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Una nueva batalla electoral se libra este domingo en el margen oriental de Europa. Moldavia celebra las elecciones parlamentarias más decisivas de su historia reciente. Los comicios marcarán el rumbo de una nación de 2,3 millones de almas que comparte frontera con la convulsa Rumanía y una Ucrania en guerra, y que tiene que lidiar con las regiones separatistas prorrusas de Gagauzia y Transnistria. En este último reducto, anclado en la era soviética, permanecen desplegados alrededor de 1.500 soldados rusos.

Es un terreno minado para el bloque proeuropeo que lidera la presidenta Maia Sandu. Su Partido de Acción y Solidaridad (PAS, liberal) medirá fuerzas en las urnas con el Bloque Electoral Patriótico (BEP), una alianza entre socialistas, comunistas, el partido Corazón de Moldavia y la formación Futuro de Moldavia que sirve a los intereses del Kremlin.

Los líderes de la coalición rusófila estrenaron la campaña electoral en el monasterio de Căpriana, un símbolo nacional a las afueras de la capital, Chisináu. Revisten la promesa de obtener gas ruso barato en los próximos cinco años con un variado de proclamas religiosas y nacionalistas.

Otras plataformas opositoras intentan aplicar maniobras de distracción algo más sofisticadas. Es el caso del alcalde de Chisináu, Ion Ceban, que lidera el Bloque Alternativa. La coalición presenta credenciales proeuropeas, pero sus líderes proceden del Partido Comunista y tienen una relación fluida con varios oligarcas moldavos que operan al dictado del Kremlin.

El propio Ceban, con pasado socialista, tiene prohibida la entrada en el espacio Schengen. Rumanía vetó su ingreso en el territorio de libre circulación continental aduciendo razones de seguridad nacional.

La cuarta formación en liza es Nuestro Partido. Su líder es Renato Usatîi. Un populista ultraconservador que sirvió hasta en dos ocasiones distintas como alcalde de Bălți, la tercera ciudad más poblada de Moldavia. Una urbe de mayoría rusoparlante donde residen alrededor de 125.000 personas.

Tercer candidato más votado en las dos últimas elecciones presidenciales, Usatîi pretende abandonar el eje prorrusos-proeuropeos. Por eso critica las coaliciones que el PAS de Sandu y el Partido de los Socialistas (PSRM) del expresidente Igor Dodon han formado en siete distritos. Son acuerdos de gobernabilidad puntuales a nivel local que, sin embargo, no encuentran eco a nivel nacional.

De todos modos, Usatîi ha amasado su fortuna en Rusia, y ha trasladado su residencia a Moscú cada vez que los tribunales moldavos le han investigado por espiar para el régimen de Putin.

Tanto Ceban como Usatîi intentan esconder sus posiciones prorrusas "porque la mayoría de los políticos en Moldavia que desean tener al menos una oportunidad de llegar al poder hoy se dan cuenta de que la UE y la integración europea son populares en el país", explica en conversación con este periódico el analista Cristian Canțâr, profesor asociado de la Universidad de Oakland.

"No se trata de una simple maniobra de distracción individual, sino de una estrategia más amplia de Moscú y sus aliados locales: promover candidaturas que, sin declararse abiertamente prorrusas, fragmenten el campo proeuropeo, erosionen al PAS y generen coaliciones capaces de ralentizar o bloquear la integración europea", añade Delia Dincă, investigadora en asuntos europeos y vocal de relaciones internacionales de Equipo Europa.

Mientras, Sandu arenga a sus votantes para librar un "nuevo combate" en las urnas a la sombra de la Rusia de Putin. La dirigente liberal denuncia que el Kremlin pretende "capturar Moldavia mediante las urnas, usarnos contra Ucrania y convertirnos en una plataforma de lanzamiento para ataques híbridos contra la Unión Europea".

Muchos analistas temen que, en caso de que los partidos rusófilos sean capaces de articular una mayoría parlamentaria, Moldavia siga los pasos de Georgia, otro país aspirante a ingresar en la UE donde el partido gobernante Sueño Georgiano (SG) construye un régimen autoritario a imagen y semejanza de Rusia.

Los liberales de Sandu encabezan las encuestas, pero la diferencia es mínima. En las elecciones presidenciales del año pasado, que Sandu hizo coincidir hábilmente con el referéndum de adhesión a la Unión Europea, los moldavos en el exterior resultaron decisivos para desnivelar la balanza.

La presidenta selló su reelección con el 55% de los votos, frente al 45% de su rival, Alexandru Stoianoglo, otro de los líderes del Bloque Alternativa de Ceban.

La adhesión a la UE sumó cuatro puntos porcentuales más. Ahora, los de Sandu necesitan retener a toda costa esa mayoría para aprobar las reformas que garanticen su ingreso en las instituciones comunitarias antes de 2028.

"Aunque las presidenciales y el referéndum constitucional del año pasado confirmaron la opción ciudadana por la integración europea, las parlamentarias de este domingo son decisivas para materializarla", subraya Dincă en diálogo con EL ESPAÑOL. "Porque es el Gobierno el que negocia los capítulos de adhesión, aplica las reformas y gestiona los fondos europeos, mientras que el Parlamento inviste al Ejecutivo y adapta la legislación al acervo comunitario".

"Por eso, Moscú busca impedir que el PAS conserve la mayoría: su objetivo mínimo es forzarlo a coaligarse con partidos ambiguos o abiertamente prorrusos que ralenticen la integración, generando bloqueos y desgaste hasta propiciar un triunfo prorruso futuro; su objetivo máximo, aunque menos probable, es lograr una mayoría hostil a la UE que georgianice a Moldavia, frenando de facto el proceso de adhesión", añade.

El presidente ruso, Vladimir Putin, recorre la exposición de armas y equipo militar durante su visita a las plantas de Motovilikha en Perm. Mikhail Sinitsyn Reuters

À la rumana

Moldavia ha sufrido en la antesala electoral la operación Matrioska. Una campaña de desinformación masiva patrocinada desde Moscú. Según el portal de transparencia NewsGuard, la operación cibernética difundió a escala industrial que, además de malversar 20 millones de euros, Sandu es adicta a las drogas. No es cierto, claro. Pero eso es lo de menos.

El modus operandi de la operación Matrioska consiste en amplificar noticias falsas —en forma de artículos o vídeos— que copian el diseño de varios medios de comunicación reconocidos, como The Economist, la BBC o Euronews. Así se cuelan las fake news en el debate público.

"La campaña de difamación busca especialmente desmovilizar a la diáspora, consciente de que históricamente ha votado en su mayoría por opciones proeuropeas y constituye un factor decisivo en los equilibrios electorales", señala en este sentido Dincă.

Pero no es la única herramienta en manos de los rusos para alterar el resultado electoral. Las redes sociales, como Telegram o TikTok, son también cruciales en la estrategia del Kremlin. Suenan ecos de Călin Georgescu, un candidato prácticamente desconocido en Rumanía que, sin embargo, ganó la primera vuelta de las presidenciales —después anuladas por el Tribunal Constitucional— gracias a una presunta campaña en redes dirigida desde Moscú.

Ahora, la Fiscalía rumana acusa a Georgescu de atentar contra el orden constitucional y de otros seis delitos.

"En Moldavia, yo diría que Putin desea tener más Georgescus, en el sentido de que quiere que más figuras populares prorrusas sean visibles e influyentes en la política moldava", reflexiona Canțâr, que considera que, "en cierta medida, ya ha logrado esto con Igor Dodon, Irina Vlah [exgobernadora de Gagauzia], el oligarca Ilan Shor y otros".

El citado Shor, nacido en Tel Aviv, ha estado detrás de la compra de votos a través de entidades bancarias rusas. El mismo Shor que protagonizó once años atrás el denominado "robo del siglo". Un fraude bancario que, zas, hizo desaparecer cerca de 1.000 millones de dólares de bancos moldavos. El equivalente al 12% del PIB nacional.

A las amenazas híbridas se suman las amenazas tradicionales como, por ejemplo, la compra de votos, una lacra que se reproduce en cada proceso electoral en Moldavia.

Existen otros mecanismos. Según el diario Jurnal, la policía moldava realizó este lunes más de 250 registros, algunos en las residencias privadas de varios líderes regionales socialistas, en el marco de una causa penal que investiga "la preparación de disturbios y desestabilizaciones masivas" coordinadas desde la Federación Rusa.

En este terreno, Moscú también cuenta con el apoyo de la Iglesia moldava. La analista Angela Grămadă advierte en el portal Balkan Insight que "la iglesia volverá a afirmar que la adhesión de Moldavia a la UE amenazará la libertad religiosa y llevará al cierre de iglesias".

Sandu se dirige a los moldavos junto al primer ministro polaco, Donald Tusk, y el presidente francés, Emmanuel Macron. Stephanie Lecocq Reuters

Descontento

El 40% de los moldavos todavía no tiene claro el sentido de su voto. El descontento público es palpable. "Los moldavos rurales se preocupan por las facturas y las cosechas. Los jóvenes urbanos se quejan del desempleo, la corrupción y los bajos ingresos, mientras que los ancianos sufren pobreza debido a pensiones mínimas", escribe Oana Popescu-Zamfir, directora del GlobalFocus Center, un think tank con sede en Bucarest.

"Maia Sandu y el PAS llegaron al poder en 2020 y 2021 con una gran ola de expectativas por parte del electorado, un electorado agotado por décadas de mala gestión, corrupción e influencia oligárquica. Estas grandes expectativas nunca se cumplirían por completo, especialmente después de que Sandu y el PAS comenzaran a enfrentarse no solo a instituciones ineficientes y corruptas, sino también a crisis inesperadas como la pandemia, las crisis energéticas y la invasión de Rusia a Ucrania", explica Canțâr.

"Dicho esto —prosigue el analista—, es cierto que el PAS y Sandu podrían haber hecho más y actuar más rápido para abordar los problemas que estaban en su poder, como destituir a varios funcionarios que estuvieron lentos en aplicar reformas económicas, judiciales".

Dincă coincide con esta radiografía: "La popularidad de Sandu y del PAS se ha visto erosionada por una sucesión de crisis que han puesto a prueba la resiliencia social y económica. El Covid-19, la llegada masiva de refugiados ucranianos —Moldavia sigue albergando una de las cifras más altas de Europa en relación con su población— y las repercusiones económicas de la guerra han generado un profundo cansancio social, agravado por una inflación persistente que deteriora el poder adquisitivo de los hogares".

Canțâr destaca que "otro factor importante a tener en cuenta es que el electorado moldavo está polarizado, a menudo por líneas geopolíticas, de modo que las críticas a las autoridades se basan con frecuencia en opiniones geopolíticas y no necesariamente en una evaluación imparcial de los éxitos y fracasos de las políticas públicas".

"Por ejemplo, existen múltiples informes sobre los habitantes de Gagauzia, que tienden a ser muy prorrusos, negándose a aceptar la realidad de que la Unión Europea ha proporcionado fondos a la región", explica.

"Moldavia está en la primera línea de una confrontación geopolítica más amplia entre la UE y Rusia por la influencia en la región", resume Popescu-Zamfir. Y Rusia parte con ventaja porque, a diferencia de la UE, no necesita lograr una victoria aplastante. "Su estrategia de control mediante coaliciones apunta a producir un Parlamento fracturado o una coalición proeuropea debilitada", subraya la especialista. "Eso bastaría para frenar las reformas, paralizar la gobernanza y mantener a Moldavia atrapada en un ciclo de vulnerabilidad".