Erdoğan protagoniza una nueva oleada represiva con las detenciones de alcaldes de la oposición a lo largo y ancho de toda Turquía, después de que el 19 de marzo pusiera entre rejas a su principal rival político, el alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu. Estas detenciones han desatado las protestas más multitudinarias desde las de Gezi de 2013. ¿Qué esconde la estrategia del imperecedero y temperamental presidente turco tras 22 años en el poder?
Desde el 1 de julio, al menos 15 alcaldes del CHP (Partido Republicano del Pueblo) han sido detenidos en Turquía, entre ellos los de Adana, Antalya y Adıyaman el pasado 5 de julio, y el de Esmirna (Izmir), junto a otras 109 personas. Las autoridades alegan una presunta corrupción municipal y una "conspiración criminal más amplia" relacionada con Estambul. La represión, que coincide con la que iba a ser la candidatura presidencial de İmamoğlu, se ha intensificado en los últimos nueve meses con más de 500 detenciones de personas vinculadas al CHP y a su entorno municipal.
El CHP, socialdemócrata laico de centro izquierda, es el partido más antiguo de Turquía, fue fundado por Mustafa Kemal Atatürk en 1923 unas semanas antes de que éste proclamara oficialmente en octubre la República de Turquía. Erdoğan representa a la Turquía nacionalista islámica, neoliberal y conservadora.
Los arrestos de alcaldes son un punto de inflexión para la democracia en Turquía, cuestionando la viabilidad de unas elecciones competitivas. El CHP gobierna actualmente cuatro de las cinco mayores ciudades de Turquía, después de derrotar al AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) de Erdoğan en las elecciones locales de 2024, reflejo del descontento ciudadano con la profunda crisis económica que sufre el país. Mientras Erdoğan criminaliza a los manifestantes y alcaldes detenidos y asegura que el poder judicial es independiente en Turquía, el líder del CHP, Özgür Özel, denunció que se está llevando a cabo un "golpe de estado" y "ensayando un régimen autoritario sin urnas" que busca eliminar la única herramienta democrática que queda: el voto.
Erdoğan, de 71 años, fue reelegido presidente en 2023, pero su mandato actual está sujeto a un límite constitucional. Podría buscar una nueva legislatura mediante elecciones anticipadas o una enmienda constitucional.
"Se trata claramente de otro paso en la consolidación autoritaria en curso del régimen de Erdoğan. No hay cálculos tácticos a corto plazo en lo que respecta al enfoque de Erdoğan y su cerco a la oposición. Su objetivo es establecer un orden político que no pueda ser cuestionado de manera significativa a través de elecciones o resistencia popular", explica a EL ESPAÑOL el analista Yusuf Can. Las detenciones no se limitan al CHP, y tienen como objetivo "garantizar la supervivencia del propio régimen, incluso más allá de Erdoğan", elabora.
Can rechaza las lecturas optimistas que sugieren un posible pacto entre Erdoğan y el CHP a cambio de menor represión. Sostiene que el presidente es plenamente consciente de la pérdida de apoyo de su partido y del creciente impulso del CHP, algo que se refleja tanto en las encuestas como en el aumento de afiliaciones. A su juicio, la actual ofensiva autoritaria no es coyuntural, sino parte de un proyecto ideológico de largo recorrido, profundamente arraigado en la arquitectura política que Erdoğan ha construido durante décadas.
Pasividad estratégica
Can destaca la pasividad de Estados Unidos y la Unión Europea ante el avance de la autocracia erdoganista y el deterioro de la democracia en Turquía. "Las potencias occidentales solo han ofrecido respuestas mínimas y en gran medida simbólicas a los ataques contra el CHP. El silencio ha sido notable, aunque quizá no sorprendente", explica el analista.
El epítome de la pasividad europea fue la visita en mayo de Pedro Sánchez a Turquía en calidad de líder de la Internacional Socialista. Tanto en su reunión con Erdoğan como en su discurso en la IS junto al líder del CHP, Sánchez evitó mencionar la detención del alcalde de Estambul, y se limitó a mostrar -como el resto de asistentes- una pequeña pancarta en la que podía leerse "Free İmamoğlu".
A pesar de las tensiones ocasionales, Erdoğan se ha alineado con los intereses occidentales de manera significativa a lo largo de su mandato. Occidente también ha cambiado. "Muchas sociedades occidentales tienen ahora sus propias versiones de Erdoğan: líderes con tendencias autoritarias. Criticarlo supone el riesgo de perturbar las alianzas estratégicas, ya sea en relación con el acuerdo sobre los refugiados, los pactos comerciales o la cooperación militar", sentencia Can.
El analista turco-americanocritica la ceguera analítica de quienes separan la política exterior de Turquía de su deriva autoritaria interna. Asegura que muchos expertos eluden deliberadamente abordar la represión interna, como si no afectara a las relaciones internacionales. Esta desconexión, afirma, impide entender el verdadero funcionamiento del régimen. Añade que no ha habido ningún cambio sustancial en la postura de las potencias occidentales hacia Turquía en los últimos meses, y no espera que lo haya próximamente: "Una Turquía democrática y pluralista simplemente no es tan ventajosa para muchos dentro de la clase política occidental como el actual régimen de Erdoğan, siempre y cuando se satisfagan sus intereses”, sentencia.
Selim Koru, autor de New Turkey and the Far Right, ha analizado a Erdoğan a lo largo de su trayectoria y sostiene que su objetivo es "moldear a la oposición". ¿Estamos ahora ante una fase más agresiva de esa estrategia? "Sigo pensando que es una estrategia sutil, simplemente está en una fase más avanzada", explica Koru a este diario. La estrategia del presidente no ha perdido su carácter calculado y disimulado, aunque se haya vuelto más directa, incluyendo una operación quirúrgica de ingeniería política, con presiones judiciales y cooptación institucional para vaciar de autonomía real al principal partido opositor. La "sutileza" radica en el uso estratégico del aparato estatal -judicial, mediático, burocrático- para dar apariencia de legalidad a lo que en el fondo es una intervención autoritaria, asegura este analista.
La deriva autoritaria de Erdoğan comenzó con la represión de las protestas de Gezi (una decena de muertos) y se agravó tras el fallido golpe de Estado de 2016. Con la inmediata declaración del estado de emergencia, el líder gobernó por decreto sin control parlamentario. Entre 2016 y 2018, se purgó a más de 160.000 empleados públicos —jueces, policías, militares, profesores—, más de 50.000 personas fueron detenidas, se dictaron 337 cadenas perpetuas, se cerraron más de 130 medios y se detuvo a 117 periodistas, bajo acusaciones de vínculos "terroristas" con el movimiento Gülen. En abril de 2017, un referéndum convirtió el sistema parlamentario en presidencialista, concentrando el poder en Erdoğan.
Entre las víctimas de esa legitimación del autoritarismo, se encuentra el líder del partido pro-kurdo Selahattin Demirtaş, que sigue encarcelado desde noviembre de 2016 a pesar de las múltiples sentencias judiciales que piden su liberación, recuerda Yusuf Can. En este contexto, Can considera que el acercamiento de Erdoğan al partido prokurdo DEM responde a una estrategia interna de aislamiento del CHP más que a una voluntad de reconciliación real. Su objetivo es garantizar el apoyo del DEM debilitando así al principal partido de la oposición. Las negociaciones con los kurdos son opacas y no tienen un objetivo democrático, sino que son una táctica de cooptación elitista para incorporar al DEM en la órbita del régimen mientras se desmantela el pluralismo.
Selim Koru considera que el sistema institucional no está preparado para una derrota del AKP de Erdoğan, "los arrestos de alcaldes y toda la represión que estamos viendo se están llevando a cabo precisamente para asegurarse de que eso no ocurra". Es decir, el sistema erdoganista no contempla una alternancia democrática real. Las detenciones de los alcaldes no son incidentes aislados, sino parte de un dispositivo de control del proceso político para desterrar al CHP a su "estado perdedor pre-2023".
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, se estrechan la mano durante una reunión bilateral en una cumbre de la OTAN en La Haya, Países Bajos, el 25 de junio de 2025.
Algunos observadores ven en la eliminación política de İmamoğlu una señal de que el presidente podría planear retirarse, pero Koru considera que "son asuntos distintos". Por un lado, el régimen necesita desactivar cualquier amenaza real para que el CHP se haga con el poder; por otro, los planes de sucesión de Erdoğan ocurrirán en sus propios términos, sin depender del calendario institucional. La represión al CHP busca perpetuar un ecosistema político que no pueda ser desestabilizado por ningún actor, con o sin Erdoğan al frente.
Los analistas incluyen al actual régimen turco entre los autoritarismos competitivos, en los que suceden elecciones y, como en 2024, la oposición logra desbancar al partido AKP en las principales ciudades, pero el régimen manipula recursos estatales y medios para mantener la ventaja, como sucede también en Rusia, Hungría, Serbia o Venezuela. "La política electoral en Turquía n ha perdido todo su significado, el país tiene una tradición electoral profundamente arraigada y no es tan fácil desmantelar por completo las urnas", explica Can. Pero al mismo tiempo, el sistema actual ha traspasado con creces los límites del autoritarismo competitivo y ahora funciona con el objetivo de un control casi total, con un espacio mínimo para la competencia política genuina. "Estas dos dinámicas, la continuación de los rituales electorales y el impulso hacia el control absoluto, pueden coexistir y de hecho coexisten", dice Can.
El politólogo advierte que deslegitimar por completo la vía electoral puede jugar a favor del régimen, al fomentar la desesperanza o desmovilizar a la base opositora. Por ello, subraya la importancia de que el CHP mantenga una estrategia realista, gestionando con honestidad las expectativas y preservando el compromiso democrático frente a la consolidación autoritaria.
Respecto a la capacidad del CHP para resistir la ofensiva judicial y política, Can destaca su longevidad histórica, su rol fundacional en la República kemalista y su cultura de resistencia. Sin embargo, señala que el régimen actual ha capturado prácticamente todas las instituciones estatales y no duda en desmantelar todo lo que le resulte incómodo. En este contexto, la fuerza real del CHP radica en su respaldo popular. La posibilidad de resistir, lo que define como una forma de "golpe civil" dependerá, en última instancia, de la determinación ciudadana para defender las normas democráticas ante una presión sin precedentes. ¿Podrán los manifestantes mantener esa determinación en los próximos años? Erdoğan parece apostar por el cansancio.
