Países Bajos no necesita dinero europeo y eso hace que le sea más fácil mantener firme su postura. Lo reconocía a Efe su ministro de Exteriores, Stef Blok, y así lo aplica el primer ministro Mark Rutte a quienes necesitan fondos, sea para exigir reformas a los países del Sur de Europa, o respeto al Estado de derecho a los del Este (Hungría y Polonia), lo que lo convierte en el “Mister No” de Bruselas.



Para Rutte, la Unión Europea es como “un club de amigos” donde hay todo tipo de voces y posturas, aunque no tarda en aclarar que esa “amistad” no es tan literal porque en las cumbres de Bruselas los jefes de Estado y Gobierno europeos no se juntan “para celebrar los cumpleaños” sino para “defender el interés” doméstico. Y eso es innegociable para él.



El político liberal siempre ha rechazado la mera idea de un posible “Nexit” (variante neerlandesa del brexit) porque entiende que Países Bajos no puede ir por su cuenta sin la UE: la ausencia de controles fronterizos es lo que permite a sus empresas comerciar libremente entre 27 países, y pertenecer a la zona comunitaria ofrece al Puerto de Róterdam la etiqueta del embarcadero más grande e importante de Europa.



Sin embargo, transferir dinero a Bruselas o permitir que Bruselas lo transfiera a otros países es un asunto muy espinoso en Países Bajos desde la crisis financiera de 2008, especialmente tras el controvertido rescate a Grecia, ha sido el tema estrella de las campañas electorales desde que Rutte llegó a Catshuis, su residencia oficial, en 2010.

¿Dinero gratis? "No"

Sea porque Rutte está realmente convencido de sus exigencias, o porque es lo que quieren oír en casa, el liberal no “suelta un euro gratis” a sus socios europeos. Con la misma firmeza que pidió este verano a España, Italia o Portugal someter sus sistemas financieros a estrictas reformas - subiendo la edad de la jubilación o los impuestos - exige ahora a Polonia y Hungría apegarse al Estado de derecho como “mínimo” si quieren recibir ayudas.



“Yo lo trato con respeto, pero vamos, el neerlandés no es nuestro amigo. Lo que está haciendo, pensando y le gustaría imponernos no coincide de ninguna manera con lo que a los pueblos polaco y húngaro les gustaría tener”, sentenció el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, que tiende a referirse a Rutte como “the Dutch guy” (el chico holandés).



Si tiene que mirar hacia Países Bajos, a Orbán le agrada más el euroescéptico Geert Wilders, con quien se hizo una foto que publicó en redes sociales con el mensaje “A nice Dutch guy” (un chico holandés agradable).



"Un gran héroe ¡Si tan solo tuviéramos un primer ministro como Viktor Orbán! Demuestra tú también que tienes arrestos: ¿Por qué tenemos un cobarde por primer ministro?", le dijo Wilders a Rutte en una sesión parlamentaria, tras subrayar que "el dinero de los impuestos" que aporta Países Bajos al Fondo de Recuperación de 750.000 millones de euros debe "gastarse” en los neerlandeses.



Rutte reaccionó molesto a esas palabras: "¿Debería ser más como Orbán? ¿Debería limitar los derechos de los homosexuales y la libertad de prensa? Me alegro de no parecerme a ese hombre. ¡Qué terrible!", exclamó.



Wilders siempre ha expresado su admiración por las políticas de Orbán, elogiando el cierre fronterizo de Hungría a la entrada de refugiados procedentes de Oriente Medio y sus discursos para “preservar las raíces cristianas”, lo que incluyó un endurecimiento de la ley del aborto, injerencias en la prensa y en la independencia judicial.

Negociador nato

Soltero, pianista, profesor invitado en un colegio de La Haya, funcionario que acude a trabajar en bici o, cuando llueve, en un Saab destartalado que compró de segunda mano en los 90, vive obsesionado con dirigir el país hasta agotar su energía.



Rutte es frugal con Bruselas, pero generoso con los suyos, al menos para que le vuelvan a reelegir en marzo de 2021 para su cuarta legislatura.



Se ha creado fama de negociador nato, capaz de formar gobierno con la ultraderecha de Wilders, y dos años después gobernar en coalición con los socialdemócratas, para unir después a progresistas y conservadores en un único Ejecutivo que gobierna desde 2017 en La Haya.



Mientras luchaba por reducir el tamaño del Fondo de Reconstrucción, anunció sucesivos paquetes para ayudar a los más afectados por la pandemia; entregó 3.400 millones de euros a la aerolínea KLM, la joya de la corona; y trata de atraer a las empresas espantadas por el brexit a establecer su sede en Países Bajos con promesas de acuerdos fiscales atractivos, a la vez que echa un pulso a Londres para llegar a un acuerdo comercial, vital para la supervivencia de las compañías locales.