Jorge Raya Pons
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Francia vivió este miércoles una de las jornadas de mayor tensión social desde las huelgas contra la reforma de las pensiones. Miles de personas salieron a la calle en distintas ciudades bajo el lema "Bloquearlo todo" para expresar su rechazo al presidente Emmanuel Macron, a la clase dirigente y al plan de recortes presupuestarios que sepultó la carrera de François Bayrou.

El Ministerio del Interior cifró la afluencia en 197.000 participantes, mientras la CGT registró 250.000.  Los disturbios se extendieron por todo el país. En París, la policía antidisturbios empleó gases lacrimógenos para dispersar a grupos de jóvenes que levantaron barricadas y quemaron contenedores. Más de 200 personas fueron detenidas solo en la capital.

Según un informe publicado a las 23:00 h por el Ministerio del Interior, en total se produjeron 540 arrestos y 253 bloqueos a lo largo de la jornada.

El Ejecutivo desplegó a más de 80.000 agentes para contener los altercados. Los enfrentamientos se concentraron en torno a estaciones, institutos y carreteras. En Nantes se cortó una autopista con neumáticos ardiendo. En Rennes un autobús fue incendiado y en Montpellier se repitió el mismo escenario con barricadas improvisadas.

Los bomberos tuvieron que intervenir en un restaurante del centro de París, donde un incendio amenazó con propagarse a edificios colindantes. Imágenes televisivas mostraron a un hombre descendiendo por un andamio mientras las llamas alcanzaban la fachada.

La protesta, surgida en mayo en redes sociales como iniciativa de grupos de extrema derecha, se la han apropiado sectores de la izquierda y la extrema izquierda.

El movimiento recuerda al de los chalecos amarillos de 2018, aunque, según el sociólogo Antoine Bristielle, esta vez destaca la presencia de estudiantes y jóvenes con un discurso centrado en la justicia social y la lucha contra las desigualdades.

En París, muchos menores de edad se sumaron a las movilizaciones. "Queremos que se escuche nuestra voz, no podemos seguir así", afirmó Emma Meguerditchian, estudiante de la Sorbona de 17 años, a la agencia Reuters. Otros manifestantes portaban pancartas con mensajes como "La República de la élite rica" o "Macron dimisión".

La tensión social coincidió con el relevo en el Gobierno. El conservador Sébastien Lecornu, hasta ahora ministro de Defensa y uno de los más fieles colaboradores de Macron, asumió el cargo de primer ministro tras la destitución parlamentaria de François Bayrou. En su discurso prometió "rupturas en el fondo y no solo en la forma" para superar la crisis política y social.

"Debemos cerrar la brecha entre lo que ocurre en la vida política nacional y lo que nuestros conciudadanos esperan en su día a día", declaró Lecornu, que inició una ronda de contactos con partidos y sindicatos en busca de apoyos.

La estabilidad de su gabinete dependerá de lograr al menos una abstención del Partido Socialista en la próxima votación presupuestaria.

El país se enfrenta a un déficit público previsto del 5,4% del PIB en 2025 y a una deuda equivalente al 114% de la riqueza nacional. El plan de ajuste de 44.000 millones de euros que tumbó al anterior Ejecutivo sigue sobre la mesa. La oposición ya ha advertido que censurará cualquier medida que haga recaer el peso del ajuste sobre las clases populares.

Jordan Bardella, líder de Agrupación Nacional, avisó de que sin cambios profundos la censura será inevitable. En la izquierda, Jean-Luc Mélenchon insistió en que Macron debe dimitir. Lecornu tiene hasta el 13 de octubre para presentar su proyecto presupuestario a la Asamblea Nacional.