Bruselas

Jessika Soors tenía 12 años cuando vivió a través del televisor el impacto de los ataques terroristas del 11 de septiembre contra las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington. El azar hizo que también en 2001 viajara por primera vez a Egipto y Marruecos. "Constaté una enorme diferencia entre lo que viví en esos dos países, la calidez, la amabilidad de la gente, las diferentes culturas y el discurso de la guerra contra el terror en televisión. La brecha entre estas dos visiones me intrigó", explica la joven en conversación con EL ESPAÑOL.

De esta disonancia nace su interés precoz por el islam y el fenómeno de la radicalización y la violencia yihadista. Justo en el momento en que terminó de cursar estudios árabes e islámicos en la universidad y estaba investigando estas cuestiones, en Bélgica y otros países europeos emergía el fenómeno de los jóvenes que marchan a combatir a Irak y Siria. Fue así como Soors empezó a trabajar en 2013 en el servicio de prevención y desradicalización de Vilvoorde. Uno de los pioneros de toda la UE, hasta el punto de captar la atención del ex presidente estadounidense, Barack Obama, que invitó al alcalde de la localidad a relatar su experiencia.

Vilvoorde es una ciudad dormitorio de unos 40.000 habitantes al norte de Bruselas que ostenta un triste récord. Entre 2012 y 2014 generó más reclutas para grupos yihadistas extranjeros, en proporción a su población musulmana, que ningún otro lugar de Europa. Una treintena de jóvenes viajaron a combatir en Siria o Irak. Pero desde 2014, el éxodo se ha detenido en seco.

"No dejaron de marcharse de repente. El último viaje se produjo en mayo de 2014. Pero incluso en junio de ese año tuvimos un intento, una chica de 14 años que fue detenida en el aeropuerto en Alemania de camino a Siria", relata Soors. Las claves que explican este vuelco son tanto internacionales como locales. Por un lado, el perfil de grupos como el autodenominado Estado Islámico ya no daba pie a la confusión: estaba claro que el reclutamiento no era para prestar asistencia humanitaria a la población siria, sino para integrarse en las filas de una organización terrorista que quería conquistar territorio y controlarlo.

Al mismo tiempo, Vilvoorde comenzó a desplegar en 2013 su programa de prevención y lucha contra la radicalización. "Empezamos a colaborar con las diferentes comunidades, hacer campañas de sensibilización en las escuelas y a trabajar con los jóvenes y también a cooperar con las fuerzas de seguridad". La joven dirige ahora un equipo compuesto por 11 personas e imbricado en el resto de servicios del Ayuntamiento. Pero todavía tiene dificultades para encontrar financiación, pese a la gravedad del problema.

A Vilvoorde fue donde viajó precisamente el año pasado el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, el supuesto cerebro de los atentados en Barcelona y Cambrils del 17 de agosto, en los que murieron 15 personas. La policía local pidió información sobre él a los Mossos d'Esquadra y la mezquita de la localidad vecina de Diegem le rechazó por demasiado radical. ¿Cómo es posible que este imán lograra radicalizar a un grupo de jóvenes que aparentemente estaban bien integrados en Ripoll y les convenciera de perpetrar los ataques?

El reclutamiento se hace cara a cara

"En mi experiencia, no he visto ningún caso de reclutamiento en el que no haya habido un contacto personal cara a cara. Internet juega un papel importante, pero el auténtico reclutamiento siempre ocurre en la vida real", asegura Soors. "Y el hecho de que una persona en una red de relaciones empiece a radicalizarse puede crear a menudo un efecto bola de nieve con otras personas próximas".

"Quizá en la célula de Barcelona había un joven que era más vulnerable y que convenció a otros para que siguieran la misma vía, porque eso es lo que hemos visto también en Vilvoorde. También hemos tenido casos de personas que parecían perfectamente integradas, pero que no se sentían reconocidas. Así me lo ha explicado uno de los que han vuelto de Siria e Irak", explica la experta en desradicalización.

¿Qué falló para que nadie detectara a tiempo la deriva de estos jóvenes en Ripoll? "Siempre es fácil mirar las cosas retrospectivamente y decir: 'Ah, es en ese momento cuando alguien podría haber hecho algo'. La realidad es que sólo entendemos las cosas cuando ya han ocurrido. Puede haber signos de que una persona está radicalizándose, pero muy a menudo sólo nos damos cuenta al final".

"Por eso no me gusta hablar de fallos. Porque pese a la prevención, en algunos casos todavía será imposible evitar lo peor. Pero el hecho de que lo peor haya pasado, como en Barcelona, no significa que no haya que seguir invirtiendo en prevención. Porque quizá por cada persona que comete un atentado, decenas o centenares de otros, gracias a la prevención, no lo han hecho", resalta Soors.

Cada vez más jóvenes

¿Cuál es el perfil de las personas más vulnerables a caer en la trampa de la radicalización? "Aunque suene a cliché, es verdad: no hay un perfil único". Entre los que se marcharon a Siria a Irak, todos ellos estaban "decepcionados". Un buen número tenían un pasado delictivo y otros estaban implicados en grupos extremistas como Sharia for Belgium. Ahora el foco de atención ha cambiado. Aunque ya nadie vaya a zonas de conflicto, se siguen produciendo casos de radicalización a nivel local. Y el retrato robot de los afectados está cambiando.

"Antes hablábamos de jóvenes veinteañeros, mientras que ahora cada vez vemos más adolescentes, de 13 o 14 años. Tenemos una preocupación creciente por las mujeres. Y otro grupo prioritario son los que tienen un historial de debilidad psicológica. Personas muy aisladas, que a veces tienen un pasado de abuso de drogas, gente sin hogar, que buscan un refugio en la radicalización", señala Soors.

¿Es posible desprogramar a una persona que ya se ha radicalizado o que incluso ya ha vivido experiencias de combate? A Vilvoorde han regresado ocho de los jóvenes que se marcharon a Siria e Irak. La mayoría están en la cárcel y el equipo de desradicalización trabaja con algunos de ellos. "No haría el trabajo que estoy haciendo si no pensara que es posible desradicalizar a alguien. Creo que se puede reinsertar a la gente en la sociedad", defiende Soors.

"Pero la desradicalización es un proceso muy a largo plazo. No se desradicaliza a una persona en unos meses, ni siquiera en años. Lleva más tiempo. Se empieza trabajando sobre el comportamiento, para garantizar que ya no plantea un riesgo a la sociedad. Una vez que eso está claro, se puede trabajar en la siguiente fase".

¿Se puede 'curar' a los radicalizados?

"Hay que ganar su confianza, hay que entender por qué se ha radicalizado, probablemente por una variedad de razones, y luego hay que empezar a trabajar para contrarrestarlas, y ofrecer una alternativa. Porque no se puede simplemente deconstruir la identidad de alguien y luego dejarlo así".

El servicio de desradicalización de Vilvoorde ofrece a los retornados de Siria e Irak asistencia ideológica si la ideología fue un factor importante en su radicalización, ayuda psicológica y asesoramiento para mejorar la relación con sus familias, a las que consideran una red importante para salvaguardarles. A algunos se les proporciona también entrenamiento para comunicar mejor sus frustraciones y sentimientos, para garantizar que tengan alternativas en lugar de recurrir a la violencia.

"Pero en realidad, si miro sus vidas ahora, algunos de ellos están muy solos, muy aislados socialmente, porque la gente tiene miedo de relacionarse con ellos, sus antiguos amigos no quieren estar en contacto porque tienen miedo de que se les considere también radicalizados", apunta Soors. "Uno de ellos me ha dicho recientemente: Jessika, tienes un trabajo realmente muy difícil porque ¿cómo puedes reinsertar a personas que nunca han estado integradas para empezar".

¿Cuál sería su consejo para las autoridades locales españolas que todavía están conmocionadas por los atentados de Barcelona y Cambrils? "Yo también he vivido shocks similares. Aunque sea difícil, hay que usar el efecto de este impacto para trabajar sobre este tema. Debemos sentarnos a la mesa y empezar a trabajar. Tanto en prevención e inclusión como tratando a los que ya están en riesgo o en una senda de radicalización".