“Escribir no es solo una habilidad; es una forma de terapia y escape”. La frase corresponde a una jovencísima poeta palestina llamada Taqwa Ahmed que ha tenido a bien responder a las preguntas de este periodista. A través de WhatsApp, eso sí, porque Taqwa se encuentra en Gaza y las comunicaciones con el lugar son bastante limitadas. “En momentos de presión, dolor o miedo el acto de escribir me permite liberar emociones y procesarlas”, añade. “Me ayuda, en fin, a conservar la esperanza y me da una sensación de control sobre un mundo que, a menudo, parece incontrolable”.
Taqwa estudia Literatura Inglesa en la Universidad Islámica de Gaza. Una institución académica fundada en 1978 que llegó a tener once facultades y veinte centros de investigación antes de ser destruida por las fuerzas armadas de Israel. Algo que ocurrió el 10 de octubre del 2023, durante la primera fase de la ofensiva lanzada por Benjamín Netanyahu para vengar el ataque llevado a cabo por Hamás contra varios kibutz israelíes unos días antes. Desde entonces el centro de estudios imparte sus clases online.
Además de continuar con sus estudios desde casa, la joven poeta colabora con diferentes medios de comunicación internacionales como, por ejemplo, los estadounidenses The Intercept y The Washington Report o la edición en inglés de Al Jazeera. Cuando se le pregunta por sus referencias periodísticas y literarias, Taqwa prefiere no presentar una lista de nombres alegando que sus habilidades con la pluma –o el teclado– responden a “un proceso orgánico” basado a sus múltiples lecturas.
Con todo, concede, si tuviese que nombrar una fuente de inspiración esa sería el poeta palestino Refaat Alareer, cofundador del proyecto literario We Are Not Numbers –al que Taqwa pertenece– y alguien que murió a comienzos de diciembre del 2023 a causa de un misil israelí. Según la organización Euro-Med Monitor, Alareer no fue un daño colateral o un “error” sino un objetivo buscado por Israel. En el momento de su muerte ya había perdido a una treintena de familiares debido a la guerra.
“He leído todo lo que publicó, he visto sus conferencias e incluso he escrito un ensayo sobre él”, explica. “Tomé notas detalladas de las lecciones que aprendí de sus escritos y esas notas continúan guiándome a día de hoy”. Taqwa destaca el famosísimo poema Si debo morir, escrito en 2011 y que alcanzó fama internacional en los días y semanas posteriores a su muerte. Uno de los versos que siempre lleva consigo, dice, es el de “si debo morir, tú debes vivir para contar mi historia”.
“Sus palabras resumen lo que, para mí, significa la literatura”, cuenta. O sea: “La capacidad para trascender la muerte, la destrucción y el silencio”. Ese es el poder, añade, que busca alcanzar con su propio trabajo y lo que “me anima a seguir escribiendo cada día”.
Tocar puertas a través de Facebook
Fue Gonzalo Delgado, un español enamorado del mundo árabe que ha viajado mucho por esa parte del mundo, quien me puso en contacto con Taqwa Ahmed a mediados de agosto. El motivo: un proyecto puesto en marcha junto a otros dos amigos la pasada primavera destinado a encontrar, y difundir, voces literarias procedentes de Gaza.
“Yo estoy muy enganchado a la literatura árabe porque para mí es esencial a la hora de preparar y complementar los viajes que hago por esos países”, explica Gonzalo durante una conversación telefónica. Es esencial, en fin, para comprender el mundo árabe.
“Entonces, a raíz del genocidio de Gaza, me puse a buscar y caí en la cuenta de que no encontraba nada que fuese literario”. En formato periodístico había muchas cosas. Como, por ejemplo, las crónicas de Mosa Abu Toha en la revista The New Yorker que terminaron valiendo un Pulitzer o las instantáneas del fotoperiodista Motaz Azaiza. Pero la vertiente literaria parecía desierta. Lo cual le resultaba francamente frustrante.
“Es cierto que la literatura encierra subjetivismo puro y duro”, concede. “Pero también ofrece una dimensión emocional distinta a la que se puede encontrar en otros formatos”. Una dimensión emocional, añade, que con el paso del tiempo se agradecerá.
A modo de ejemplo Gonzalo pone dos casos sobre la mesa. El primero sería toda la producción literaria surgida al calor del asedio que sufrió Sarajevo durante la guerra de Yugoslavia. Y el segundo no es otro que el famoso Libro negro coordinado por los escritores soviéticos Ilyá Ehrenburg y Vasili Grossman nada más terminar la Segunda Guerra Mundial; una obra que tenía como fin documentar el exterminio de los judíos europeos a manos del régimen nazi.
Gonzalo cuenta que el proceso para dar con poetas como Taqwa Ahmed, escritoras como Ghaydaa Al Abadsa –quien a sus 23 años reside en una tienda improvisada en los arrabales de Jan Yunis– o novelistas como el jovencísimo Ahmed Sbaih –otro licenciado en Literatura Inglesa– fue de lo más artesano.
“Tengo algunos contactos fruto de mis viajes a la región, sí, pero al final lo que hicimos fue tocar puertas prácticamente desde cero”, explica. Es decir: comenzaron a rastrear las redes sociales –Facebook, principalmente– y a enviar mensajes privados explicando su idea. Hasta que un buen día alguien acusó recibo y les puso en contacto con varios jóvenes gazatíes. “Empezamos con ellos y, a partir de ahí, conseguimos tejer una red cada vez más grande”.
La respuesta, dice, ha sido muy positiva. “He sido muy sincero con todas las personas que han accedido a enviarnos sus escritos”, cuenta. “De entrada, tras exponer la idea, aclaraba que éramos solo tres amigos sacando el proyecto adelante y que no podíamos garantizar retorno económico”. A lo que los jóvenes gazatíes contestaban parafraseando al ya mencionado Refaat Alareer: “No te preocupes, nos basta con poder contar lo que está ocurriendo aquí”.
Gonzalo asegura, no obstante, que si el libro consigue generar beneficios ese dinero irá –una vez honrado el contrato firmado con la editorial– al bolsillo de quienes han prestado su voz al mismo. Es decir: ni él ni su par de amigos tienen pensado quedarse nada.
La indiferencia de los gobiernos árabes
“Una colega de la plataforma We Are Not Numbers llamada Deema Fayyad fue quien me habló de Gonzalo y de su proyecto”, explica Taqwa. “Luego charlé directamente con él y, además de parecerme una persona muy agradable, comprendí lo que quería conseguir con el libro”. Por eso, sentencia, decidió sumarse.
Parte de uno de los poemas que le ha hecho llegar a Gonzalo dice así:
Un padre sostiene sueños rotos en las manos,
Mientras las bombas rasgan la noche entre alaridos.
Las familias huyen, ya no queda amparo,
Sus recuerdos quedan atrás, entre polvo y barro.
Las casas se derrumban, el polvo asciende,
Bajo los escombros, gritos que no se oyen.
El hambre muerde con dientes crueles y afilados,
Los platos vacíos y los sueños enterrados.
“Me enteré del proyecto cuando me contactó por correo electrónico”, cuenta por su parte, vía WhatsApp, Ghaydaa Al Abadsa. La escritora que vive en una tienda cerca de Jan Yunis. Un sitio al que, por cierto, se trasladó después de que el edificio en el que se encontraba el apartamento familiar fuese bombardeado. No ha sido esa su única desgracia. Ni siquiera la más dolorosa, pues también ha perdido a su padre.
“Gonzalo me explicó que estaba trabajando en la publicación de un libro de relatos sobre la vida en Gaza durante este genocidio y me preguntó si quería participar”, añade. Dijo que sí.
Los textos de Ghaydaa buscan documentar, recurriendo a las herramientas de la literatura, episodios reales ocurridos durante el último par de años. Algunos los ha vivido en primera persona –y así están escritos– mientras que otros están construidos sobre el testimonio de conocidos. Es el caso del relato que cuenta la estancia y muerte de un joven palestino de 26 años en una prisión israelí.
Entre sus referencias destacan tres personas: el famoso escritor Ghassan Kanafani –“por haber capturado nuestra realidad con honestidad, dignidad y resistencia”–; Mahmoud Darwish –“cuya poesía transmite tanto el dolor como la belleza de nuestra existencia”–; y Shireen Abu Akleh por “arriesgar su comodidad para revelar verdades incómodas”. Las palabras y sacrificios de todos ellos, sentencia Ghaydaa, “me recuerdan que escribir no es solo cuestión de estilo sino también de responsabilidad y testimonio”.
Como era de esperar, muchos de los textos que han ido llegando al buzón de Gonzalo se encuentran llenos de ira contra Israel. Pero no solo. Ghaydaa, por ejemplo, también carga contra los gobiernos árabes por la indiferencia de la que hacen gala cada vez que termina la rueda de prensa. En uno de sus escritos más introspectivos escribe lo siguiente:
Soy Ghaydaa y escribo con el último aliento. Lo hago llena de rabia, ira y abatimiento. No quiero compasión, quiero que el mundo me escuche. Quiero que la gente sepa que morimos porque alguien ha decidido asediarnos mientras el resto del mundo callaba. Lo árabes callaron. El mundo no hizo nada. La conciencia global ni se inmutó.
Dicho lo cual, el lector que se asome a los diferentes relatos buscando alusiones a Hamás, o a las dinámicas internas de la Palestina que existió antes de octubre del 2023, comprobará que no abundan. Salvo en algún caso concreto, como uno de los textos del también jovencísimo poeta Ibrahim Yaghi, quienes aportan su firma al proyecto prefieren no entrar en lo que Taqwa define como “cuestiones políticas” internas.
“Más allá de los muros que nos confinan”
“Mi esperanza es que este libro permita que las voces de los gazatíes se escuchen más allá del asedio y los titulares”, dice Ghaydaa.
Y añade: “Con demasiada frecuencia la perspectiva occidental reduce Gaza a estadísticas, a determinadas dinámicas políticas y a los vaivenes de un ‘conflicto’ abstracto apartando, así, la esencia humana que sobrevive en los detalles de la vida cotidiana, en las emociones, en los sueños y en las heridas de la gente común”.
Ojalá el libro consiga “que los lectores se sientan más cerca de nosotros y puedan comprender que no somos solo números sino seres humanos con familias, recuerdos y un futuro que nos importa”, sentencia.
“Espero que este libro logre amplificar las voces de la gente de Gaza y permitir que se escuchen más allá de los muros que nos confinan”, dice Taqwa expresándose en términos muy parecidos. “Con demasiada frecuencia, cuando el mundo mira a Gaza, lo único que ve son números: el número de muertos, el número de heridos, el número de desplazados y todas esas estadísticas que dominan los titulares pero que despojan de esencia a los seres humanos que se encuentran detrás de ellas”.
“Gaza casi siempre se muestra solo a través de la lente de la guerra, la violencia y la crisis humanitaria”, añade. “Rara vez la gente de fuera ve el panorama completo y entiende que aquí se escribe literatura, se crea arte, se cantan canciones, los niños crecen soñando con ser médicos, escritores, ingenieros o músicos… y rara vez imaginan que reímos, que nos enamoramos, que cocinamos en familia y que celebramos pequeñas alegrías incluso en los momentos más oscuros”.
Ese es también el deseo de Gonzalo y de sus dos amigos: poder traer unas píldoras de literatura gazatí contemporánea a unas librerías con superávit de crónicas bélicas. Solo falta que alguna editorial española caiga en la cuenta, mire en su dirección y convierta el proyecto en una realidad con tapas.
