Berlín

Una pareja de jóvenes sin hogar acumula pertenencias a su alrededor. Están sentados en el suelo. En un metro cuadrado cabe cuanto poseen. Se ocultan bajo una pequeña manta rosa en la entrada de la estación berlinesa de metro y trenes metropolitanos de Hermanstraße. La estación la limpian Jörg y su compañero. Éste lleva un cepillo y un recogedor. Jörg pasa la fregona. Al ver a los dos jóvenes sin hogar ocultos bajo la manta rosa, Jörg no tiene dudas: “Están drogándose”.

“En los últimos dos años el consumo de drogas aquí se ha hecho extremo. No siempre ha sido así, yo llevo doce años trabajando en esto en esta estación. Pero últimamente hay mucha gente drogándose”, dice Jörg a EL ESPAÑOL. Este periódico ha podido ver cómo usuarios de drogas consumen sustancias aquí sin reparos ante los pasantes. Lo hacen a solas o en grupo, inyectándose o fumando en planta

A Jörg y su compañero les toca limpiar los restos de esos chutes. Jörg se queja porque hay un distribuidor de jeringuillas en una de las entradas de la estación. Sobre esa máquina, pintarrajeada, hay un cartel pegado y escrito a mano que indica la nueva dirección en el barrio de una iniciativa de ayuda a drogodependientes.

“Nosotros hacemos fotos de lo que nos encontramos cuando se van los que se drogan. Muchos se drogan y dejan aquí las jeringuillas y demás. Hacemos las fotos, las mandamos a nuestro jefe y recogemos para dar cuenta de la situación que se vive aquí, pero no se hace nada. La única manera sería acabar con la droga, pero eso parece un imposible”, comenta Jörg.

La última idea que han querido probar contra el consumo de droga los responsables de la Deutsche Bahn, la empresa responsable de las líneas de trenes metropolitanos que pasan por aquí (S-41, S-42, S-45, S-46- y S-47), es utilizar la música atonal. Es decir, música experimental de las vanguardias del siglo XX o de inspiración vanguardista. “Los trenes quieren espantar el ambiente de las drogas con música”, era el titular del diario berlinés Der Tagesspiegel con el que se daba cuenta hace unas semanas de las intenciones de la empresa de ferrocarriles.

Al saber de esos planes, Lisa Benjes, responsable de la asociación cultural berlinesa Iniciativa Música Nueva no tardó en organizar una protesta. “Al leer la información sobre los planes de la Deutsche Bahn, nos dijimos que no podíamos dejar que eso ocurriera”, dice Benjes a EL ESPAÑOL. Con su asociación, organizó un concierto de música atonal en el que participó un grupo de ocho artistas en la estación de Hermanstraße. 

Benjes es una defensora de la música atonal como medio de expresión. “La música atonal es una forma de música artística concentrada en la experimentación con melodías y armonías, donde se busca siempre hacer nuevos experimentos y sonidos”, explica.

Un concierto contra la instrumentación de la música

El concierto con el que Benjes y compañía reivindicaron la belleza de la música atonal llevó por título 'Música atonal para todos'. Dicen en su asociación que, a través de las redes sociales, el evento tuvo mucho seguimiento y apoyo. “No sólo hubo apoyo de la escena musical de Berlín, sino también de toda Alemania y del mundo de la música clásica”, apunta Benjes. 

“Fue bonito y un éxito”, recuerda esta joven, hablando del evento, organizado el pasado 24 de agosto. Acudieron a la estación alrededor de 300 personas, que escucharon composiciones de música atonal. Se interpretaron varias piezas, a cargo de dos saxofonistas, un chelista, un armonicista, una vocalista, un flautista, entre otros performers. “La actitud de la gente fue muy positiva, los asistentes guardaron silencio y escucharon, y los ruidos de la ciudad se mezclaron con la música”, abunda Benjes.

La empresa busca ahora distanciarse de la idea

Entre los asistentes estaba uno de los responsables de la Deutsche Bahn en Berlín. “Habló con nosotros y nos dio las gracias por el evento. Se hizo una idea de lo que era esta música y nos dijo que antes no había asimilado el concepto”, cuenta Benjes. Al parecer, el responsable de la empresa, al constatar que la música atonal no tenía por qué ser desagradable, desechó la idea. 

En la empresa se esfuerzan ahora en corregir el tiro. “Presentamos la idea, que era un planteamiento que teníamos, porque al ver la música que se tocó en Hermanstraße vimos que no era lo que buscábamos”, dicen a EL ESPAÑOL desde la compañía. 

Reconocen en la Deutsche Bahn que tenían un experimento piloto con música atonal para enfrentarse a la situación que se vive en paradas como Hermanstraße. Se hablaba de esa medida de coste escaso como parte de la necesaria mejora de unas 550 estaciones presentada por Friedemann Keßler, el responsable para el este del país de estaciones y servicios de la Deutsche Bahn. Pero Benjes y compañía les demostraron que estaban en un error. 

“Creo que pensaron poco la medida. Hay una una concepción elitista en pensar que la cultura de altura no va a interesar a toda la gente, en particular a los sin hogar que están en Hermanstraße”, mantiene Benjes. 

“¿Música atonal como arma contra los yonquis? ¡Qué desfachatez!”

“Ahora nos distanciamos de la idea y nos concentramos en medidas concretas, para mejorar la calidad y la seguridad en las estaciones”, aseguran en la Deutsche Bahn, obligada a echar por tierra unos planes contra el consumo de drogas en sus estaciones que parecían condenados a la incomprensión. “¿Música atonal como arma contra los yonquis? ¡Qué desfachatez!”, se revolvía, por ejemplo, un editorial de Elmar Krekeler en el diario conservador Die Welt.

No es la primera vez que se experimenta en Berlín con música para conseguir un entorno desagradable para quienes toman como lugar de consumo de drogas las estaciones de tren y metro. La Compañía de Transportes Berlineses (BVG, por sus siglas alemanas) ya probó en 2010 con fines parecidos usar música clásica comisionada por una empresa que facilitó 1.800 piezas musicales. Éstas, al sonar, debían ahuyentar a usuarios y traficantes de droga. 

En esa selección, mayoritariamente instrumental, había grandes maestros alemanes como Ludwig von Beethoven, Johan Sebastian Bach, los austriacos Wolfgang Amadeus Mozart y Franz Schubert o el polaco Fréderic Chopin. Los responsables de la BVG defendieron la medida. Pero no debió ser un éxito ese experimento. Porque hoy, en las instalaciones de Hermanstraße, que también tiene parada del metro de la BVG, se sigue consumiendo droga a diario. 

Bien lo saben Jörg y su compañero, los dos empleados de la limpieza que se esforzaban en dejar presentable la estación del S-Bahn y el metro en la noche del martes. “Aquí todos los días estamos viendo gente consumir droga, gente pinchándose y fumando. En los últimos años hemos visto prácticamente de todo”, dice Jörg. Además, “es un círculo, porque llamas a la policía o la seguridad, y entonces los drogadictos se van. Pero vuelven en cuanto la policía o la seguridad ya se ha ido. Es un círculo sin fin”, concluye.