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El presidente estadounidense, Donald Trump, aseguró este jueves a la cadena NBC que su plan para reforzar a Ucrania pasaba por vender a la OTAN distintos paquetes de armamento y que fuera la OTAN la que a su vez se los cediera a Kiev. De esa manera, Trump evita el enfrentamiento directo con Vladímir Putin en un momento en el que la relación entre ambos líderes parece estar bajo mínimos, aunque estas cosas cambian mucho de una semana a la siguiente.

Eso sí, al encargarle a la OTAN el trabajo sucio, Trump refuerza la teoría de Moscú de que la Alianza Atlántica está en una guerra tácita con Rusia, es decir, de alguna manera alimenta el relato paranoico del Kremlin. La narrativa de esta semana ha sido insistir en la “frustración” que siente el presidente hacia su homólogo ruso, con caras largas y palabras subidas de tono. Es posible que, si vuelven a hablar por teléfono, todo vuelva a cambiar, pero de momento nos hemos de quedar con este cambio de posición por parte de la Casa Blanca y celebrarlo.

Desde luego, si Trump estaba enfadado con Putin por su negativa a contemplar un alto el fuego que no sea una rendición —algo que, honestamente, era de esperar—, los acontecimientos de las últimas horas no han podido ayudar a mitigar su enfado: Rusia sigue golpeando con una fuerza y una crueldad inauditas sobre los centros de población ucranianos. De hecho, parece que sus ataques con drones se van intensificando conforme Trump hace más público su malestar.

En las últimas cuarenta y ocho horas hemos asistido a la muerte de un bebé ucraniano con un ataque guiado y al bombardeo de un hospital en Járkov. Preguntado por este último acto de barbarie, Trump afirmó que estaba al tanto de ello y que “el lunes diría algo más al respecto”. Es de esperar que el presidente estadounidense se esté refiriendo al anuncio de un incremento de las sanciones económicas a Rusia en línea con la propuesta bipartidista que el senador Lindsey Graham lleva meses preparando en la cámara baja.

Un gesto de cara a MAGA

Ahora bien, es evidente que también hay una motivación interna para la decisión de Trump de cargarle el mochuelo a la OTAN. Buena parte del movimiento MAGA está disgustada con su presidente. Les prometió una bonanza económica que no acaba de definirse entre tanta guerra de aranceles. Les prometió que Estados Unidos no se metería en más conflictos militares fuera de sus fronteras y en seis meses ya ha bombardeado Irán y parece lejos de lograr una paz en Ucrania y Gaza.

Por si eso fuera poco, el caso de los “archivos de Epstein” se ha vuelto a poner de actualidad por el comunicado del Departamento de Justicia en el que se afirma que dichos archivos no existen. Durante años, Trump y los líderes de MAGA han asegurado que había una lista de visitantes de la isla de Jeffrey Epstein y que esa lista no se hacía pública por la presencia de importantísimos líderes del partido demócrata, empezando por Bill Clinton. El establishment la estaría ocultando para proteger a los poderosos de Washington.

El mensaje caló tanto que ahora resulta complicado explicar a las bases que todo era mentira: que no había lista, que no hay evidencia de que Epstein fuera asesinado y que lo mejor es olvidarlo todo y seguir como si nada. Todo esto coincide, además, con la acusación reciente de Elon Musk de que el nombre de Trump estaba en esos archivos, algo, por otro lado, tampoco demasiado sorprendente si tenemos en cuenta que ambos eran amigos.

La narrativa frente a Biden

En cualquier caso, lo que está claro es que Trump no puede ahora echar más leña al fuego y entrar en un enfrentamiento directo con Rusia, por mucho que salgan audios de 2024 fardando de sus amenazas a Putin durante su primer mandato. Al fin y al cabo, dicho enfrentamiento es lo que le ha venido reprochando a Joe Biden durante los últimos tres años y medio. Trump presume de negociador y “pacificador” y así lo dejó claro en su discurso de investidura.

Toda su Administración se pasó meses insistiendo en que había que escuchar al otro lado y que no se podía presentar la guerra de Ucrania como una cuestión de buenos contra malos. Toda, menos el general Keith Kellogg, enviado especial para resolver el conflicto y vetado por Moscú para cualquier negociación.

Hay, también, un detalle importante en las palabras de Trump, que insistió en la NBC en que la OTAN “compraría” las armas que luego iba a entregar a Kiev. El Partido Republicano criticó mucho a la anterior Administración precisamente por “regalar” las armas a Ucrania. De hecho, el presidente francés Emmanuel Macron tuvo que explicarle a Trump en la misma Casa Blanca que eso era lo que estaban haciendo todos.

Por supuesto, el hecho de que la OTAN compre esas armas es casi irrelevante porque Estados Unidos aporta aproximadamente dos tercios del presupuesto total de la Alianza. En otras palabras, Trump se estaría comprando armas a sí mismo, pero si eso le ayuda a mantener la narrativa ante su electorado a la vez que ayuda a Ucrania, bienvenido sea. El asunto es que alguien haga algo para que la agresión acabe cuanto antes.