Jorge Raya Pons
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El dictador ruso Vladímir Putin bajó este viernes del avión oficial en la base aérea conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, con una sonrisa de oreja a oreja. Allí lo esperaba Donald Trump, con la mano tendida y gestos cómplices.

Un recibimiento en las antípodas de la humillación que Trump le propinó en febrero al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, reconocido como el rostro de la resistencia ucraniana, en la Casa Blanca. 

Putin y Trump pasearon por una alfombra roja entre formaciones militares y aplausos. Rodeados de cazas F-22 y un bombardero B-2. Un despliegue a la altura de la dimensión simbólica que quiere darle la Casa Blanca.

Putin camina por la alfombra roja tendida por Trump en Alaska. Reuters

El mandatario estadounidense se deshizo en gestos afectuosos hacia Putin, agarrándole la mano en una suerte de caricia, mientras el ruso se permitía el lujo infrecuente de una sonrisa y un ademán cómplice hacia su contraparte. 

Zelenski, recibido en la Casa Blanca por Trump, solo obtuvo un señalamiento directo con el dedo y una crítica a su atuendo, antes de ser víctima de una emboscada pública en la que también participó el vicepresidente JD Vance, frente al gesto de incredulidad del secretario de Estado, Marco Rubio

El veterano corresponsal David E. Sanger, de The New York Times, describió la escena de este viernes como una "calurosa" bienvenida. Como un regalo de Trump a Putin. Como "el escenario que Putin había buscado" sin tener que dejar de bombardear Ucrania para obtenerlo.

En la primera escena, poco después del aterrizaje, los periodistas preguntaron y los mandatarios callaron. Los dos montaron en el mismo coche y fueron dirigidos al lugar reservado para la reunión. Junto a Trump se sentaron el secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional, Marco Rubio, y el enviado especial Steve Witkoff. Putin se hizo acompañar por el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, y su asesor Yuri Ushakov.

Las imágenes posteriores no difieren mucho: cordialidad cómplice entre un presidente que prometió acabar con la guerra a las 24 horas de llegar a la Casa Blanca y un hombre visto por Occidente como un tirano que ha intentado fagocitar a Ucrania para cumplir su propio sueño imperial.  

Donde Putin, impávido con su gesto de antiguo agente del KGB, se permitía el lujo de una sonrisa ladeada, mientras Trump se inclinaba sobre él para dialogar -traductor mediante-, Zelenski recibía un dedo índice que le señalaba mientras el presidente estadounidense le acusaba de no estar preparado para la paz en su invadido país.

Obama hablaba de Rusia como una potencia regional. Trump lo trata de igual a igual.

Mientras tanto, en la capital de Ucrania, Zelenski difundió un vídeo con los últimos bombardeos rusos. Entre ellos, contra un mercado en Sumi. "La guerra continúa", sostiene, "y no hay señales de que Moscú esté dispuesta a detenerla. En el mismo día de negociaciones siguen matando, y eso lo dice todo".

Fue el gran ausente de una cumbre sin resultados en la que Putin y Trump discutieron sobre el futuro de Ucrania sin Ucrania.

Cuando Trump y Putin, con las habituales mascaradas del estadounidense frente a la prensa, comparecieron ante los medios en la base militar de Anchorage las diferencias en el trato con Zelenski fueron un clamor.

Para el autócrata ruso, un escenario propio del encuentro entre dos estadistas mundiales. Para el presidente ucraniano, elegido en unas elecciones reconocidas globalmente, apenas un sofá incómodo, gestos de desdén y la confrontación conjunta de la palma de la mano extendida.

Vance y Trump, frente a Zelenski EFE

Para Putin, elogios y un cartel que rezaba "pursuing peace" (persiguiendo la paz) colgado detrás del autócrata que se ha lanzado a cinco conflictos armados. Para Zelenski, líder de un país atacado, solo hubo una amenaza que todavía rechina: “Estás jugando con la tercera guerra mundial”.

Pero hasta el final las diferencias resonaron con fuerza. Al término de la comparecencia de Trump y Putin, ninguno aceptó preguntas. Sentado en el Despacho Oval, la emboscada a Zelenski -el hombre que se negó a huir de Kiev a riesgo de perder la vida- continuó con el turno de preguntas.

Trump, tras la reprimenda, cedió la palabra a un periodista de un medio ultraderechista y afín a su figura. Este no se cortó y le lanzó a Zelenski una pregunta capciosa sobre su indumentaria y aspecto de corte bélico.

Trump y Putin hacen una declaración a la prensa.

La imagen de Zelenski recordaba a la del primer ministro británico Winston Churchill con su "traje de sirena", como denominaba a su uniforme de estilo militar con el que visitó la Casa Blanca en 1942.

De aquella reunión de febrero, Zelenski salió zarandeado y el mundo más inestable ante las incógnitas generadas por Trump y Vance. Del de este viernes, Putin sale reforzado, habiendo superado el ostracismo, al menos por unas horas, al que el mundo democrático le habia relegado.