital de Hungría acogiera la cumbre después de aclarar que el presidente ruso sólo estaba sujeto a una congelación de activos por parte de la Unión Europea. Nada de prohibiciones de viaje a su territorio.
Sin embargo, como explica el analista ucraniano Anton Shekhovtsov, las sanciones de los Veintisiete no permiten a Putin pisar suelo comunitario, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, no puede cambiar esa realidad por sí mismo.
"Estos dos factores hacen que el viaje de Putin a Budapest dependa de la voluntad de la UE, por lo que es la UE quien debe decidir si permite o no que la reunión tenga lugar", zanja Shekhovtsov.
La mera posibilidad de que un país miembro del club comunitario albergue las negociaciones levanta suspicacias en las cancillerías europeas, sobre todo en los países bálticos, que cuestionan la voluntad de Putin de alcanzar algún tipo de compromiso.
Es el caso del ministro de Exteriores de Lituania, Kęstutis Budrys, quien reconoció este lunes que no podía imaginar a Putin "cruzando nuestro espacio aéreo".
"No hay lugar para criminales de guerra en Europa", declaró el jefe de la diplomacia lituana desde Luxemburgo. "El único lugar para Putin en Europa es en La Haya, ante el tribunal, no en ninguna de nuestras capitales".
La ex primera ministra estonia Kaja Kallas reconoció que es un trago amargo, pero no mostró tantos reparos como Budrys. "Estados Unidos tiene mucha fuerza para presionar a Rusia a sentarse en la mesa de negociación; si usan esa fuerza, entonces, por supuesto, eso es algo positivo", reconoció la alta representante de la UE.
Kallas, eso sí, presiona a las partes para reservar un asiento para Zelenski en Budapest.
"Mi deseo hubiera sido que fuera el presidente Zelenski quien se reuniera con Putin, porque en realidad son ellos quienes deben ponerse de acuerdo sobre esto", expresó la jefa de la diplomacia europea a su llegada a Luxemburgo. "Estamos trabajando también para convencer a nuestros aliados en todo el mundo de que nada puede salir de estas reuniones si Ucrania o Europa no forman parte de ellas", subrayó a su salida del encuentro con los ministros de Exteriores de la UE.
Zelenski dice estar dispuesto a presentarse en Budapest por mucho que considere que la capital de Hungría no es "el mejor lugar para esta reunión" dada la afinidad ideológica que une a Orbán y Putin.
El presidente ucraniano quiere estar presente con la condición de que el formato consista o bien en una reunión trilateral o bien en "una diplomacia itinerante, en la que el presidente Trump se reúna con Putin y luego conmigo".
Peskov aclaró este lunes que el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su homólogo estadounidense, Marco Rubio, todavía no han concretado los detalles del encuentro. La participación de Zelenski sigue, por lo tanto, en el aire.
