Armas ligeras tipo Degtyarev, ametralladoras pesadas Browning, sistemas de misiles OSA o los todopoderosos Patriot. La defensa aérea de Zelenski emplea todas las armas que tiene a su alcance para derribar los drones y misiles rusos que azotan el cielo de Ucrania cada noche.
Pero la falta de más medios ha provocado que pasen de neutralizar casi el 100% de las amenazas, a parar solo un 80%.
El 20% restante, ese que logra sobrepasar las líneas de la defensa aérea ucraniana, se traduce en explosiones, pánico, escombros y muertos.
Cada vez más muertos, como los 31 asesinados y más de 150 heridos que ha dejado el último ataque ruso sobre la ciudad de Kiev esta semana.
"La guerra puede llegar a una fase en la que, lamentablemente, la muerte de los civiles sea el objetivo de Rusia. Les da igual quién esté abajo… pueden lanzar mil drones que destruyan un distrito hoy, otro mañana, y dentro de medio año no quedará nada. Y a nadie le importará entonces dónde cayó el Shahed", se lamenta el comandante Gris de la Defensa Aérea Territorial de Kiev.
Gris se queja también de que no se puede combatir a las armas modernas que Rusia emplea cada vez más –como los drones de última generación– con proyectiles que dejaron de fabricarse hace dos décadas: "Combatir a los Shahed es técnicamente sencillo, pero nos faltan medios: se necesitan más sistemas portátiles de misiles antiaéreos para los drones que vuelan a más de 3.000 metros de altura", explica.
Una ametralladora pesada Browning con la que la Defensa Aérea Territorial de Kiev derriba los drones suicidas rusos durante los ataques
"Con esos sistemas, el impacto sobre el objetivo es de prácticamente del 100% de éxito, pero no los tenemos. Los estadounidenses nos dieron Stingers que dejaron de producirse hace 20 años, y no entregan otras versiones más modernas", continúa el comandante, mientras conduce de camino a una de las posiciones antiaéreas donde sus soldados se enfrentan a las oleadas de cientos de drones que Rusia lanza casi cada noche.
Guerra psicológica
"Hay un uso masivo de drones por parte de Rusia para sembrar el pánico social: Putin quiere que la gente odie la guerra, que pida la paz a cualquier costo, que se vuelva contra el gobierno. Es otra forma de ataque psicológico", asegura Gris.
La población civil de Ucrania no es insensible ante esta guerra psicológica, que está haciendo mella sobre todo entre niños, adolescentes y jóvenes. Hoy muchos de ellos deciden ir a dormir a los sótanos o a las estaciones de metro cada vez que hay un ataque ruso.
"Es por el sonido de los Shahed, uno detrás de otro, sin parar durante horas… No se puede dormir así, no se puede vivir así", explica Sofía, una joven de 16 años que duerme junto a su madre y a su perro en una de estas estaciones del suburbano de la capital. Mientras habla, Sofía se coloca una mano sobre el pecho: sólo de recordar cómo es el sonido de los ataques se le agita la respiración.
El comandante Gris en una de las posiciones de la Defensa Aérea Territorial que comanda en Kiev.
"Este invierno, ha habido veces que hemos salido del metro media hora antes de que empezaran las clases del colegio, porque la alarma ha durado toda la noche. Y yo iba corriendo a casa, cogía la mochila y me marchaba así a clase… Ocho o nueve horas de clase, porque estudio piano por las tardes, después de dormir en el suelo del andén", apostilla.
Fuera de esas estaciones donde la población civil busca refugio, la defensa antiaérea retumba por toda la ciudad la noche del último ataque. Sus ametralladoras intentaban abatir cada uno de los drones rusos, que parecían multiplicarse por momentos. Muchos de ellos son drones "señuelo", sin carga explosiva, pero desde el suelo es imposible distinguirlos. Así que los tiradores intentan derribar todos los vehículos no tripulados.
Defensa en capas
Los tiradores que trabajan dentro de la ciudad son la última línea de defensa. El grueso de las posiciones se concentra alrededor de la ciudad, especialmente en las direcciones este y sur, que es por donde llegan a Kiev la mayoría de los drones y misiles que lanza el Kremlin.
"Cuando aparece el objetivo utilizamos un programa especial para saber a qué altura está volando y cuál es su velocidad, y de esta manera entendemos matemáticamente cómo avanza y a dónde debemos apuntar", explica Alexander, el tirador de una ametralladora Browning que opera en las afueras de Kiev.
"Es un proceso en cascada: te concentras solo en un determinado objetivo, aunque vengan muchos en tu dirección, y tratas de abatirlo. Hasta que no lo derribas o ese dron sale de tu campo de visión, no pasas al siguiente", continúa el tirador, mientras muestra en una tablet los sistemas de navegación con los que trabajan.
Mientras el tirador está haciendo su trabajo, los otros miembros del equipo están pasando información sobre los objetivos para que llegue de manera casi simultánea a las siguientes posiciones que trabajan en la siguiente "capa". La coordinación es fundamental para parar el mayor número posible de drones suicidas.
A la pregunta de ¿cómo pueden hacer frente a cientos de esos vehículos aéreos no tripulados que llegan casi a la vez?, Alexander responde que "con cada día que trabajas en posición vas mejorando, es como un entrenamiento continuo. Hace un año nos lanzaban 60 drones por noche y nos parecía mucho, hoy son 400, pero te has ido preparando día tras día", reflexiona.
Ataques combinados imposibles de parar
"Hay que entender que todos los drones no son igual de dañinos, y que por muy dañinos que sean nunca son tan destructivos como los misiles", explica el comandante Gris. "Podemos clasificar los ataques aéreos en los denominados fuego de molestia que no consiguen mucho militarmente hablando, pero desgastan y te mantienen alerta constante, y los ataques masivos de combate".
Estos últimos, donde Rusia emplea drones masivamente para detectar puntos débiles en la defensa aérea ucraniana –exponiendo radares y estaciones– van acompañados de misiles balísticos o de crucero. Y es prácticamente imposible neutralizar todos esos medios aéreos a la vez.
"Cada acción del enemigo debe tener una respuesta proporcional, y si hay mil ataques, entonces no bastan los grupos móviles y fijos que ya tenemos: necesitamos multiplicar nuestra defensa aérea”, prosigue Gris.
Una posición móvil de la Defensa Aérea Territorial de Kiev, operando una ametralladora pesada Browning.
Hace apenas un año, los ataques aéreos no superaban los cien objetos voladores por noche, y el porcentaje de misiles era mucho mayor que ahora. Pero la táctica rusa ha dado un giro radical, y el pasado 8 de julio de 2025, llegaron a lanzar 730 drones en una sola noche.
Esta es la tendencia que está siguiendo el Kremlin ahora: saturar las defensas aéreas ucranianas con oleadas de drones, que son mucho más baratos que los misiles y que –sin causar grandes destrozos– están dejando indefensas a las ciudades que se encuentran lejos de la línea del frente.
En la opinión del experimentado comandante Gris, lo peor está por venir: "Si Rusia llega a los 1.000 drones por noche, la defensa aérea ucraniana no podrá parar los ataques sobre la población civil", sentencia. Y al ritmo que va Putin, éste es un escenario que podríamos ver en otoño.
Europa y su capacidad de defensa
"Ucrania no se preparó para enfrentar a Rusia, no desarrollamos una defensa aérea porque no se creía en que Rusia iba a atacar. Y éste es el resultado de no haber estado preparados", reflexiona Gris. "Si hubiésemos estado en guerra durante décadas, como Israel, habríamos tenido una defensa a su nivel. Son leyes objetivas del desarrollo social", añade.
"Los países de la Unión Europea tampoco han estado en guerra durante los últimos años y creen que ya no empezará una. Pero deberían aprender de nosotros e implementar lo que nosotros no teníamos cuando lo necesitamos: sistemas de drones, defensa aérea, organización... Europa necesita pensar y actuar ya".
