Roma

Reina la prudencia en el Vaticano cuando se trata de asuntos internos de otros Estados. El Papa no ha hecho de forma reciente ninguna referencia a Cataluña, pero los jerarcas de la Iglesia que ya han sido llamados a la Moncloa y al Palau de la Generalitat son hombres de la máxima confianza de Francisco.

Distintos medios revelaron que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, convocó la tarde del martes al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y al de Barcelona, Juan José Omella. Mientras que, según la TV3, Omella se reunió el miércoles con el vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras. El líder de ERC le habría pedido a Omella que ejerza esa mediación que el gobierno catalán reclama desde la noche del 1-O. 

Sin embargo, el Arzobispado de Madrid se ha apresurado en precisar que "en ningún caso" Osoro ha trasladado a Pablo Iglesias su compromiso de mediar entre Rajoy y Puigdemont, sino que se ha reiterado el mensaje lanzado la semana pasada por los obispos españoles en comunión".

Perfiles conciliadores

Carlos Osoro y Juan José Omella cumplen con ese papel de cura de parroquia que Francisco busca para su Iglesia. De ánimos templados, conciliadores y dialogantes, los arzobispos de Madrid y Barcelona son los dos últimos últimos cardenales electores españoles –quienes tendrán que elegir al próximo Papa- creados por Bergoglio. En su elección se apreció el esfuerzo del pontífice argentino por trasladar sus formas a la Iglesia española.

Fiel a esa línea humanista y prudente, Osoro se expresó en la mañana de este miércoles -horas después de su reunión con Rajoy- en Twitter de forma críptica pero intencionada. “Mira hacia delante, en Jesucristo tienes meta clara: nunca olvides al otro”, fueron sus palabras. Como arzobispo de Barcelona, Omella, por el contrario, se ha mostrado siempre más claro. Después de lo ocurrido el pasado domingo afirmó que “la situación de violencia que se vive hoy en Cataluña es deplorable”, al tiempo que pidió “encontrar una salida pacífica y democrática”.

Las voces de ambos representan la llamada a la serenidad. Y si por sus palabras se podría intuir la opinión de Francisco, el tercer cardenal en discordia de entre los elegidos por el Papa para nombrar a su sucesor sería el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. En la misma sintonía que Osoro y Omella, el arzobispo de Valladolid jugaría también un papel crucial en la mediación, aunque Rajoy decidiera dejarlo fuera de la reunión del pasado martes.

Descontento con la Conferencia Episcopal

El motivo, según distintos medios de información religiosa, sería el descontento del presidente del Gobierno con el comunicado emitido en los días previos al 1-O por la Conferencia Episcopal. Sin posiciones férreas y, sobre todo, sin una defensa rotunda de la unidad de la patria, el episcopado español pidió al mismo tiempo “respetar los cauces de la Constitución” y “los derechos de los pueblos que conforman el Estado”. En definitiva, el texto apelaba sobre todo “al diálogo como forma de encuentro”. Lo mismo que promulgan los cardenales llamados a la mediación.

El texto de la Conferencia Episcopal se redactó después de otro comunicado de unos 300 religiosos catalanes en el que defendían que votar el pasado domingo era algo “legítimo y necesario”. Un texto que provocó que el Gobierno enviara urgentemente una carta de protesta al Vaticano, a través de su embajador ante la Santa Sede, Gerardo Bugallo, cuando aún no había presentado sus cartas credenciales ante el Papa. La queja se tramitó de forma discreta y desde el Vaticano no ha habido ningún comentario oficial al respecto.

No era la primera vez que la Iglesia catalana se expresaba ante el órdago independentista. El pasado mayo la Conferencia Episcopal Tarraconense publicó un escrito en el que sostenía que “sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán”. De entre los firmantes, mientras el abad de Montserrat, Josep Maria Soler –a quien Junqueras también le ha pedido que ejerza como mediador- se ha caracterizado por estar claramente del lado de los independentistas, Omella ha encabezado un sector más equidistante.

Mediación internacional del Vaticano 

Turolense, aunque catalanoparlante. Sensible sin ser adepto a la causa, el cardenal Omella escribió una carta el pasado 1 de octubre a sus fieles en la que sin citar ninguna de las palabras tabú contó la fábula de dos hermanos desdichados y en la que apelaba al amor entre ellos. Una doctrina que se distancia de la posición de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que en su última visita a Roma afirmó que el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, le había asegurado que “España es una decisión en la que todos los españoles tienen que decidir”.

Lo presentó como un éxito, pero la Santa Sede no se ha expresado desde entonces. Los ánimos secesionistas no son bienvenidos en el Vaticano, aunque también podría existir malestar por la deriva de crispación que avanza el conflicto. Conocida es la mediación vaticana en Cuba, su papel activo en Colombia o el frustrado intento en Venezuela. También Siria o Ucrania han estado permanentemente en el discurso de Francisco, aunque allí su influencia es mucho más limitada. En el caso de Cataluña y, sobre todo con el Estado español, esa labor diplomática sí podría tener efecto. Pero para eso hay que querer escucharse.

La Comunidad de San Egidio, especializada en el diálogo a nivel internacional y muy próxima al Vaticano, podría ejercer ese papel. De hecho, la agrupación con fuerte arraigo en Barcelona ya pidió la semana pasada la apertura del diálogo para “evitar nuevos abismos”. Sin embargo, consultados por este medio, negaron haber recibido ninguna llamada por el momento. A través de un silencio que retumba, el periódico vaticano L’Osservatore Romano publicaba en portada este miércoles: “Europa invita al diálogo en Cataluña”. Ejercicios retóricos de la diplomacia, decir lo que uno quiere sin llegar a decirlo.

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