Donald Trump abandonó la noche del martes, a bordo del Air Force One, un país aún convulsionado por la muerte del activista ultraconservador Charlie Kirk para aterrizar en otro cuyo asesinato —pese a ser una figura poco conocida por el gran público— espoleó la mayor protesta callejera de la extrema derecha de su historia.
Más de 110.000 personas colapsaron el pasado sábado el centro de Londres bajo el lema Unite the Kingdom (Unamos el Reino) para expresar su descontento con el Gobierno del laborista Keir Starmer. Los reporteros gráficos captaron varios retratos de Kirk entre los manifestantes.
Tres días después, el presidente de Estados Unidos inició su segunda visita oficial a Reino Unido. La primera de su segundo mandato.
El desplazamiento tiene un alto componente simbólico porque convierte a Trump en el primer mandatario internacional electo que recibe dos veces la invitación de la familia real británica. Un detalle que Starmer remarcó durante su encuentro del pasado mes de febrero en el Despacho Oval.
"Esto es realmente especial. Esto nunca ha sucedido antes. Es algo sin precedentes", le explicó el líder laborista, haciéndole entrega de la carta de Carlos III como quien saca un as de la manga. "Un hombre hermoso, un hombre maravilloso", comentó Trump, ufano, sobre el monarca.
La visita oficial de Trump coincide con el repunte de la polarización en Reino Unido. Uno de los principales instigadores es Elon Musk. El magnate de origen sudafricano incita la "revolución" al otro lado del Atlántico.
Es él quien impulsa la imagen pública de Tommy Robinson, organizador de las protestas del pasado sábado, en detrimento de Nigel Farage, líder del partido ultra Reform UK, cuya postura sobre la inmigración tachó de "débil" hace sólo unos meses.
Musk ni siquiera oculta sus intenciones. Cuando la manifestación del sábado terminó frente al palacio de Whitehall, sede de la administración civil británica, su rostro apareció en las pantallas gigantes habilitadas en la zona. "Elijan o no la violencia, la violencia vendrá a ustedes. O luchan o mueren", declaró por videoconferencia.
El llamamiento a la rebelión en el corazón de Londres recordó a su intervención en el último mitin de campaña de los ultras de Alternativa para Alemania (AfD).
Pero Musk tendrá complicado convertir Reino Unido en otra sucursal del trumpismo. Según una encuesta reciente de YouGov, sólo el 16% de los británicos tiene una percepción positiva del presidente de Estados Unidos. Su popularidad es incluso menor que la del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
Los británicos quizá no simpatizan con Trump, pero un sector cada vez mayor de su sociedad comparte sus ideas. No deja de ser irónico, en este sentido, que el difunto Kirk, primer mártir del trumpismo, escribiera en marzo que "la revolución de Trump está llegando a Reino Unido".
Starmer escribió el pasado sábado en la red social X que "la gente tiene derecho a manifestarse pacíficamente. Es un valor fundamental de nuestro país. Pero no toleraremos agresiones a los agentes de policía que cumplen con su deber ni que haya personas que se sientan intimidadas en nuestras calles por su origen o el color de su piel".
Este martes, el premier británico condenó "los llamamientos a la violencia de un multimillonario extranjero" durante una reunión del Gabinete. Una respuesta a las acciones de Musk.
Manifestantes protestan en Windsor contra la visita oficial de Trump.
Pompa y boato
Trump, que dio por amortizada su relación con el CEO de Tesla y evitó pronunciarse sobre la manifestación ultra, será recibido este miércoles en el Castillo de Windsor por el rey Carlos III. La Casa Real británica ha organizado una ceremonia con pompa y boato para ablandar al presidente, que acudirá en compañía de la primera dama, Melania Trump.
Habrá paseo en carruaje, banquete de Estado, desfile aéreo con aviones de combate F-35 —en caso de que el clima acompañe, claro— y una salva de cañones. Un todo incluido que precederá a su reunión del jueves con Starmer. El encuentro no tendrá lugar en el número 10 de Downing Street, sino en la casa de campo de Chequers. Un entorno rural para evitar cualquier tipo de protestas.
Los aranceles al acero y al aluminio y las guerras de Ucrania y Gaza estarán en la agenda. Aunque la razón que motiva la visita oficial de Trump es la firma de acuerdos bilaterales valorados en 10.000 millones de dólares. Es la fórmula que encontró Starmer para renovar su "relación especial" con Washington.
El premier británico quiere atraer a las grandes fortunas de Silicon Valley. Convertir Reino Unido en un hub tecnológico. Un lugar atractivo que fomente las inversiones de las gigantes norteamericanas. Por eso, Trump no viaja en solitario. Además de Melania, el mandatario republicano comparte travesía con los directores ejecutivos de Apple, Tim Cook; Nvidia, Jensen Huang; y OpenAi, Sam Altman.
El caso Epstein
Starmer ha sido capaz de construir una relación de confianza con Trump. Es uno de los pocos líderes europeos que tienen —o parecen tener— su respeto. El laborista se ha ganado sus elogios a pesar de la distancia ideológica que les separa.
De todos modos, la llegada de Trump coincide con su peor momento en términos de popularidad. Golpeado por la dimisión de Angela Rayner, número dos del Gobierno y del Partido Laborista, y salpicado por la destitución de Peter Mandelson, embajador en Washington, Starmer registra un índice de desaprobación del 69%, según YouGov.
Rayner evadió el pago de impuestos en la adquisición de una vivienda. Mandelson mantuvo una estrecha relación de amistad con Jeffrey Epstein, hasta el punto de considerarle su mejor amigo. "Te tengo en gran estima y me siento impotente y furioso por lo que ha sucedido", le escribió por correo tras su condena, según los documentos que la Cámara de Representantes decidió hacer públicos la pasada semana.
Sólo seis días separaron la renuncia de Rayner y el cese de Mandelson, una figura divisiva en el laborismo. Starmer había cerrado filas con los dos. Las revelaciones sobre ambos casos le obligaron a retractarse.
El caso Epstein amenaza con empañar la visita del inquilino de la Casa Blanca. Sobre todo, porque fue Mandelson quien supo engrasar las relaciones entre Starmer y Trump. Tampoco deja de ser paradójico que Trump también mantuviera un fuerte vínculo de amistad con Epstein, cuya condena sacudió a la familia real británica. En concreto, al príncipe Andrés, hermano menor de Carlos III. Por eso, es probable que nadie quiera hablar del tema.
La crisis de identidad de Starmer impulsa a su némesis Farage. Reform UK lidera con holgura las encuestas a pesar de las críticas de Musk. Aunque las declaraciones del magnate ponen de relieve que existen divisiones en el sector de la derecha radical británica.
De hecho, los líderes de la plataforma de Farage ni siquiera acudieron a la manifestación del pasado sábado. El principal promotor del Brexit evita desde hace tiempo mezclarse con el citado Tommy Robinson, cuyo nombre real es Stephen Yaxley-Lennon.
Antes de recalar en Advance UK, otra formación de línea dura fundada por disidentes de Reform UK, Robinson militó en el Partido Nacional Británico (BNP), de ideología fascista. Tiene antecedentes por agresión, uso de pasaporte falso, fraude hipotecario, desacato al tribunal y acoso a un periodista. Estaba vetado en la red social X hasta que Musk adquirió la compañía. Farage sabe que puede ser políticamente radiactivo en su esfuerzo por captar nuevos votantes.
