Roma

Italia y los países europeos podrían hacer más para luchar contra el coronavirus. Así lo afirma Walter Ricciardi (Nápoles, 1959) virólogo de referencia del Gobierno italiano y asesor del ministro de Sanidad del país, Roberto Speranza, en relación a la Covid-19.

Desde hace un año exacto, cuando arrancó oficialmente la pandemia en Italia y en Europa, prácticamente todos los italianos conocen su apellido, como sinónimo de experto. Su currículum es impecable: presidente del Instituto Superior de Sanidad transalpino entre 2015 y 2018; y representante italiano del Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) entre 2017 y 2020.

En una entrevista concedida a EL ESPAÑOL, asegura que de seguir el ritmo actual, Italia necesitaría un nuevo confinamiento, que dure “entre tres y cuatro semanas” para bajar los índices de contagio. El mayor error que están cometiendo los países de Europa, según él, no es adelantarse al virus sino “perseguirlo”.

Hoy, 21 de febrero, se cumple un año del inicio de la pandemia en Europa. ¿Qué hemos aprendido un año después?

Hemos aprendido que este virus es el mismo, aunque su peligrosidad y agresividad se ve agravada por las variantes. La diferencia, sin embargo, la marcan las decisiones de los Gobiernos. Los Ejecutivos europeos en general, sobre todo en la segunda fase, aquella que va desde el pasado verano hasta ahora; no han sido particularmente brillantes. Los países de la región Asia-Pacífico, sin embargo, han actuado de forma distinta. El deseo es que aprendamos la lección y que luchemos contra este virus de forma más coordinada y decidida a nivel europeo. En otras partes del mundo no es que hayan resuelto completamente la situación, pero han salido en condiciones mucho mejores respecto a Europa.

¿Qué opinión tiene acerca de la gestión de la crisis sanitaria del coronavirus por parte de España?

En todos los países europeos, aproximadamente, se ha llevado a cabo la misma estrategia. Los únicos que lo han actuado de una forma relativamente distinta han sido Finlandia y Dinamarca. Los demás Estados, como Italia, España, Francia e incluso Alemania han perseguido el virus: así pues, reaccionando y no actuando contra el coronavirus.

¿Cuál es la diferencia entre perseguir el virus y actuar contra él?

La diferencia está en lo siguiente: cuando se alcanzan unas cifras altas, tanto de enfermos como de fallecidos, volver atrás es muy difícil. Los Gobiernos, en este contexto, tendrían que tener la valentía de aplicar decisiones muy impopulares, como los confinamientos y un alto nivel de trazabilidad. Ambos son pilares fundamentales, sin los cuales siempre se irá por detrás. Y además, vacunar masivamente. Abrir y cerrar continuamente no es bueno ni para la salud, ni para la economía. Si no actuamos de forma sistemática siempre estaremos persiguiendo el virus.

Usted es el consejero del ministro de Sanidad transalpino, Roberto Speranza. ¿Qué hará el nuevo Gobierno italiano de Mario Draghi para frenar los contagios en el país?

El ministro de Sanidad no ha cambiado con el nuevo Ejecutivo recién estrenado. Las propuestas de Roberto Speranza sé que serán las mismas, en relación a su gran rigor y a su rapidez de aplicación. En varias ocasiones, éstas se han visto frenadas dentro del anterior Gobierno italiano, tanto por parte del entonces primer ministro [Giuseppe Conte] como por los presidentes de las regiones, éstos últimos siempre muy favorables a la apertura. Y por tanto, siempre por detrás del virus. Mi propuesta, en los próximos días, se centrará en promover la estrategia 'no Covid' que en este momento es la que están aplicando Alemania y Dinamarca. Espero que el actual presidente del Consejo de Ministros italiano, Mario Draghi, y todo su Gobierno, sigan este camino. Pero todavía es demasiado pronto, teniendo en cuenta que hace tan sólo una semana que el nuevo Ejecutivo ha entrado oficialmente en funcionamiento.

Los Gobiernos tendrían que tener la valentía de aplicar decisiones muy impopulares, como los confinamientos

Se entiende entonces que, por el momento, habrá una continuidad de actuación respecto al anterior primer ministro, Giuseppe Conte.

Esta semana que entra será muy importante. Tanto en relación a los datos, que serán seguramente más graves; como por las decisiones que el Gobierno italiano pretende aplicar. Y veremos finalmente qué camino va a seguir: si el de una estrategia no Covid o el de la convivencia, que entonces sería idéntico al que ha habido hasta ahora.

¿Por qué es más efectiva la estrategia no Covid frente a la convivencia con el virus?

La estrategia no Covid se compone de tres pilares, igualmente necesarios y fundamentales: confinamiento generalizado, trazabilidad y vacunación masiva. El confinamiento generalizado reduce la circulación del virus, los números de casos terminan siendo más limitados y pueden ser trazados fácilmente. La trazabilidad, por su parte, permite que el virus no se nos escape de las manos. Pero si el confinamiento, la trazabilidad y la vacunación van por separado, ninguno de los tres podrá funcionar.

Las Navidades italianas, por ejemplo, han sido muy distintas a las de España, ya que su país se ha visto confinado durante casi dos semanas. Pero hoy en día, igualmente, Italia sigue contabilizando una media de 12.000 nuevos casos al día. ¿Qué es lo que no ha funcionado?

En Italia hemos aplicado medidas más rígidas respecto a otros, pero no han sido tan rígidas como se necesitaba. Al final, por esta razón, hoy no nos encontramos en una situación donde los datos son tan bajos que resultan fácilmente trazables. Cuando se cuentan 12.000, 13.000 o 15.000 contagios diarios, es muy difícil trazar y es entonces cuando se empieza a reaccionar. Respecto a otros países que han tenido que confinar nuevamente, Italia está un poco mejor porque se aplicaron a tiempo determinadas medidas. Pero no son suficientes para volver a la normalidad.

En Italia, en los últimos días, han tenido mucha repercusión sus palabras en relación a un posible nuevo confinamiento en Italia próximamente. ¿Cuánto tendría que durar?

Depende de nuestros puntos de partida. Ahora mismo, en Italia, con 15.000 nuevos contagios al día, habría que aplicar un confinamiento de al menos tres semanas, probablemente cuatro. Cuanto más tiempo pase, más capacidad de difusión tendrán las variantes del coronavirus. Lo cual provoca que el confinamiento tenga que ser, proporcionalmente, más largo. Si se actúa rápido, el confinamiento será más limitado en el tiempo; si se actúa tarde, como ha ocurrido en Francia o Reino Unido, hay que esperarse confinamientos de varios meses. Algo que, tarde o temprano, se termina aplicando cuando los números son muy altos.

¿Es mejor que sea el Estado o las regiones quienes decidan acerca de los confinamientos? España e Italia han tenido estrategias opuestas. ¿Cree usted que una gestión estatal de la emergencia, como en Italia, es más eficiente para luchar contra el coronavirus?

Lo ideal, para coordinar la lucha contra una pandemia, sería un mando mundial. Porque aunque al principio se ve afectada sólo una parte del planeta, el resto del mundo sigue moviéndose con normalidad, aplazando así las posibles soluciones. Pero está claro que se trata de algo utópico. Al menos, podríamos tener un mando europeo, pero también en esto vamos con muchísimo retraso. A nivel de países, eso sí, la gestión tendría que ser nacional. No hay dudas.

En Italia, con 15.000 nuevos contagios al día, habría que aplicar un confinamiento de al menos tres semanas

Si la Unión Europea, por ejemplo, ha gestionado contratos como los de Pfizer para adquirir vacunas con el objetivo de distribuirlas de forma equitativa entre los Estados miembros: ¿Por qué no ha habido también una coordinación conjunta europea para frenar el coronavirus?

Porque Salud y Sanidad son ámbitos de competencia de los países miembros, en los tratados europeos no está previsto que la Sanidad esté cedida a favor de la Unión Europea. Poco a poco, nos estamos dando cuenta, sin embargo, de que se trata de algo útil y necesario. La pandemia, de hecho, ha ayudado a entender esto. Pero estamos muy lejos de pasar de las palabras a los tratados; donde se conciba el ceder algo de soberanía para una mayor salud. Hoy por hoy cada país actúa lo mejor que puede. Pero el virus no entiende de divisiones administrativas.

Pfizer, Moderna, AstraZeneca: ¿Cuáles son los puntos fuertes y débiles de cada vacuna? ¿Cuál es la más determinante en este momento?

El dato positivo es que las tres son vacunas muy buenas y seguras. Pfizer y Moderna son muy importantes porque han sido autorizadas también para las personas mayores, de modo que para este colectivo son indispensables. No ocurre lo mismo con AstraZeneca que puede ser empleada, como mucho, a pacientes de 65 años, lo cual impide bajar la mortalidad de los tramos de población más vulnerables.

¿Por qué hay tanta escasez de vacunas en la Unión Europea? Hay una sensación generalizada de que fuera de Europa son más rápidos en conseguirlas.

Hay dos elementos a tener en cuenta. En primer lugar, el productivo. Fabricar vacunas es algo muy complejo, que saben hacer pocos. Siendo pocas las fábricas y las empresas que pueden conseguirlo, es muy difícil producir una gran cantidad de vacunas, y que sean suficientes para cubrir la población mundial. En segundo lugar, es una cuestión de rapidez y de inversión: Europa ha reaccionado porque Italia, Francia, Alemania y Holanda el pasado abril empezaron a moverse, para luego finalmente firmar los primeros suministros el pasado verano. Es un problema de producción, pero también de responsabilidad. Los Estados Unidos, el Reino Unido o Israel, por ejemplo, tienen un único decisor. Europa tiene 27. Lo cual hace todo más lento y difícil.

¿Cuándo volveremos a la normalidad?

Dependerá de nuestras decisiones. Australia, Nueva Zelanda o Corea del Sur, han escogido un camino que, después de un año, ahora mismo les está permitiendo disfrutar de una vida relativamente normal, incluso sin la disponibilidad de vacunas. Son las consecuencias de aplicar la estrategia no Covid. Si tomamos las decisiones correctas, en Europa podríamos volver a una determinada normalidad ya antes del verano. Si no lo hacemos, tendremos todavía muchos meses por delante. La normalidad llegaría entonces entre finales de 2021 y principios de 2022.

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