Bruselas

El presidente estadounidense, Donald Trump, se encuentra ya en Bruselas, ciudad a la que calificó de "agujero del infierno" durante la campaña electoral. También dijo entonces que la OTAN era una organización "obsoleta" cuyos miembros sólo querían aprovecharse del paraguas de seguridad de Estados Unidos sin pagar. En su primera llamada tras ser elegido a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, -al que según algunas informaciones confundió con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker-, Trump le preguntó si había más países que querían seguir los pasos de Reino Unido y marcharseY ha sostenido que la Unión Europea es un vehículo al servicio de los intereses de Alemania.

La cumbre de la OTAN con Trump

Los aliados europeos de Estados Unidos están dispuestos a pasar página y olvidar descalificaciones e insultos de Trump. Es más, durante su breve estancia en Bruselas este jueves desplegarán una elaborada estrategia de seducción para tratar de que cambie de postura y convencerle de que la UE y la OTAN son pilares centrales del "mundo libre". Una estrategia que pasa por primar la ceremonia, la pompa y los símbolos por encima del contenido o las decisiones concretas: reuniones muy breves, sin comunicados ni ruedas de prensa, tiempo de palabra limitado para todos los líderes e inauguraciones de edificios y monumentos.

La llegada de Trump a Bruselas ha venido acompañada de férreas medidas de seguridad. Según ha dicho su alcalde, Yvan Mayeur, cerca de 4.000 agentes de policía adicionales patrullan la ciudad, que se encuentra en estado de alerta máxima desde los atentados de marzo de 2016. A ello hay que sumar la presencia de soldados en la calle. Gran parte de la capital belga, incluyendo el barrio europeo, está cerrada al tráfico. Se han clausurado estaciones de metro y restringido el recorrido de numerosas líneas de autobús y tranvía.

Discursos breves

El principal motivo de la visita del presidente estadounidense es la celebración de una cumbre de la OTAN. Pero el formato se ha cambiado para adaptarse al estilo Trump. En lugar de las habituales reuniones maratonianas de dos días, el encuentro se ha reducido a una breve cena de trabajo que durará poco más de dos horas. Y se ha pedido a los 28 jefes de Estado y de Gobierno que limiten sus intervenciones a entre dos y cuatro minutos, que serán cronometrados. 

"Es ridículo cómo se están preparando para tratar con Trump. Es como si se estuvieran preparando para tratar con un niño, alguien con una capacidad de atención corta que no tiene conocimientos sobre la OTAN, ni interés en cuestiones de política en profundidad ni nada", aseguraba un diplomático citado por la revista Foreing PolicyEn la Alianza intentan quitarle quitarle importancia a estos cambios. "La cumbre será corta y focalizada. El uso del cronómetro es una rutina: se utiliza en casi todas las reuniones", explica a EL ESPAÑOL un funcionario de la OTAN.

Además, los aliados han centrado la agenda de la cumbre en las únicas dos cuestiones que le interesan a Trump. En primer lugar, el reparto de la carga prespuestaria. Los líderes de la Alianza se comprometerán a presentar antes de fin de año un plan detallado para aumentar el gasto militar hasta el 2% del PIB de aquí a 2024, tal y como pide el presidente norteamericano. En la actualidad, sólo EEUU, Reino Unido, Polonia, Estonia y Grecia cumplen este objetivo. España sólo dedica el 0,9%.

Los jefes de Estado y de Gobierno debatirán también si la OTAN se suma formalmente a la coalición internacional contra el Estado Islámico (ISIS), algo a lo que se resisten países como Francia o Alemania. En todo caso, "está descartado que la Alianza asuma un papel militar" en Siria, ha dicho su secretario general, Jens Stoltenberg. Su tarea se limitaría a labores de coordinación y vigilancia con sus aviones AWACS. Una contribución meramente simbólica ya que los 28 aliados ya participan a título individual en la coalición anti ISIS. Pero Trump no para de insistir en que la OTAN debe hacer más en la lucha contra el terrorismo yihadista, una petición que se ha vuelto más acuciante tras el atentado de Manchester.

Ni siquiera habrá el tradicional comunicado conjunto tras la cumbre. Y el espectáculo ganará al contenido. Antes de la cena de trabajo, los líderes de la OTAN inauguran dos memoriales: un trozo del muro de Berlín y un fragmento del World Trade Center derribado en los atentados del 11-S. La ceremonia solemne está protagonizada por la canciller Angela Merkel y el propio Trump. El memorial de Nueva York simboliza también la primera y única vez que la OTAN invocó el artículo 5 para ayudar a Estados Unidos, según Stoltenberg. Una solidaridad que el presidente estadounidense ha cuestionado en el pasado.

Además, Trump y el resto de jefes de Estado y de Gobierno inauguran la nueva sede de la OTAN, un gigantesco edificio acristalado que ocupa una superficie de 240.000 metros cuadrados y que simboliza unos dedos entrelazados, de nuevo la solidaridad. La construcción empezó en 2010 y ha sufrido múltiples retrasos y sobrecostes. En total, ha costado 1.100 millones de euros y no estará totalmente operativa hasta finales de este año.

La reunión es el mensaje

A última hora, Trump ha añadido otras dos citas a su agenda en Bruselas. Almuerza con el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, y por la mañana se reúne con Tusk y Juncker. Un encuentro que dura apenas una hora y al que está previsto que se incorporen a la mitad la jefa de la diplomacia, Federica Mogherini, y el presidente de la Eurocámara, Antonio Tajani. No hay agenda formal, ni declaraciones ni rueda de prensa. "No hay que esperar mucho de una reunión de una hora", explica un alto funcionario de la UE. 

"El hecho de que este encuentro se produzca ya se puede considerar un éxito", resalta el funcionario. Cuando Trump llegó a la presidencia, el ambiente en Bruselas era de ansiedad e incluso de miedo, sobre todo por lo que se percibía como hostilidad de la nueva administración estadounidense hacia el proyecto de integración europea. Tras la derrota de los candidatos populistas y eurófobos en las elecciones de Holanda y Francia, la situación ha cambiado. "Ya no tenemos que hablar de cuestiones existenciales sino de negocios y cooperación", apuntan las fuentes.

Son cuatro los principales mensajes de Tusk y Juncker para Trump. En primer lugar, que la UE y EEUU deben seguir siendo los pilares centrales del mundo libre. Frente al proteccionismo del presidente estadounidense, los líderes europeos quieren impulsar el comercio, aunque de momento no se plantean resucitar el polémico Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP).

Bruselas y Washington deben mantener un frente común sobre Siria, Libia, Corea del Norte y Rusia. Y finalmente, Tusk y Juncker sostienen que el acuerdo de Paris contra el cambio climático, del que Trump quiere retirarse, "no es una amenaza sino una oportunidad, también desde el punto de vista empresarial". Pero en realidad los dirigentes europeos sólo aspiran a mantener un primer contacto personal con Trump con la esperanza de que ayude a construir confianza.