Más de un millón, según el recuento de los sindicatos. Medio millón, según los datos del Ministerio del Interior. Es probable que la realidad se sitúe en un punto intermedio entre ambas cifras. Ese es el número de personas que recorrieron este jueves las principales calles de Francia para protestar contra la agenda de austeridad que abanderan el presidente Emmanuel Macron y Sébastien Lecornu, su cuarto primer ministro en dos años.
Profesores, personal sanitario, ferroviarios, estudiantes y otros colectivos expresaron su rechazo a los recortes de 44.000 millones de euros que contemplaban los presupuestos para el próximo curso del Gobierno de François Bayrou. La huelga afectó a la mayoría de los trenes de media distancia. También a los colegios e institutos públicos.
Los manifestantes pidieron aumentar el gasto social, mejorar los servicios públicos, gravar a las grandes fortunas. Una propuesta que el primer secretario del Partido Socialista, Olivier Faure, presentó la víspera a Lecornu en la ronda de consultas que el primer ministro ofreció en Matignon a los distintos grupos parlamentarios.
Macron, que necesita reducir un déficit del 5,8% y la deuda, que equivale al 114% del PIB, propone otras recetas. Sus propias recetas. Es la inflexibilidad que el Elíseo ha contagiado a Matignon lo que motivó la huelga nacional.
En la memoria de los franceses pesa la aprobación de la reforma laboral que elevó la edad de jubilación hasta los 67 años. La legislación que sacó adelante vía decreto el Gobierno de Élisabeth Borne unió a los grandes sindicatos de Francia. Dos años después de aquella dura derrota sindical, las organizaciones laborales volvieron a salir juntas a las calles.
El ministro del Interior, Bruno Retailleau, había ordenado el despliegue de 80.000 agentes de policía a nivel nacional, además de 26 vehículos blindados Centauro y diez máquinas lanzadoras de agua. Un operativo de seguridad sin precedentes desde la revuelta de los chalecos amarillos de 2019.
La jornada transcurrió sin incidentes graves a pesar de que el ministro, líder de la derecha tradicional de Los Republicanos (LR), había advertido a los prefectos de policía del riesgo de "alteraciones del orden público" por "la presencia de grupúsculos de ultraizquierda que intentarán infiltrarse en las marchas sindicales".
Sólo hubo disturbios puntuales en ciudades como París, Nantes o Lyon, donde al menos diez manifestantes resultaron heridos. La Policía detuvo a a 309 personas en todo el país, según Retailleau . Hubo asimismo varias denuncias de brutalidad policial y 26 miembros de las fuerzas de seguridad también sufrieron heridas.
"Cualquier acción violenta solo le sirve a una persona: al señor Retailleau, que necesita la violencia y los contenedores en llamas para afirmar su papel de salvar de no sé qué", denunció este jueves desde las calles de Marsella el líder de La Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, que acusó a Retailleau de ser una "provocación ambulante".
La policía detiene a un manifestante en París.
La líder del antiguo Frente Nacional, Marine Le Pen, guardó silencio durante toda la jornada, pero su discípulo Jordan Bardella expresó a través de redes sociales su apoyo "a las fuerzas del orden agredidas por milicias de extrema izquierda que arruinan las movilizaciones sociales. El mensaje del Estado debe ser claro: toda persona que ataque a nuestros policías debe pasar la noche en prisión de forma inmediata".
"Esto es una advertencia, una advertencia clara para Sébastien Lecornu. Queremos un presupuesto socialmente justo", declaró la líder de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), Marylise Léon. "La ira es inmensa, y también lo es la determinación. Mi mensaje para el señor Lecornu hoy es este: son las calles las que deben decidir el presupuesto", apuntó Sophie Binet, su homóloga de la Confederación General del Trabajo (CGT).
Lecornu sufrió su primera huelga en su primera semana en el Palacio de Matignon. Lecornu sigue sin presentar sus presupuestos. El movimiento puede activar la cuenta atrás de su Gobierno. El excomisario europeo Michel Barnier duró tres meses en el cargo. Bayrou, que propuso el recorte de 44.000 millones de euros de las cuentas públicas, aguantó nueve.
Sometido a una fuerte presión para no seguir los pasos de sus predecesores, Lecornu reafirmó en la noche del jueves su compromiso de "continuar el diálogo con el conjunto de los interlocutores sociales". "Recibiré nuevamente a las fuerzas sindicales en los próximos días", prometió a través de un comunicado.
Lecornu está necesitado de nuevos socios, tanto en las instituciones como en la calle. Pero no ha empezado con buen pie en ninguno de los dos espacios. Un nutrido grupo de personas marchó en la tarde de ayer por la ciudad de Évreux, en la prefectura del Eure, donde el flamante primer ministro, un macronista de primera hora con pasado gaullista, comenzó su carrera política.
"Por mucho que sea de aquí, no ha dejado precisamente buenos recuerdos", trasladaba el secretario de la CGT en Eure, Olivier Guillot, en declaraciones a la emisora FranceInfo. "Cierres de servicios de proximidad, abandono de los barrios populares… Y, perdón, pero miremos su posición: representa el ala más derechista del macronismo".
