Berlín

Dicen vivir en una especie de dictadura que recuerda al régimen comunista de la República Democrática de Alemania (RDA). Los líderes del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) aseguran que en la Alemania actual "no hay una verdadera libertad de expresión". En la Alemania de nuestros días, dicen, se aplican "métodos de la Stasi" – el temido Ministerio para la Seguridad del Estado de la RDA. En las élites del país, con la canciller Angela Merkel al frente, ven en AfD conspiradores que, antes de las elecciones, "se ocupan de que la voluntad de los votantes no se haga realidad".

La 'resistencia' a la "nueva RDA" es AfD, creen en el partido ultra. En AfD, a sus políticos les gusta compararse con el Foro Nuevo, movimiento político que fue decisivo en las movilizaciones que llevaron a la caída del muro de Berlín y al colapso de la RDA. En el movimiento xenófobo de los Patriotas Europeos contra la Islamización de Europa (PEGIDA), un movimiento con el que AfD no oculta sus afinidades, los hay que dicen incluso: "En 1989 salimos a la calle, y ahora tenemos que volver a salir porque la situación es mucho peor". Todo eso es una superchería, pero políticamente funciona. AfD es la tercera fuerza política del país.

En el este alemán, en lo que otrora fue la Alemania comunista, uno de cada cinco germanos votó a AfD en las elecciones 2017. En las recientes elecciones regionales en los Länder de Brandeburgo, Sajonia y Turingia, AfD ha mejorado incluso esa proporción. Precisamente en esas campañas, los líderes regionales de AfD invitaban a los electores a hacer una "revolución 2.0", expresión con la que aludían a la revolución pacífica que tumbó al muro de Berlín y a la RDA. Es más, el líder de AfD en Turingia, Björn Höcke o, según lo han llamado ya fuera de Alemania, "el nuevo Hitler", celebró su último resultado electoral (23,4%) exclamando: "¡Los electores han votado por la revolución 2.0”.

AfD está utilizando la herencia de esos capítulos decisivos de la historia de Alemania – y del mundo occidental – para sacar réditos políticos. "La herencia de las movilizaciones de 1989 contra la RDA es una herencia que ha cambiado de significado", explica a EL ESPAÑOL Karl-Siegbert Rehberg, sociólogo y profesor en la Universidad Técnica de Dresde, la capital de Sajonia. En esa ciudad surgió y se mantiene movilizada PEGIDA. En Sajonia, AfD es la segunda fuerza política. Votan ahí a AfD uno de cada cuatro electores.

"En 1989 se gritaba en las calles '¡Somos el pueblo!' para recordar al Gobierno quién era el pueblo y para invitar al Estado de la RDA a marcharse. Pero ahora se grita '¡Somos el pueblo!' para indicar quiénes deben decidir sobre las fronteras", señala Rehberg. Alude a los cánticos más escuchados en las movilizaciones de PEGIDA o en los actos públicos de AfD.

Que este sábado se cumplan tres décadas de la caída del muro de Berlín y del inicio del colapso de la RDA es algo que beneficia políticamente a AfD. Porque aún “existe la sensación de que se ha producido en las vidas de los ciudadanos del este alemán una devaluación del valor de sus vidas y de que no han estado implicados en sus destinos”, explica a EL ESPAÑOL Thomas Sandkühler, historiador y profesor de la Universidad Humboldt de Berlín.

Esa sensación tiene mucho que ver con la traumática transición al capitalismo de la comunista RDA y con cómo la Alemania occidental terminó tomando las riendas del este teutón. El historiador Ilko-Sascha Kowalczuk presenta en su último libro titulado Die Übernahme (Ed. C.H. Beck, 2019), o "La toma de posesión", las raíces del problema de lo que fue la Alemania comunista. "Han pasado tres décadas y casi uno de cada dos alemanes del este se sienten todavía como ciudadanos de segunda clase. Las élites y los ejecutivos del este alemán son sólo en contadas ocasiones alemanes del este. A principios de 2019, sólo entre un 2% y un 4% de alemanes del este ocupaban posiciones importantes en la política, la administración, los negocios, la ciencia y la cultura”, explica Kowalczuk en su libro. Esos datos hablan del acaparamiento de las élites del oeste alemán de los puestos relevantes en el este germano y evocan los orígenes de buena parte de la frustración sentida en lo que fue la RDA.

Poscomunistas, neo-nazis y conservadores decepcionados

Hasta el surgimiento de AfD, era Die Linke el partido que mejor sabía hacerse con el voto de quienes han estado decepcionados con la reunificación. Ya no es así. De lo contrario, Die Linke no habría perdido unos 420.000 votos que en las últimas elecciones generales fueron a parar a AfD. Un ejemplo más reciente es el de los comicios de Turingia, donde Die Linke perdió casi un 7% de sus electores en beneficio de AfD.

“Gran parte de los electores de AfD han estado durante años votando a Die Linke y, antes, al PDS [partido poscomunista surgido en 1989 que acabaría formando Die Linke, ndlr]”, señala Rehberg. "El PDS era algo específico del este alemán, Die Linke ha evolucionado ya no tiene ese foco puesto en el este alemán, esto decepcionó a muchos y ahí se inscribe el éxito de AfD", abunda el sociólogo de la Universidad de Dresde.

"Decepción" es también la palabra que usa Sandkühler para aludir a otra gran sangría de votantes. La que ha supuesto AfD para la Unión Cristiano Demócrata (CDU). "En AfD hay muchos votantes de la CDU decepcionados", pero "obviamente AfD recibe sus votantes de muchos sectores de la sociedad", según Sandkühler.

Entre esos sectores, también figura el más extremista de la política alemana, hoy encarnada por movimientos como PEGIDA, y a finales del siglo pasado y principios de éste, por partidos como los extremistas de derechas Unión del Pueblo Alemán (DVU) y el que lo terminara absorbiendo, la formación neo-nazi Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD). Cuando en AfD se pregunta sobre esta parte del electorado, la dirección del partido responde que en la formación no se pregunta a los votantes qué votaron en anteriores citas con las urnas.

Sea como fuere, 30 años después de la caída del muro de Berlín, AfD "está presentándose como el portavoz de los votantes del este alemán". Lo hace con éxito a pesar de la escasa relación que guardan con la realidad mucho de cuanto afirman sus líderes en lo que fue la RDA. Allí, hace ya tres décadas, se forjaron medios de comunicación libres, se consiguió el respeto de los derechos humanos y, entre otras cosas, la libertad de manifestación de la que ahora gozan quienes por lo visto ven en la Alemania de Angela Merkel una dictadura.

Esos logros llegaron con la revolución de 1989. Más allá del éxito de AfD, no se sabe de verdad qué va a llegar con su "revolución 2.0".