Cuando asumió el cargo de primera ministra, Élisabeth Borne (62 años) era una "mujer de izquierdas" autoproclamada. Había sido cercana al Partido Socialista, pero se afilió a la agrupación de Emmanuel Macron después de que este se convirtiera en presidente en 2017. En los cinco años que pasaron hasta que fue nombrada primera ministra en mayo de 2022, ostentó tres carteras distintas como representante del ala de centroizquierda de aquel nuevo Gobierno liberal francés.

Hace 20 meses, Macron apostó por Borne como primera ministra para feminizar y dar un corte progresista a su segundo quinquenio en el Elíseo. Sin embargo, este viraje hacia la izquierda no ha sido precisamente la insignia de su jefatura de Gobierno. Más bien, Borne ha sido la ejecutora de cuantas reformas había en el tintero del presidente. Algunas de ellas han sido bien recibidas. La mayoría ha devuelto a los franceses a las calles, aunque sin chalecos reflectantes, aún con reivindicaciones que han dejado clara la impopularidad de Macron en un sector importante de la sociedad.

El último fruto de Borne como hacedora de tales reformas ha sido la recién aprobada ley de inmigración, la más estricta de la Francia contemporánea. Su promulgación en diciembre costó una oposición popular contundente, la fragmentación del Gobierno e incluso la dimisión del ministro de Sanidad. Pero, el 20 de diciembre, un día después de que se anunciara la nueva norma, la primera ministra insistió en una entrevista con France Inter en que ni había crisis en la mayoría, ni se sentía responsable de ella. "Tengo la sensación de haber hecho los deberes", valoró.

Si bien la reforma migratoria de diciembre profundizó un cisma en el Estado y alejó a Borne del ala izquierdista del Gobierno, esta se granjeó la oposición de los franceses tras promover la reforma de las pensiones el pasado invierno. Aquel proyecto de ley subía la edad de jubilación a los 64 años, lo que provocó manifestaciones, paros y protestas violentas a lo largo y ancho de Francia.

Al final, la iniciativa se aprobó por decreto sin contar con la mayoría suficiente en el Parlamento. Esta manera de hacer avanzar sus proyectos de Gobierno le mereció a la primera ministra el sobrenombre de madame 49.3, en referencia al artículo de la Constitución francesa que permite aprobar una ley o medida sin voto.

[Así es la polémica ley de inmigración de Macron apoyada en el voto de la extrema derecha]

Hoy, aquella reputada negociadora mantiene firmes a la oposición de derechas y, sobre todo, a la de izquierdas. En contrapartida a su modus operandi, Borne se ha visto obligada a superar 30 mociones de censura presentadas por la oposición, algunas de ellas ganadas por estrecho margen, como la que superó tras la aprobación de la reforma de las pensiones por tan solo nueve votos.

El asalto final le llegó a Borne tras las reacciones a la ley de inmigración del pasado mes de diciembre. En vísperas de 2024, año en que Francia albergará unos Juegos Olímpicos, Macron salió a la palestra y se comprometió a inaugurar un nuevo periodo en su administración. Lo marcarían la remodelación de su Gabinete y la toma de nuevas "iniciativas" —entre ellas, medidas sobre educación y eutanasia que, según ha insinuado, serán más consensuadas que las enarboladas por madame 49.3—.

De acuerdo con los propósitos de año nuevo del presidente, Borne se reunió con él la tarde del lunes y seguidamente presentó su dimisión en una carta que ha hecho pública Le Monde. En ella, la ya ex primera ministra explica que "se propuso aprobar, en condiciones sin precedentes en el Parlamento, los textos financieros de Francia y las preocupaciones de los franceses" y, haciendo justicia a su legado, expresó que es "más necesario que nunca continuar con las reformas".