Roma

Luigi Di Maio parece haber nacido con traje y corbata. Lo hizo hace 31 años, es el candidato a primer ministro más joven de cuantos se presentan a las elecciones italianas del 4 de marzo, pero eso no le da licencia para acudir de casual ni a esos actos de campaña por los mercados en los que se imponen chaqueta y camisa abierta. Tampoco abandonó la etiqueta para liderar manifestaciones a las puertas del Parlamento, megáfono en mano, cuando fue nombrado vicepresidente de la Cámara de Diputados con 26 años. Durante la última legislatura ha estado haciendo oposición para suceder al cómico Beppe Grillo al frente del Movimiento 5 Estrellas (M5E) y ahora que le ha llegado su turno se enfrenta al reto de romper el techo de una formación que nació como un estado de ánimo contra la política italiana.

Entre los arrebatos de Grillo y la imagen como de primera comunión de Di Maio hay todo un proceso de transformación hacia un modelo de partido clásico, la fórmula con la que pretenden dar el gran golpe que les lleve al Gobierno. Desde hace meses las encuestas lo colocan como la fuerza más votada con un apoyo que ronda el 28% del electorado, una mayoría insuficiente para gobernar si no es pactando con otros partidos.

Escándalos en campaña

Para ello se tendrían que tragar el sapo de negociar con la vieja política y aunque de momento no han mostrado sus cartas, no parece que estén ya tan lejos de ella. A unos pocos días de las elecciones les ha estallado en las manos una tormenta perfecta de escándalos y corruptelas de distinto signo. Es decir, como a cualquier otro partido, con la diferencia de que éste irrumpió al grito de “honestidad, honestidad”.

En sólo una semana, al Movimiento 5 Estrellas se le han acumulado el abandono del eurodiputado David Borrelli, hombre fuerte del partido e íntimo de su exfundador Gianroberto Cassaleggio; una denuncia contra más de una decena de diputados que defraudaron unos 1,4 millones de euros; y la expulsión de tres candidatos por pertenecer a círculos masones. En el caso de Borrelli se especula con divergencias políticas y negocios con miembros de la Liga Norte.

Mientras que sus señorías investigadas ingresaban parte de sus sueldos en un fondo destinado a ayudar a pequeños emprendedores y después cancelaban la orden simulando que habían entregado el dinero. La iniciativa parte de un compromiso voluntario adoptado por el M5E como gesto de rechazo a los privilegios políticos, que al parecer no todos sus miembros compartían.

La 'dolce vita' romana

Este último caso fue destapado por el programa Le Iene, de Mediaset, la televisión de su adversario político Silvio Berlusconi. Pero al margen de posibles intereses electorales y la desconfianza mutua que ha existido siempre entre el M5E y la prensa, todo apunta a que tras escándalo está una garganta profunda de dentro del movimiento. “Es normal que salgan a la luz episodios de este tipo, porque al final casi todos los diputados se han beneficiado de la dolce vita romana y hay mucha gente que se siente traicionada por una idea política que ha dejado de existir”, asegura Nicola Biondo, ex jefe de comunicación del 5 Estrellas.

Beppe Grillo en una imagen de archivo Reuters

En 2016 este periodista publicó junto con Marco Canestrari, otro desencantado del movimiento, un libro llamado Supernova, en el que retratan la mutación del M5E. Por poner algún ejemplo, enumera Biondo: Grillo pasó de elogiar a Obama a celebrar la victoria de Trump, de Pepe Mujica como referente ideológico a Vladimir Putin o del compromiso con sus votantes para apoyar la ley que permitía las uniones civiles entre homosexuales a su rechazo en el Parlamento.

Todo esto bajo el denominado modelo de democracia directa, por el que consultan a sus afiliados en una plataforma online de propiedad privada fundada por el propio Gianroberto Casaleggio, fallecido hace un par de años, y heredada por su hijo Davide.

Un funcionamiento que le confiere al movimiento “una naturaleza de partido-empresa, como lo fue la Forza Italia de Silvio Berlusconi en su fundación”, señala Massimiliano Panarari, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Luiss. “La formación es una marca comercial que todavía vende, pero el movimiento como tal está muerto”, sentencia Nicola Biondo.

Elecciones en Italia: Movimiento 5 estrellas

Un líder sin oficio ni carrera

Y el encargado de sepultar esas ideas sería el propio Di Maio, según la versión de los más críticos. El nuevo líder, al que han atacado por inexperto y por no tener ni oficio claro ni una carrera universitaria terminada, representa una línea más pragmática. También ha abandonado la propuesta fundacional de convocar un referéndum para la salida del euro, hace meses elogió la política de Mariano Rajoy para incentivar el crecimiento económico y mantiene un discurso casi idéntico al de la derecha en cuanto a frenar la inmigración irregular, rebajar los impuestos o incentivar a las familias para que tengan hijos.

Las tesis del M5E se mueven bastante en sintonía con un liberalismo en el que caben versos sueltos, siempre bajo el paraguas de la renovación política. Sin embargo, después les suman medidas como una renta básica de ciudadanía o mayor inversión en sanidad pública y educación, que lo ajustan en ese genuino molde que va “más allá de la vieja división izquierda-derecha”. Su propósito es conseguir un voto transversal y los números le dan la razón. Según los estudios de la empresa demoscópica Youtrend, un tercio de sus votantes se identifican con la izquierda, otro tercio con la derecha y el restante no se alinea con ninguna ideología.

El cofundador de esta compañía de sondeos Lorenzo Pregliasco considera que independientemente de la evolución que haya podido tener el movimiento “la tendencia entre los votantes sigue siendo la misma, ya que lo siguen viendo como un instrumento de recambio de la clase política”.

Según sus estimaciones, el 36% del electorado tiene una valoración positiva de Luigi Di Maio, aunque con ese porcentaje está por encima del ex primer ministro Matteo Renzi o todos los candidatos de la derecha. “En el M5E, donde pesa más la idea, la figura del líder no es tan importante”, señala Pregliasco.

Aunque el paro juvenil ha disminuido en los últimos años (32,2% en diciembre de 2017), el 5 Estrellas sigue teniendo un fuerte tirón entre los jóvenes, como demuestra que un 30% de los nuevos votantes reconocen que votarán por ellos. Su electorado se ubica además en las periferias de los núcleos urbanos y últimamente se ha ido desplazando hacia el sur, donde los efectos de la crisis económica golpean más fuerte. Tampoco en esto es casual la elección de Di Maio, nacido en la ciudad de Avellino, a unos 60 kilómetros de Nápoles.

En su progresivo ascenso, hace año y medio el movimiento consiguió su mayor triunfo político hasta la fecha, las alcaldías de Roma y Turín. Pero ni la experiencia de Virginia Raggi en la capital, donde se sigue percibiendo el mismo abandono de la esfera pública, ni de Chiara Appendino en Turín, investigada por negligencia en una avalancha humana mientras miles de personas veían en una plaza de la ciudad la última final de la Champions League, han supuesto un impulso para las aspiraciones a nivel nacional.

En las anteriores elecciones generales –las primeras a las que se presentaron- consiguieron un 25% en la Cámara de Diputados, por lo que de cumplirse los pronósticos el Movimiento 5 Estrellas no sólo no se desinfla sino que continúa creciendo. Entonces el proyecto de Gobierno no estaba entre sus objetivos a corto plazo, mientras que ahora Luigi Di Maio sí que ha dejado abierta la posibilidad de un Ejecutivo en minoría a través de “acuerdos programáticos” con otros grupos.

El heredero de los antisistema pretende así que el resto del arco parlamentario favorezca su investidura apoyando un programa político ajeno. Una hipótesis “poco realista”, según el profesor Panarari. Su opinión es que “el M5E aspira a convertirse en una fuerza de oposición con mucho peso para poder influir en decisiones como una reforma de la ley electoral que no les perjudique”. El objetivo sería llegar a la mayoría absoluta y eso sigue siendo otro límite en el fragmentado panorama político italiano.

Di Maio en una imagen de archivo