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El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha dicho que en un futuro su país podría permitir la creación de ejércitos privados (conocidos, en inglés, como PMC o Private Military Company). Aunque Zelenski lanzó la posibilidad como respuesta a un memorando ruso que exige a Ucrania rebajar sustancialmente su fuerza militar –o sea: reducir el tamaño de su Ejército– y eliminar las “formaciones nacionalistas”, no son pocos los ucranianos que se han tomado el comentario en serio.

“Soy cautelosamente positivo”, comentó el diputado Andrii Osadchuk, miembro de la oposición a Zelenski en el Parlamento de Ucrania, al ser preguntado al respecto por periodistas del Kyiv Independent. No obstante, declaró que de momento es un horizonte “abstracto” y que, a escala legislativa, todavía no hay nada en marcha.

Preguntado por qué le parece bien la creación de formaciones militares privadas, Osadchuk contestó que es una gran iniciativa a través de la cual poder ofrecer a los veteranos del frente “una forma de empleo digno” cuando terminen de cumplir su deber con Ucrania.

Una alusión a los cientos de miles de veteranos que, se espera, deje la guerra contra Rusia cuando ésta concluya o cuando pase a ser un conflicto de baja intensidad circunscrito a una zona muy concreta del país. Como el que existía antes del año 2022, básicamente. Dicho de otro modo: en opinión de Osadchuk, la creación de PMC ucranianos debería tener lugar cuando “la fase caliente” de la guerra haya pasado.

O sea: cuando se logre poner punto y final a la invasión rusa. No antes.

Por su parte Fedir Venislavskyi, diputado del partido de Zelenski e integrante de la Comisión de Defensa e Inteligencia del Parlamento, explicó hace unos días que, en líneas generales, los parlamentarios ucranianos se muestran bastante de acuerdo con Osadchuk. No todos están a favor, pero sí la mayoría. Sin embargo –explica Venislavskyi– todavía no existe un consenso claro, rotundo, sobre qué debería incluir y qué debería dejar fuera la ley que regule ese tipo de compañías.

Origen y evolución de las PMC

Las compañías militares privadas resurgieron –pues el concepto es muy antiguo– a mediados del siglo XX. Con la Segunda Guerra Mundial terminada y la Guerra Fría en curso. Un periodo en el que la tensión entre las dos superpotencias del momento –Estados Unidos y la Unión Soviética– se entremezcló con la reducción de tamaño de los ejércitos profesionales, la privatización de determinados sectores y la descolonización de innumerables territorios en lugares como África.

Con todas las tensiones y ‘oportunidades’ que ello generó entre determinadas élites, tanto locales como globales.

WatchGuard International, fundada por un antiguo miembro de las fuerzas especiales británicas llamado David Stirling, suele citarse como una de las primeras compañías militares privadas modernas.

Surgida en la década de los sesenta, WatchGuard ofrecía, por ejemplo, llevar a cabo “labores de seguridad” en regiones asoladas por la inestabilidad. Sus efectivos también podían conducir cursos de entrenamiento e, incluso, proveer armamento o los contactos necesarios para obtenerlo.

En tiempos más recientes dos de las más famosas han sido la norteamericana Blackwater (ahora llamada Constellis), conocida por su rol en Irak no solo aportando seguridad y protección sino también por la obtención de inteligencia, y la rusa Wagner Group, surgida en 2014 con el fin de apoyar a las milicias separatistas del Donbás, concretamente de la región de Lugansk, a la hora de detener los avances ucranianos.

Como este tipo de empresas operan, sobre todo, en lo que los expertos llaman ‘zona gris’ –latitudes donde no suele haber una autoridad única y las que hay andan a la gresca– cuentan con una libertad de movimiento desconocida en países más funcionales. Lo cual puede dar lugar a episodios que, cuando logran documentarse, generan grandes polémicas e, incluso, graves consecuencias para algunos de los implicados.

Blackwater, por ejemplo, copó un sinfín de titulares después de que a finales del 2007 una veintena de sus ‘operadores’ disparara contra decenas de civiles iraquíes –matando a 17– en pleno centro de Bagdad. En cuanto al Grupo Wagner (que ha tenido un rol destacado en lugares como Siria, Ucrania y el Sahel a lo largo de la última década), son legión los efectivos acusados de torturas, de violar sistemáticamente el bienestar de la población civil e, incluso, de cometer crímenes de guerra.

Según Sean McFate, un exmilitar reconvertido en académico y autor de un libro titulado The Modern Mercenary, hay dos tipos de PMC: lo que él llama “compañías mercenarias” y lo que define como “empresas militares”.

Las primeras, atendiendo a la definición de McFate, se limitan a ofrecer soldados de fortuna, una suerte de ejército guerrillero, a quien pague lo establecido por una “campaña militar autónoma” a cargo de la empresa. La sudafricana Executive Outcomes, disuelta en 1998, sería un ejemplo paradigmático de “compañía mercenaria”.

Las “empresas militares”, empero, suelen trabajar para aumentar las capacidades de las fuerzas armadas de un Estado concreto ayudándole, así, a perseguir sus intereses. Normalmente ese Estado es el mismo que el que ha dado origen a la compañía. En esta segunda categoría es donde entraría Blackwater, siempre al servicio de Washington, y hasta cierto punto el Grupo Wagner, que si bien se ha dejado contratar por diferentes mandamases africanos nunca ha perdido de vista los intereses del Kremlin y, desde luego, nunca ha remado en su contra.

No desperdiciar la experiencia

Precisamente por el abanico dibujado por McFate, y por la posibilidad de que emerjan PMC de naturaleza más compleja y difícil de catalogar en el futuro, es importante que si Ucrania termina dando luz verde a este tipo de proyectos defina bien qué servicios a ofrecer permite y cuáles no.

Más allá de suponer una salida laboral a los cientos de miles de veteranos de guerra que regresarán de las trincheras en algún momento, Osadchuk también contempla la perspectiva internacional. “Hace tiempo que creo que, una vez dejemos atrás esta pesadilla, la enorme experiencia militar adquirida por los ucranianos no debe desperdiciarse sino aprovecharse desde un punto de vista comercial”, le contaba a los periodistas del Kyiv Independent.

En otras palabras: esas hipotéticas PMC podrían ofertar sus servicios a países aliados que, en un momento dado, necesiten una mano en el aspecto militar. Ya sea recibiendo cursos de entrenamiento para unas tropas que, a diferencia de las ucranianas, no conocen la guerra de trincheras del presente siglo (claramente dominada por las nuevas tecnologías y los drones). Ya sea ofreciendo labores de seguridad a delegaciones diplomáticas. Ya sea protegiendo rutas marítimas o inversiones estratégicas en según qué lugares. Etcétera.

Y luego está, por supuesto, el rol que podrían jugar estas PMC en el frente de la guerra híbrida. Es decir: proteger y perseguir los intereses ucranianos debilitando, por ejemplo, la influencia rusa en lugares como Siria, Sudán o Mali. Donde esa influencia se ha afianzado, por cierto, mediante la presencia del Grupo Wagner.

Omega Consulting Group

Pero no todas las voces en Ucrania son favorables a la creación de compañías militares privadas. Entre quienes se oponen el argumento suele ser el mismo: debido, precisamente, a que suelen operar en la ‘zona gris’ su existencia podría suponer una amenaza a la seguridad de todos los implicados. Incluida la sociedad ucraniana.

De hecho, aunque la actual legislación de Ucrania no contempla la existencia de este tipo de empresas y prohíbe expresamente la creación de formaciones paramilitares hay varias organizaciones que bordean –o rozan– esos límites situándose en una especie de vacío regulatorio. Como Omega Consulting Group.

Fundada en 2011 por un antiguo miembro de la Legión Extranjera francesa llamado Andrii Kebkalo, esta empresa opera como “una sociedad de responsabilidad limitada” bajo la legislación ucraniana y ofrece, entre otros servicios, entrenamiento militar.

Según ha explicado en alguna ocasión la prensa local citando al propio Kebkalo, desde su fundación y hasta el año 2022 –cuando Rusia invadió Ucrania–, Omega Consulting Group operaba principalmente en el continente africano centrándose en operaciones de naturaleza no bélica. Actualmente continúa funcionando en Argelia, donde ofrece entrenamiento especializado a las fuerzas armadas locales.

Brigada Azov: la némesis del Kremlin

Muchos han leído en el memorando ruso citado al principio de este artículo –el que exige a Ucrania reducir sustancialmente su capacidad militar y eliminar las “formaciones nacionalistas”– un intento de presionar a Kiev para que elimine a la Brigada Azov.

En sus orígenes, allá por el 2014, Azov se presentó en sociedad como una milicia paramilitar de carácter ultranacionalista. Adquirió fama internacional tras jugar un rol fundamental a la hora de evitar que la ciudad de Mariúpol cayese en manos de los rebeldes separatistas del Donbás en los primeros meses de aquel año.

Considerada por Rusia una organización terrorista, los combatientes de Azov que caen en manos rusas suelen sufrir un trato todavía peor que el resto de uniformados ucranianos y los que han muerto en sus centros de detención se cuentan por decenas.

Pese a ello, la proporción de integrantes de Azov que regresan al frente tras ser liberados en los intercambios de prisioneros es, según han confirmado en conversación con EL ESPAÑOL fuentes cercanas al estamento militar ucraniano, sorprendentemente alta.

Esa resiliencia y el hecho de que la Brigada Azov suele ser un enemigo particularmente difícil de batir en el campo de batalla es lo que, en opinión de varios expertos, sitúa su desaparición en un lugar bastante alto dentro de la lista de prioridades de Moscú.

En cualquier caso, el 11 de noviembre del 2014 la Brigada Azov (originalmente conocida como Batallón Azov) fue incorporada a la Guardia Nacional de Ucrania convirtiéndose, así, en una unidad militar oficial, reglada, sujeta a las normas de las fuerzas armadas de Ucrania y a ser tratada, por lo tanto, según dicta la Convención de Ginebra. No como una unidad de mercenarios, paramilitares o elementos terroristas.

“Si se refieren a Azov se están refiriendo a la Guardia Nacional de Ucrania”, declaró el propio Zelenski al conocer el contenido del memorando y leer las exigencias planteadas desde el Kremlin. Entre sus líderes destacan el teniente coronel Denis Prokopenko y el teniente coronel Bohdan Hrishenkov, considerados héroes en Ucrania por haber logrado contener, en clara inferioridad numérica y sin ayuda exterior, a las fuerzas rusas en la planta de laminación de acero Azovstal durante la primavera del 2022.

Aunque ambos fueron hechos prisioneros, un año después Zelenski logró su regreso en un intercambio de prisioneros muy criticado en Rusia debido, precisamente, a la naturaleza de los intercambiados.