Roma

Paolo Borrometi reparte besos y abrazos a quienes apenas conoce. Es uno de esos sicilianos con un concepto elevado de la generosidad, que agradece reiteradamente el apoyo recibido. “Grazie, bello”, repite entre sonrisas a cada uno de sus colegas que le insuflan ánimo, ya que lo peor siempre es “sentirse solo”. Porque pese a convivir con las amenazas desde hace años y haberse exiliado de manera forzosa en Roma, en las últimas semanas volvió a nacer.

A principios de abril un juez de Catania ordenó el arresto de cuatro mafiosos que planeaban su asesinato. En varias llamadas intervenidas por la Justicia, se escucha decir a un capo del territorio: “Debemos golpear a éste, ‘bum’ al suelo; debemos golpear a este otro, ‘bum’ al suelo. Como en los años noventa, cuando no se podía ni salir a la calle. ¿Sabes qué te digo? De vez en cuando, un muerto sirve para que se calmen todos”. Y para tranquilizar a Paolo Borrometi le tenían preparada una bomba que debía explotar al paso de su vehículo.

Su pecado había sido publicar los negocios ilegales del crimen organizado en la región siciliana de Ragusa. El último apunta al pago por el que los famosos tomates locales habían obtenido el sello de denominación de origen. “Yo no hago periodismo de investigación, simplemente soy periodista. Es decir, le pongo nombre y cara a lo que todo el mundo allí sabía que ocurría, pero de lo que nadie quería hablar”, relata.

Sus reportajes sobre el fenómeno llamado “agromafia” –la irrupción de la criminalidad organizada en la producción agrícola- se pueden encontrar en el modesto sitio web www.laspia.it. Ni siquiera cuenta con el respaldo de un gran medio, por lo que la vulnerabilidad es mayor. “No ha habido un solo día que no haya pasado miedo”, insiste, aunque no duda en que lo volvería a hacer.

Periodistas con escolta

Ya hace cuatro años comenzó a recibir cartas con proyectiles. Hasta que un día varios encapuchados le dieron una paliza de la que aún sufre secuelas en la espalda y le advirtieron de que “era sólo el primer aviso”. Desde entonces le acompaña siempre un escolta, que espera paciente a que termine la entrevista. “Ya ves que he seguido haciendo lo que hacía y que sigo aquí, por lo que sólo puedo pensar que hemos ganado”, sentencia.

Habla en primera persona de plural para referirse “al Estado”. Abandonó Sicilia por Roma, vio cercenada su libertad, pero gracias a la intervención judicial superó un intento de atentado. Remarca que no es “ningún héroe”, sino uno de los 19 periodistas que viven con escolta en Italia. Según distintas asociaciones de prensa, la situación ha empeorado en los últimos años.

Así lo revela el presidente de la Federación Nacional de Prensa Italiana, Giuseppe Giulietti, quien matiza que “hay que relativizar porque desde la Segunda Guerra Mundial han muerto 27 informadores en Italia”. Sin embargo, recientemente la violencia contra estos “se ha incrementado”. Además de los 19 periodistas escoltados, sus datos destapan que existen otros 190 periodistas a los que se les han facilitado medidas de protección más leves. “Las agresiones se han extendido hacia quienes se encargan de temas relacionados con la extrema derecha o la inmigración”, añade Giulietti. Aunque la mafia sigue siendo la principal enemiga del periodista en Italia.

En 2013, la reportera del diario La Repubblica Federica Angeli investigaba los negocios de varios clanes mafiosos en Ostia, en el litoral de Roma, cuando presenció por casualidad un tiroteo entre ellos. “El líder comenzó a gritar que el espectáculo había terminado y todos los vecinos se metieron en sus casas y cerraron las persianas”, recuerda Angeli. La mafia no es un fenómeno único de Sicilia y el sur de Italia, también existe a las puertas de la capital. Todos callaron, mientras la periodista se fue directa a comisaría y siguió investigando.

Desde entonces hasta que acudió al tribunal penal de Roma para declarar contra varios miembros del clan Spada, a los que se acusa por asociación mafiosa, han pasado 1.736 días. Una cuenta que no ha olvidado, el tiempo que ha vivido escoltada. “Soy madre de tres hijos, al pequeño también lo han llegado a amenazar. Pero después de acudir a juicio me siento libre”, recalca la informadora.

Como Paolo, para Federica la soledad es dura. “En algunas ocasiones han llegado a insinuar que podía estar colaborando con la mafia y con uno de esos rumores que se extienden de forma absurda, se crea una deslegitimación tremenda”, sostiene. Sin embargo, se convocaron manifestaciones de apoyo en la ciudad de Ostia y la respuesta fue siempre positiva. Como también ocurrió tras la agresión a un reportero de la RAI al que otro presunto líder mafioso le rompió la nariz de un cabezazo mientras trataba de documentar la situación en esta zona de la costa romana.

Desde la Federación Nacional de Prensa Italiana se han propuesto acompañar a los periodistas amenazados a los tribunales cuando tienen que declarar, presentarse como parte civil en los procesos y alentar a otros colegas a retomar las investigaciones por las que otros han sufrido episodios de este tipo. El Ministerio del Interior lanzó hace algunos meses un observatorio independiente –al margen del color político del Gobierno- para investigar estos casos, que según Giuseppe Giulietti “está funcionando correctamente”.

El observatorio Oxígeno para la Libertad, una institución creada por distintas organizaciones de reporteros italianos, revela que desde 2006 se han producido más de 3.600 amenazas a informadores, una tendencia que ha ido casi siempre al alza. También el último informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF) alerta de los peligros de investigar una red mafiosa en Italia, aunque en su clasificación sobre la libertad de prensa, este país ha escalado seis puestos hasta el número 46 de un total de 180.

RSF llama la atención sobre el “odio al periodismo”, que no sólo afecta a los gobiernos autoritarios sino también a las democracias. Y en su informe recuerda que en los últimos meses han sido asesinados en Europa la maltesa Daphne Caruana Galizia y el eslovaco Ján Kuciak. En ambos casos se investiga la más que probable colaboración de la mafia italiana. Les sonará el nombre de Roberto Saviano, autor del libro Gomorra, aunque hay otros tantos como él trabajando en este país.