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El timing no pudo ser más preciso: apenas un par de horas después de que el enviado especial Steve Witkoff abandonara el Kremlin tras una larga reunión con Vladímir Putin, el presidente Donald Trump firmaba una orden ejecutiva por la que se establecía un arancel extra del 25% (para un total del 50%) a los productos indios que salieran de las fábricas para su exportación después de las 00:00 del 27 de agosto.

Sin tiempo apenas para recoger información precisa sobre el encuentro de su mano derecha en asuntos diplomáticos, Trump cumplía su amenaza de sancionar a la India y mandaba así un mensaje muy claro a Moscú.

A 24 horas del fin del ultimátum que Trump envió a Putin a finales de julio, el presidente estadounidense castigó al país gobernado por Narendra Modi por comprar petróleo ruso para uso propio y para su reventa, contraviniendo lo establecido en las sanciones impuestas por la Administración Biden en 2022.

El tono de la orden ejecutiva resulta sorprendente en algunas cuestiones: por ejemplo, mantiene la consideración de “amenaza nacional” que estableció Joe Biden respecto a la invasión de Ucrania pese a haber negado durante años que así fuera y asegura que la decisión se toma tras constatar mediante la consulta con diversos expertos que Rusia no está dispuesta a cesar sus actividades militares.

En general, refrenda por escrito el giro que la Administración Trump ha dado en el último mes respecto a la guerra de Ucrania y pone presión a Putin de cara a lo que pueda pasar el viernes 8 de agosto.

Lo que no está nada claro es si estas presiones van a servir de algo. De hecho, pocos creen que vaya a ser así. Rusia no va a dar ningún paso adelante en pos de un alto el fuego que cree que le perjudica y desde luego no lo va a hacer en 24 horas. La propia India ha obviado las sanciones y ha asegurado que seguirá comprando petróleo ruso como antes.

Objetivo: bajar aún más el precio del petróleo

Más allá de lo que se pueda decidir el viernes, parece que la intención de Trump es estrangular económicamente a Rusia a través de sus aliados. Puede que a la India le siga China y puede que a China le siga Turquía, aunque esto ya parece algo más osado.

Brasil, otro miembro de la alianza comercial BRICS, ya vio la semana pasada cómo se fijaba un 50% de aranceles a sus productos, en principio con la excusa del trato del Gobierno de Lula da Silva al expresidente Jair Bolsonaro.

Parece claro que Trump entiende que el punto débil de Putin es el petróleo. También sabe, o le habrán contado, que el propio Putin siempre ha explicado el colapso de la Unión Soviética desde un punto de vista económico: llegó un momento en el que el gasto militar hizo que el país no pudiera competir con Occidente.

Por ello, el presidente estadounidense declaró hace pocos días que la bajada mundial del petróleo sería un paso muy importante para sentar a Rusia en una mesa de negociaciones.

Para que eso suceda, necesita tirar de aliados, es decir, necesita convencer a los países árabes de que no mermen la producción y que no utilicen el petróleo como medida de coacción por los excesos de Israel en la Franja de Gaza.

De momento, el plan está funcionando, pero pronto tanto Arabia Saudí como Qatar, Dubái o Baréin querrán ver algo más de diplomacia activa contra el Gobierno de Benjamin Netanyahu. Tal vez por ello, Trump también parece haber abandonado el seguidismo absoluto respecto a Tel Aviv y lleva días insistiendo, frente a la posición oficial israelí, que la hambruna en Gaza es real y que debe subsanarse lo antes posible.

La puerta a la esperanza de Moscú

Con todo, en el Kremlin se sigue pensando que, por mucho que Trump amenace, no se atreverá a imponer unas sanciones desorbitadas.

En la propia orden ejecutiva contra la India hay un motivo para la esperanza rusa: no solo los aranceles no se impondrán inmediatamente –su aplicación se retrasará tres semanas–, sino que dicha aplicación dependerá de la evolución del conflicto en Ucrania y de la posición de Rusia. En otras palabras, la vía diplomática sigue abierta. Si Rusia “se porta bien”, Trump recapacitará.

¿En qué consiste “portarse bien”? No está nada claro. Si lo que pretende Estados Unidos es un alto el fuego, ya hemos dicho que eso es imposible. Ni en veinticuatro horas ni en tres semanas. Si lo que pretende es una reunión entre Putin y Volodímir Zelenski al más alto nivel que pueda aparentar algo parecido a una negociación, el Kremlin parece mostrarse más abierto a ello en las últimas fechas.

Lo que durante años ha sido un imposible –Zelenski estaba considerado como un presidente ilegítimo para Moscú– ahora es una posibilidad sobre la mesa.

Dicho esto, lo más probable es que Rusia de nuevo esté intentando ganar tiempo. Cada vez que llega Witkoff al Kremlin todo son parabienes y mensajes esperanzadores por ambas partes. La relación entre el enviado especial de la Casa Blanca y el presidente Putin es excelente, eso está claro. Lo que pasa es que Witkoff tiene claros problemas para imponer soluciones: le pasó en Gaza, cuando Israel se desentendió en marzo del acuerdo de paz firmado con Hamás y le lleva pasando en Rusia seis meses. Es lo normal cuando no te has dedicado a algo siquiera parecido en toda tu vida.

Hasta tres horas estuvieron reunidos Witkoff y Putin en Moscú, tras lo cual, Trump se puso en contacto con Volodímir Zelenski y otros aliados europeos, se supone que para informarles de lo discutido en el Kremlin. No faltó el clásico mensaje en la red social Truth diciendo que “la paz está más cerca” y que las negociaciones “habían sido muy productivas”.

No conviene olvidar que a Trump hay que juzgarle siempre por lo que hace y no por lo que dice. El viernes tendrá una buena oportunidad de dar un golpe en la mesa o seguir jugando al ratón y al gato.