Roma

Al cardenal Ernest Simoni la vida le dejó demasiadas cicatrices. Ejerciendo como sacerdote en la Albania comunista en la que nació, en 1963 fue condenado a muerte por celebrar una misa en honor al presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, que había sido asesinado un mes antes. Lo torturaron y lo metieron en prisión, donde le conmutaron la pena por 25 años de trabajos forzados.

Salió casi dos décadas después, esquivando otra pena capital al ser acusado de rebelión. Una vida de trastornos que sólo pudo resistir aferrado a la fe, hasta el punto que cuenta que durante su reclusión logró expulsar al demonio del cuerpo de decenas de compañeros detenidos.

Allí empezó Simoni su carrera contra el Mal. Aunque a sus 89 años, no sólo no ha pedido la jubilación, sino que mantiene una actividad frenética. Son tantos los casos que se le acumulan que reconoce practicar “varios exorcismos al día por teléfono”. “He curado al menos a 15 enfermos de cáncer, he conseguido que mujeres que no podían tener hijos terminaran dando a luz y todo por la gracia de Jesús”, asegura.

Curso de exorcismo en Roma

Según sus palabras, “muchos médicos no se lo explican”. Su receta “es la medicina más potente” y su praxis infalible: “A todos a los que les he hecho un exorcismo se han salvado”. Aunque el mérito no se lo lleva él, sino “el espíritu santo”, al que le atribuye el poder de derrotar a Satanás, incluso en el cuerpo de “muchos musulmanes”.

Debido a su edad, ya es complicado seguir su discurso en persona, pero el religioso albanés defiende que tiene el mismo porcentaje de éxito a través del móvil. Explica que inicia las conversaciones en su idioma, aunque después “el rito indica que al diablo hay que hablarle en latín”. “Me gritan, me insultan, pero les digo: ‘quieto’; y la posesión desaparece”, narra. Según él, algún demonio le ha llegado a confesar que “cuando escucha las palabras de la Virgen es peor el tormento que el infierno”.

Para evitar llegar a este punto, Simoni no tiene más indicaciones que “la oración” y “la castidad”. Aunque en su análisis de los males del mundo –“el materialismo, el consumismo y el modernismo”- coincide en líneas generales con el que suele hacer el papa Francisco. Será por estas ideas o por una vida marcada por la persecución, por lo que el pontífice argentino llegó incluso a llorar cuando lo creó cardenal en 2016.

Aceptado por el Vaticano

Su actividad como exorcista no es un problema para Bergoglio, que no escatima palabras hacia Satanás. Sin ir más lejos, en su última exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, en la que advierte que el diablo “es un ser personal que nos acosa”. “No pensemos que es un mito, una representación, un símbolo, una figura o una idea. Ese engaño nos lleva a bajar los brazos, a descuidarnos y a quedar más expuestos”, añade el texto.

Son muchos en la jerarquía eclesiástica quienes desconfían del exorcismo. Aunque se trata de un ministerio aceptado por el Vaticano, como demuestra que en 2014 reconociera oficialmente a la Asociación Internacional de Exorcistas, una agrupación de la que no hay datos oficiales, pero que se estima que cuenta con unos 400 miembros.

El colectivo fue fundado en la década de los noventa por el padre Gabriele Amorth, el más célebre de los exorcistas hasta su muerte en 2016, y tiene cada año su momento cumbre en el Curso sobre Exorcismo y oración de liberación, que ha celebrado esta semana en Roma su decimotercera edición. Las lecciones las imparte el Instituto Sacerdos, perteneciente a los Legionarios de Cristo. Es decir, a una de las comunidades más conservadoras del mundo católico. Sin embargo, cuenta con la autorización del Vaticano, al organizarse en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, una de las instituciones académicas reconocidas por la Santa Sede.

Para la Iglesia, el exorcismo se entiende como la labor del enfermero que suministra los cuidados prácticos diagnosticados por el doctor. Mientras que su práctica queda circunscrita a sacerdotes autorizados por el obispo de la diócesis correspondiente. De ahí que no es muy común que haya exorcistas con el rango de cardenales, el título eclesiástico más elevado que puede conceder un papa.

¿Cardenales exorcistas?

El caso de Simoni es una extravagancia, no hay constancia actualmente de muchos más cardenales exorcistas, por lo que su presencia en el curso de este año le confiere el papel de invitado estrella. Junto a él, relata el organizador Giuseppe Ferrari, en esta ocasión se han matriculado “más de 250 personas de 51 países distintos”.

Entre ellos, experimentados exorcistas, sacerdotes que aspiran a serlo o simples laicos que han convivido con experiencias demoniacas de todo tipo. “Yo no estoy consagrado, pero ayudo en mi parroquia desde hace 19 años con el consentimiento de mi obispo”, asegura un peruano que prefiere no dar su nombre, ya que es consciente de que se está saltando la normativa eclesiástica.

Lo suyo, sostiene, es un “don natural”, por el que resuelve las posesiones en “10 o 15 minutos”, mientras los exorcistas pueden tardar meses en hacerlo. “Ellos siguen el ritual romano, que consistiría en algo así como regañar repetitivamente a un niño, pero quienes tenemos estas habilidades carismáticas estamos guiados por Dios para deshacernos inmediatamente del malvado”, asegura.

Angelo Solozzi E.E.

Pese a sus intervenciones relámpago, el hombre reconoce que el maligno “es inteligente, intenta engañarte”, pero gracias a la oración previa a él le resulta fácil identificar su debilidad. Entre sus manifestaciones, enumera con naturalidad “la levitación, la fuerza sobrehumana de los poseídos, su capacidad para hablar lenguas muertas o el vómito de objetos metálicos”. Nada que no pueda solucionarse en una breve sesión.

Angelo Solozzi precisa, sin embargo, que hay diferenciar entre una “infestación demoniaca, una obsesión o una posesión”, que indicarían distintos grados de la presencia diabólica en el cuerpo humano, y que en los casos más leves no sería necesaria la asistencia de un exorcista. Él ejerce como párroco ayudando a drogadictos en Calabria, en el sur de Italia, pero cuando su actividad se lo permite colabora con don Mimmo Ozza, otra de las eminencias en la materia.

Este auxiliar de exorcista reconoce que el famoso recurso del agua santa y el crucifijo pueden resultar útiles, pero lo realmente importante es seguir el rito sin titubeos. “Al maligno hay que indicarle claramente dónde ir, al infierno o con Jesús, porque si no se corre el riesgo de que termine entrando en otra persona”, relata. También puede ocurrir que el diablo se revele con una identidad que no es la suya –“puede decir que es Asmodeo y en realidad es otro”-, porque de demonios está el mundo lleno. “Según la Biblia, un tercio de los ángeles se rebelaron contra Dios y se fueron al infierno”, explica el sacerdote.

Aunque la finalidad del curso para exorcistas es que los participantes no los vean por todas partes, sino donde supuestamente se manifiestan. “Nació con una intención interdisciplinar, para someter a una investigación académica todos estos casos que llegaban hasta nosotros”, afirma el padre Luis Ramírez, otro de los coordinadores. Entre los ponentes siempre han estado invitados sociólogos, médicos o psicólogos, que explican también la naturaleza científica de determinados comportamientos.

Este año se ha profundizado además en la magia negra y los ritos ocultos provenientes de África. Mientras que en el caso español, se investiga la influencia de creencias new age, como indica Luis Ramírez. “En los últimos años hemos comprobado cómo se están extendiendo técnicas orientales de relajación como el yoga, que pueden derivar en dimensiones espirituales cercanas al ocultismo”, añade. Ésta y otras técnicas como el tarot o la magia negra son señaladas normalmente por los exorcistas como una puerta abierta al diablo.

En los últimos días se ha difundido en Italia un informe elaborado por distintas organizaciones que se ocupan de nuevas creencias, que da cuenta de la presencia en su territorio de unas 500 sectas consideradas peligrosas desde un punto de vista psíquico, de las que un 25% están asociadas a ritos satánicos. Para combatirlas existen unos 240 exorcistas en Italia, que se lamentan porque no logran dar abasto. Algunos dicen curar el cáncer o enfermedades sin aparente solución, incluso con una llamada de teléfono.