François Fillon continúa su carrera hacia el Elíseo. Con casi el 70% de los votos, el exprimer ministro, se ha impuesto a Alain Juppé en la última vuelta de las primarias de la derecha y el centro en Francia. Con un discurso ultraconservador y una política económica ultraliberal, Fillon ha conseguido el apoyo del centro, pero también el de la derecha más radical. El hombre de hierro de Los Republicanos complicará el avance del Frente Nacional en la carrera por la presidencia de la República. Según las encuestas, Marine Le Pen, líder del partido de ultraderecha, ganará la primera vuelta de las presidenciales con el 30% de los votos. En la segunda ronda, su principal rival será François Fillon. Pero, ¿quién es el nuevo líder de Los Republicanos?

“Todos nosotros somos descendientes de hombres y mujeres que trabajaron la tierra, en tiempos más o menos lejanos, y de nuestros ancestros que abandonaron el arado pocas generaciones antes de que naciéramos, para muchos, en paisajes conformados por las limitaciones de la agricultura. (…) Yo soy sensible a esta continuidad profunda (…), a estas tradiciones que están inscritas en nuestro suelo y sobrepasa la escala de nuestras vidas”. Con esta declaración de intenciones, recogida en su libro Faire (“Hacer”), François Fillon se dibuja como un candidato fruto de la ruralidad inmutable.

El eterno número dos, el “colaborador” de la exultante figura de Nicolas Sarkozy, se ha convertido oficialmente en candidato a las elecciones presidenciales de 2017. Fillon encarna una derecha dura, defendiendo el liberalismo a ultranza y recordando las raíces católicas de Francia.

SOBRIA ESTRATEGIA, DISCURSO CONSERVADOR

Desapercibido en los sondeos, ignorado durante meses por los medios de comunicación, Fillon ha conseguido imponerse en las primarias poniendo fin a la carrera política de Nicolas Sarkozy, en la primera vuelta, y derrotando a Alain Juppé en los últimos comicios. Quien fuera primer ministro durante la presidencia de Sarkozy, entre 2007 y 2012, ha logrado salir de la sombra para imponerse como el líder de la derecha en el país galo. Su victoria es fruto de una sobria estrategia y un discurso profundamente conservador.

“Mis padres, que pertenecían a la burguesía provincial, vivían en un pueblo, conocían a casi todos los campesinos de la zona”, explica en su relato político Faire. Alcalde, diputado y senador del departamento de la Sarthe, al noroeste de Francia, Fillon se desmarca de las élites mundializadas para convertirse en un político diferente, arraigado a la tradición gaullista y católica de su familia.

Fillon no es ningún novato en política. Su carrera comenzaría en 1976, convirtiéndose en el asistente parlamentario de Joël Le Theule, por aquel entonces diputado de la Sarthe. La muerte de Le Theule, quien asumiría la cartera de Defensa en 1980, precipita al joven Fillon a las altas esferas políticas. En junio de 1981, se convierte en “el benjamín de la Asamblea Nacional”, asumiendo la circunscripción de quien fuera su mentor, con tan solo 27 años. Así, Fillon ha construido su carrera política en torno a un pilar crucial: su implantación electoral como un señor feudal, compaginando sus diferentes funciones ministeriales con su presencia, personal y política, en una región que ha conseguido encarnar. Sus principios no han cambiado: su fidelidad a la herencia de Joël Le Theule, referencia del gaullismo social, y su pertenencia al catolicismo ortodoxo, permanecen intactas.

“Soy un hombre del Oeste con valores, un hombre reservado que piensa que la política no es un espectáculo. Soy profundamente laico en mi concepción del poder, pero tengo un compromiso religioso, una fe, y no aceptaré que el Estado me impida practicarla”, remarcó en varias ocasiones al semanario Le Point, el pasado mes de agosto. Declaraciones que permiten comprender la táctica política que le ha permitido convencer al electorado de derechas, sediento de una derecha clásica, donde la tradición y la pertenencia se imponen.

Con la idea de consolidar su poder en la Sarthe, en 1992 se lanzaría en una primaria interna en el seno del grupo RPR-UDF (Rassemblement pour la République, un extinguido partido político defensor de las ideas de Charles de Gaulle), para convertirse, con 16 votos contra 15 de su adversario, en el presidente del Consejo General del departamento.

DESMARCADO DE SARKOZY

Un año después, bajo la presidencia de Édouard Balladur, Fillon asume la cartera de Educación Superior e Investigación. Desde entonces, el ahora líder de la derecha francesa, acumula cargos en el seno del Ejecutivo: ministro de Tecnologías de la Información y Correos en 1995; ministro delegado al cargo de Correos, Telecomunicaciones y Espacio entre 1995 y 1997; ministro de Asuntos Sociales, de Empleo y de la Solidaridad entre 2002 y 2004; ministro de Educación Nacional, de Enseñanza Superior y de la Investigación entre 2004 y 2005; hasta convertirse en primer ministro en 2007, bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy, cargo que ocuparía hasta el final del mandato en 2012.

François Fillon ha conseguido desmarcarse de la amarga derrota de Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2012, cuando François Hollande se impuso a la cabeza de la República. “Yo existía antes de Nicolas Sarkozy, creo haber contribuido mucho en su elección en 2007, por aquel entonces no había muchos hombres políticos de derechas que le apoyaran”, recordó en una entrevista a France Info, el pasado mes de septiembre. Con la presentación de su candidatura François Fillon se enfrentó cara a cara con Sarkozy, cuya enemistad ha sido palpable a lo largo de estas primarias. El ex primer ministro no ha cejado en su empeño por distanciarse de la presidencia de Sarkozy. “Hice un trato con él para poner en marcha un programa. (…) No me reconozco en esta manera de hacer política, como si se tratara de un clan”, sentenciaba en la misma emisión, marcando de nuevo un punto de inflexión entre su pasado y su futuro político.

Fillon ha conseguido deshacerse de la sombra del polémico ex presidente de la República a golpe de crítica. Durante su discurso el 28 de agosto en su región de predilección, Sablé-sur-Sarthe, el ex número dos del Ejecutivo no dudaba a la hora de poner sobre la mesa las investigaciones judiciales que planean sobre Sarkozy: “No sirve de nada hablar de autoridad cuando uno mismo no es irreprochable. ¿Quién imagina un solo instante al general de Gaulle procesado por la Justicia?”.

CONTRA EL ISLAM Y LOS HOMOSEXUALES

Sin duda, esta estrategia de crítica y distanciamiento ha ayudado a Fillon a hacerse con las riendas de la derecha. Pero, ha sido su discurso, conservador y ultraliberal, el que le ha sentado a las puertas del Palacio del Elíseo. Gracias a su defensa de una Francia católica y patriarcal, mostrando sin reparos su oposición al matrimonio entre homosexuales, y calificando al Islam como una amenaza a combatir, Fillon se ha convertido en el abanderado de una derecha dura y conservadora.

No esconde su intención de modificar los programas escolares de historia para trasmitir el orgullo de ser franceses a los más pequeños. “Es en el colegio donde aprendí que Francia es grande y como su historia es milenaria. ¡Que se trata de la nación más antigua de Europa! ¡No, Francia no nació en 1789, no pasó de la sombra a la luz en 1981! Francia son quince siglos de historia tras el bautismo de Clovis en Reims. Francia es la hija mayor de la Iglesia y allí donde sopla (…) se despierta el espíritu de las Luces”, relata en su ensayo político. Todo para acabar con el principio de “arrepentimiento” que, a su parecer, se plasma en los programas de historia. Tampoco hay cabida para criticar el colonialismo emprendido por el país galo. “No, Francia no es culpable de haber querido compartir su cultura con los pueblos de África, Asia y América del Norte”, sentenció este verano durante un mitin en la región de Sarthe.

Su defensa de la religión católica como esencia indiscutible del pueblo francés, instrumento “formidable para tratar de humanizar una humanidad desesperadamente salvaje”, no se limita a su exaltación, sino que avanza hacia la crítica de la religión musulmana: “Hay que recordar a los salvajes que en Europa, las mujeres no son objetos que se violan o que cubrimos de negro”, declaró en uno de sus actos de campaña en Épinal, en el departamento de Vosges.

NEXOS DE UNIÓN CON LE PEN

En este contexto, Fillon apuesta por combatir el islamismo radical con mano dura. En su programa incluye la expulsión de Francia de cualquier sospechoso de terrorismo con doble nacionalidad y la prohibición de regresar a Francia a los franceses que hayan viajado a Siria o Irak con la idea de combatir, propuestas ambas heredadas de la extrema derecha francesa.

La defensa de estas políticas “anti-terroristas” no es el único punto en común entre Fillon y Marine Le Pen, líder del Frente Nacional. El ahora adalid de la derecha es partidario de dialogar con el Kremlin. “Putin controla la mecánica, muestra sus músculos, en sentido figurado y literal. Lo que no me gusta de él no tiene ninguna importancia. Que se llame Vladimir, Boris o Iván, no cambia el problema. Rusia es el país más basto del mundo, un país muy inestable, y tenemos la obligación de encontrar, al menos, un modus vivendi apaciguado”, explicaba al semanario francés Le Point. De Moscú, hasta Siria, donde se plantea la idea de encontrar una alianza con Bachar el Asad en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico.

En lo que respecta a Europa, Fillon plantea cambios drásticos. Desde la celebración de un referéndum sobre el reparto de refugiados en el seno de la UE, pasando por diferentes consultas populares sobre la reforma territorial, la modificación de la Constitución para introducir un equilibrio presupuestario, o la abolición de regímenes especiales de jubilación.

A su radical política exterior y a su concepción conservadora del Estado, le sigue una política económica ultraliberal. Reducir en 100.000 millones de euros el gasto público, eliminar a medio millón de funcionarios –y aumentar cuatro horas la jornada de aquellos que continúen trabajando en el servicio público-, o endurecer la polémica reforma laboral son algunas de sus propuestas. Defiende abolir el límite legal de 35 horas laborales por semana, imponiendo un máximo de 48h, en paralelo, apuesta por apoyar los acuerdos internos en las empresas, rebajar y suprimir impuestos para permitir que estas ahorren un total de 50.000 millones en los próximos cinco años. Un programa inspirado, sin reparos, en el ideario de Margaret Thatcher.

Fillon encarna así un nuevo soberanismo liberal, marcado por la pertenencia religiosa y la negación del multiculturalismo que siempre ha caracterizado al país galo. Una mano de hierro para recuperar una Francia sobria, a imagen y semejanza de quien podrían ser su nuevo Presidente.