Theresa May se aferra al cargo y desafía el alud de críticas al principio de acuerdo del 'brexit' que ha alcanzado con la Unión Europea. "Mi apuesta siempre ha sido poner el interés nacional en primer lugar. Nunca mi interés personal", ha defendido la primera ministra ante la creciente rebelión interna en su partido, que ya hace movimientos para descabalgar a la líder conservadora. "Yo voy a dirigir este proceso, no pienso dimitir", ha zanjado.

Ante la oleada de dimisiones que ha sufrido su Gabinete sólo horas después de que  anunciara el borrador del acuerdo que había contado con el "apoyo colectivo" de los ministros, May ha aseverado que está en el "camino correcto" para cumplir el "mandato expresado en el referéndum". 

 "Este es un brexit que respeta las prioridades del pueblo británico para salir de la UE como una nación unida y sin frontera dura en Irlanda del Norte", ha defendido en una rueda de prensa en Downing Street. 

 

Al mismo tiempo, May ha subrayado el ultimátum que ha planteado en el Parlamento este mismo jueves. Si no sale adelante el acuerdo que ha negociado las consecuencias de un brexit sin acuerdo "son imprevisibles". "El pueblo británico está esperando que el Partido Conservador solucione este asunto para seguir adelante y responder a otros problemas de la sociedad". 

May, que hizo campaña a favor de permanecer en la UE, no se arrepiente de su liderazgo en el proceso de divorcio y asegura que serán los parlamentarios los "últimos responsables" de tumbar o no el acuerdo del brexit.  El decisivo pleno tendrá lugar previsiblemente en diciembre, poco después de la cumbre europea del 25 de noviembre. 

El alegato de May defendiendo su brexit llega en paralelo a las voces que en su partido le reclaman un paso atrás. El destacado euroescéptico de los tories Jacob Rees-Mogg ha ido más allá y está liderando una campaña interna para forzar la salida de la primera ministra vía una votación de no confianza. Una suerte de moción de censura que necesita de 48 peticiones entre las filas conservadora. En el momento más frágil de su turbulento mandato, la premier ha decidido apagar el fuego interno reclamando  una unidad mínima para seguir en Downing Street hasta el próximo golpe.