Bruselas

Retirar el ponche cuando la fiesta todavía no ha acabado. Así definió la misión de los banqueros centrales el ex presidente de la Reserva Federal, William McChesney Martin. Y esa es la tarea que ha emprendido este jueves el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi. Se trata del principio del fin del arsenal de estímulos monetarios que ha desplegado el BCE en los últimos años, en una señal clara de que considera que la crisis económica y financiera ha quedado definitivamente atrás. Al mismo tiempo, Draghi se lleva el ponche muy poco a poco, con máxima cautela, tratando de que apenas se note, por miedo a arruinar la celebración. 

En concreto, el BCE ha aprobado reducir a la mitad su ritmo de compra mensual de deuda pública y privada. El programa se puso en marcha en marzo de 2015 para combatir el riesgo de deflación y la mayoría de economistas le atribuyen la recuperación de la eurozona. A partir de enero, el importe de las adquisiciones bajará de 60.000 a 30.000 millones al mes. Al mismo tiempo, el plan se amplia otros nueve meses, al menos hasta septiembre de 2018. Si la economía empeora, podría volver a prorrogarse o aumentarse el volumen de compras. Y los tipos de interés no subirán al menos hasta 2019. ¿Por qué ha optado Draghi por este complicado equilibrio?

La eurozona crece a velocidad de crucero

"La expansión económica de la eurozona continua siendo sólida y de amplia base", ha proclamado Draghi durante la rueda de prensa en la que ha anunciado la retirada de estímulos. La eurozona creció a un ritmo del 2,3% durante el segundo trimestre del año, por encima del 2,2% en Estados Unidos, según los datos de Eurostat. La tasa de paro ha caído hasta el 9,1%, la más baja desde febrero de 2009. "Los últimos datos y resultados de encuestas apuntan a un ritmo de crecimiento constante durante la segunda mitad del año", se felicita el banquero italiano.

Además, los riesgos que rodean a estas previsiones económicas están equilibrados. Por un lado, el fuerte impulso cíclico "podría dar más sorpresas positivas en materia de crecimiento". Por otro lado, los riesgos a la baja están relacionados con el entorno internacional y la volatilidad de los tipos de cambio. En estas condiciones, parece lógico que el BCE deje de actuar como sostén de la eurozona y empiece a retirarse de los mercados.

Alemania presiona para acabar ya con los estímulos

Berlín lleva meses presionando a Draghi para que ponga fin a los estímulos monetarios. El hasta ahora ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, pedía de nuevo hace apenas unas semanas al BCE que abandone su programa de compra de bonos y los tipos de interés negativos y que vuelva a una política monetaria "normal". La clase política alemana acusa a Draghi de perjudicar a los ahorradores; financiar por la puerta de atrás a los países del sur, como Italia y España; y crear nuevas burbujas.

De hecho, la decisión del BCE de empezar a retirar los estímulos monetarios no se ha adoptado por unanimidad, según admitía el banquero italiano. Algunos miembros del Consejo de Gobierno querían ir más lejos: que se fijara ya ahora un punto y final definitivo al programa de compra de deuda. Aunque no ha nombrado a nadie, los expertos señalan a Alemania y también a Holanda. El influyente instituto económico Ifo de Munich le ha pedido este jueves a Draghi que acelere. "Es un paso en la buena dirección hacia una situación normal, pero el retiro gradual debe ir más rápido", ha dicho su presidente, Clemens Fuest.

Pero la inflación sigue baja y persiste la incertidumbre

Pese a las presiones de Alemania, Draghi se niega incluso a utilizar el término tapering, popularizado por la Reserva Federal de Estados Unidos para designar su estrategia de salida. El anuncio del tapering en 2013 provocó graves turbulencias en los mercados internacionales. El banquero italiano no quiere repetir ese error y prefiere la palabra "recalibrado". Su principal inquietud es que, pese a la potencia de la recuperación, la inflación sigue sin subir hasta el objetivo del 2% del BCE. Se situará de media en el 1,5% este año, el 1,2% en 2018 y el 1,5% en 2019, según las previsiones del propio organismo. Los salarios no remontan.

"Las presiones en los precios domésticos siguen siendo débiles y las perspectivas económicas y la senda de inflación siguen dependiendo de un apoyo continuado de la política monetaria. Por eso, continúa siendo necesario un amplio grado de estímulo monetario", alega el presidente del BCE. Además, persiste "mucha incertidumbre" económica. Draghi ha confesado que vigila con "mucha atención" la crisis catalana, porque podría llegar a convertirse en un riesgo para la estabilidad de España y de la eurozona dependiendo de su evolución. De momento, el BCE no ha aumentado la compra de bonos españoles para amortiguar los efectos de la crisis, asegura.

Por todos estos motivos, Draghi ha decidido dejarse todas las opciones abiertas. El programa de adquisición de deuda sigue sin tener fecha de caducidad, y puede aumentarse o prorrogarse en cualquier momento. Los tipos de interés se mantendrán en sus actuales mínimos (0% el general) al menos hasta 2019, mientras que los beneficios de los bonos que lleguen a vencimiento se reinvertirán en comprar más deuda, lo que podría suponer un estímulo adicional medio de 10.000 millones al mes. "Debemos ser pacientes y persistentes", repite incansable el banquero italiano.