París

Por primera vez en la historia de la V República, los candidatos de las dos grandes formaciones políticas, Los Republicanos (LR) y el Partido Socialista (PS), han sido eliminados en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Benoît Hamon, ganador de las primarias socialistas, y François Fillon, líder de la derecha, se han visto desbancados por fuerzas políticas desvinculadas de la maquinaria política tradicional. Un resultado que pone en evidencia el agotamiento de ambas formaciones y constata la necesidad de una recomposición a gran escala de sus fuerzas políticas.

"Es una sanción histórica y legítima del Partido Socialista, una derrota electoral y moral", reconocía Benoît Hamon tras conocer los primeros resultados de los comicios, que le han concedido el 6,5% de los votos. Y es que, para el PS se trata de un desastre casi histórico, únicamente comparable al resultado de 1969, cuando la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), representada por Gaston Defferre, se hizo únicamente con el 5% de los votos.

Dos años después de aquel revés electoral, en el marco del congreso de Épinay, aparecía el actual Partido Socialista.

La impopularidad del presidente saliente y el pobre balance de su quinquenio podrían explicar, en parte, la derrota del PS, pero no su hecatombe. François Hollande violó los principios de su formación, perdiendo en consecuencia la confianza de su electorado.

Lo hizo de la mano de la polémica y contestada reforma laboral, impuesta sin ser sometida a votación en la Asamblea Nacional gracias al artículo 49.3 de la Constitución.

Sin olvidar la iniciativa que tomó prestada de la extrema derecha: la retirada de la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo en Francia.

Ambas medidas no sólo le costaron su popularidad, también supusieron una fractura en el interior de su propio partido -Benoît Hamon dimitió en 2014 como ministro de Educación por su desacuerdo con la política económica del Ejecutivo; en enero de 2016, Christiane Taubira abandonó su cargo como ministra de Justicia frente a la propuesta de retirar la nacionalidad a los binacionales condenados por terrorismo; y la lista continúa-, un punto de inflexión que ahora se torna evidente.

Todo sin olvidar la traición que Benoît Hamon ha sufrido a lo largo de su campaña presidencial de las manos de su propia familia política, la gota que ha terminado por colmar el vaso, fracturando gravemente a la izquierda socialista.

Una traición encarnada especialmente por Manuel Valls, que dejó de lado su promesa de apoyar al ganador de las primarias socialistas, declarando públicamente su respaldo al centrista Emmanuel Macron.

Así, el fundador y líder de En Marche!, el candidato "ni de izquierdas ni de derechas", ha conseguido imponerse con un 23,9% de los sufragios en la primera vuelta de las presidenciales. Su estrategia: desmarcarse de un Partido Socialista que vaticinada exhausto, apostando por un movimiento externo a las estructuras políticas tradicionales. Su victoria es un indicio más del agotamiento de los grandes partidos.

El fracaso de la estrategia de Fillon

Pero estos comicios no sólo suponen un desastre para la izquierda socialista, también es un revés indiscutible para la derecha encarnada por Los Republicanos, cuyo candidato ha tenido que conformarse con un 19,9% de los votos, por detrás de la líder de extrema derecha, Marine Le Pen, que lograba alcanzar un 21,4%.

Los escándalos de corrupción que pesan sobre François Fillon, quien a principios del pasado mes de enero se dibujaba como el favorito para hacerse con la jefatura de Estado, no han pasado desapercibidos.

Demasiado ocupado en denunciar los complots de los medios de comunicación y de los magistrados en su contra, demasiado empecinado en continuar su la carrera hacia el Palacio del Elíseo, Fillon ha terminado embarcando a Los Republicanos en una aventura de autodestrucción.

François Baroin, miembro del equipo de campaña del aspirante conservador, reconocía la misma noche del domingo, en el plató de TF1, "los numerosos errores" que han plagado su campaña, asegurando que las elecciones primarias que designaron al candidato de la derecha y del centro debilitaron profundamente a la derecha tradicional.

"Creo que este asunto de las primarias, que no responde a la naturaleza de la derecha, ni a la historia gaullista, ha debilitado profundamente a la derecha", concretaba. Ante la ineludible pregunta sobre la obcecación de Fillon por continuar su campaña pese a la tragedia anunciada por los sondeos, Baroin trataba de calmar los ánimos asegurando que "el error no reside en el hecho de quedarse o no, sino que ha habido un enorme número de errores".

Errores que han pasado una importante factura a Los Republicanos: su eliminación en la primera vuelta, cediendo el espacio político de la derecha a la extrema derecha del Frente Nacional. "No pensaba que el gaullismo pudiese ser eliminado –reconocía Baroin-, nos encontramos ante un seísmo".

Una sacudida que los principales dirigentes de la derecha francesa no han sabido impedir, permitiendo a su aspirante -ensombrecido por su imputación por malversación de fondos públicos, por incumplimiento de la ley de transparencia, por complicidad y encubrimiento de fraude, entre otros cargos, en el marco de los empleos ficticios de su mujer y de dos de sus hijos-, mantener una candidatura que se anunciaba más que complicada.

En este contexto, la sanción que las urnas han impuesto a los dos grandes partidos de gobierno, no supone sólo una derrota, sino el fin de un ciclo para ambas históricas formaciones que deberán reflexionar ante los resultados de estos inéditos comicios, en ruptura con la tradición política francesa.

El éxito del movimiento En Marche!, el ascenso del Frente Nacional, y los votos nada desdeñables conseguidos por Jean-Luc Mélenchon, líder de La France insoumise (Francia insumisa), ponen en evidencia un nuevo equilibrio de poderes y una nueva forma de hacer política.

Noticias relacionadas