“Voy a decir una cosa alto y claro: no vamos a salir de la Unión Europea para luego renunciar otra vez a controlar la inmigración”, dijo Theresa May a sus colegas conservadores reunidos en Birmingham a principios de mes en el primer congreso de la formación gobernante tras el triunfo del brexit. “Eso no va a pasar”.

Un día antes su ministra del Interior, Amber Rudd, propuso entre otras medidas antinmigración que las empresas británicas revelaran cuántos extranjeros emplean -el Gobierno acabó viéndose obligado a recular en esta iniciativa- y aseguró que éstos no deben quitar trabajo a los ciudadanos. “El pueblo británico envió un mensaje claro en el referendo; no hay duda de que los recientes niveles de inmigración motivaron buena parte del voto”, aseveró en su discurso.

El pasado miércoles, un parlamentario tory reclamó someter a los jóvenes refugiados que están siendo reubicados a Reino Unido desde el campamento improvisado de Calais, cuyo desmantelamiento arranca este lunes, a un examen dental para verificar que son menores de edad. Interior descartó la idea, sin embargo, por considerarla “inexacta, inapropiada e inmoral”.

Pero lo cierto es que desde que la salida de la UE se impusiera en las urnas y May tomara las riendas del país, el Partido Conservador -y el Gobierno, por ende- ha endurecido su discurso hacia los inmigrantes y el continente, mientras que la opción de una ruptura “dura” con Europa se perfila como la única posible. Más aún, la premier defendió el viernes en su primer Consejo Europeo mantener el acceso de Reino Unido al mercado común y al mismo tiempo restringir la libre circulación de personas.

Los expertos consultados por EL ESPAÑOL coinciden en que el Partido Conservador se halla sumido en una deriva populista y absorbe incluso parte del espacio político ocupado por el eurófobo UKIP. La razón es doble: por un lado, es la máxima expresión de la corriente antieuropea del partido; por otro, los conservadores intentan capitalizar el desencanto con Europa en la sociedad británica para medrar electoralmente.

“Están haciendo todo lo posible por sonar tan duros y tan brexit como puedan”, asegura Sam Bowman, director ejecutivo del Instituto Adam Smith, dedicado a promover el libre mercado y las ideas neoliberales, que tradicionalmente ha defendido el Partido Conservador. “Se están volviendo mucho menos pro libre mercado que el Gobierno de [David] Cameron; sin duda, se están volviendo mucho más populistas”.

Cameron intentó calmar el antieuropeísmo en su partido. Efe

Después de perder su propia apuesta intentando apaciguar el clamor antieuropeo en el referendo, Cameron se echó a un lado para dejar paso a un nuevo “capitán” que guiara a Reino Unido fuera de Europa. Al timón, su sucesora ha dado un notable cambio de rumbo, navegando imparable hacia un “brexit duro” y adoptando un nuevo discurso para el Partido Conservador que busca cautivar a la clase trabajadora con la promesa de suavizar los objetivos de déficit y combatir la desigualdad.

La “confusión” impera en la formación gobernante, pero hay un elemento que la define: el antieuropeísmo. Así lo afirma Brendan Donnelly, que fue eurodiputado tory en los 90 y ahora dirige The Federal Trust, un centro de investigación con especial interés en la relación entre Reino Unido y Europa. “La cuestión europea es la única que impulsa al Partido Conservador en este momento”, asegura este exparlamentario europeo, que dejó los tories en 1999 para crear el hoy disuelto Partido Conservador Pro-Euro.

La formación tory ha querido desde tiempo atrás convertirse en el “partido para salir de la UE”, pero ciertas “razones históricas, políticas y financieras” dificultaron su propósito, asevera Donnelly. De esta manera, “la posición ambigua de David Cameron y luego su participación en el referendo fueron la última expresión de ese elemento proeuropeo en el Partido Conservador que ahora ha desaparecido por completo”, argumenta. “Y el Partido Conservador se siente bastante liberado, se podría decir”.

En la década de 1980, el Partido Laborista era el partido euroescéptico, pero ambas formaciones evolucionaron progresivamente y acabaron intercambiando papeles en lo que respecta a su actitud hacia el continente. El desdén hacia Europa fue creciendo en el partido, pero fue la irrupción del eurófobo UKIP (Partido de la Independencia de Reino Unido) lo que propulsó a los conservadores adonde están ahora, opina Ian Bond, director de Política Exterior del Center for European Reform, un think tank británico dedicado, como su propio nombre indica, a reformar la Unión Europea.

Respecto a la inmigración, Bond asegura que el Partido Conservador fue duro con ella en otras ocasiones pero que en periodos de bonanza económica el asunto perdía relevancia. “De hecho, cuando los conservadores hicieron de la inmigración un componente importante de su campaña cuando [el laborista] Tony Blair se presentaba a la reelección como primer ministro por segunda vez no les trajo éxito electoral”, dice. Pero los tories volvieron a dar importancia a la llegada de extranjeros “cuando el UKIP se convirtió en un factor electoral de peso tras la crisis económica”.

A POR EL UKIP Y LOS LABORISTAS

Con un Partido Laborista cada vez más inclinado a la izquierda y el voto empresarial garantizado, el Partido Conservador ha intentado fortalecer su flanco derecho y captar votantes del UKIP. La jugada parece haber salido bien. Tras la victoria del brexit en junio, más y más miembros de la formación eurófoba han desertado para unirse a los conservadores. El partido de Farage se fractura y camina hacia la implosión.

Steven Woolfe, favorito a capitanear el UKIP, fue agredido por un compañero de partido a principios de mes en Estrasburgo tras admitir que había contemplado sumarse a las filas tories. El puñetazo fue tal que Woolfe se desplomó bocabajo en los pasillos de la Eurocámara. El partido se encuentra sumido en esta crisis después de que Nigel Farage dimitiera al haber logrado su anhelo en el plebiscito. Diane James pasó a sustituirlo y a los 18 días presentó su dimisión -aunque no había llegado a ser investida oficialmente- alegando carecer de apoyo entre sus colegas.

Mientras el Partido Conservador cosecha votos en la derecha, también roba apoyos al Partido Laborista de trabajadores preocupados con el impacto de la inmigración, ya que la formación de Jeremy Corbyn se pronunció oficialmente a favor de permanecer en la Unión Europea durante la campaña del referendo. Y es que la actitud de los conservadores “refleja hasta cierto punto lo que la gente de este país piensa sobre la UE. Estar en contra de la UE no es enteramente un pasatiempo de las élites del Reino Unido. Es un poco un círculo que se retroalimenta”.

Los expertos pronostican que en el futuro inmediato los de May se mostrarán cada vez más agresivos con la Unión. El año que viene habrá elecciones locales en Gran Bretaña y el brexit podría propiciar un adelanto de las generales. Pero lo que es pan para hoy puede ser hambre para mañana, advierte Bowman, del Instituto Adam Smith.

“Parece que mucho de lo que hace [Theresa May] responde a lo que es popular a corto plazo, pero eso puede volverse muy impopular dependiendo del impacto que tenga en la economía. Incluso si la gente dice que quiere un brexit duro, si lo hacemos y en tres años la economía está sumida en una profunda recesión y mucha gente se ve desempleada, tal vez esa gente ya no piense que un brexit duro era una idea tan buena”, dice Bowman, que recomienda al Gobierno que busque la ruptura más delicada posible con Bruselas y defiende la inmigración como “algo muy bueno para el Reino Unido”.

Algunos miembros del Partido Conservador han alzado la voz contra una extirpación dolorosa de Europa y pedido no sacrificar la economía por recortar la inmigración. Al inicio del mes, durante el congreso de la formación, unos 80 tories se reunieron aparte y prometieron convertirse en la "resistencia" contra el "brexit duro" para no perder acceso al mercado único europeo, informó The Independent.

El Gobierno británico invocará el artículo 50 de los tratados antes de primavera para iniciar las negociaciones de divorcio, que se anticipa difícil, dadas las demandas del Ejecutivo de Londres. Los riesgos económicos parecen no importar -Bowman critica el “nivel de Economía de pub” de algunos tories- y la soberanía británica y la lucha contra la inmigración alimentan el proceso.

“Ahora, el Partido Conservador sólo puede ser liderado por alguien muy entusiasta por salir de la UE”, dice Donelly, el exeurodiputado conservador. “La señora May, creo, está al tanto de los peligros de abandonar la Unión Europea. Pero lo que le importa es seguir siendo líder del partido”, asegura. “La señora May no está negociando con los otros 27 países europeos, está negociando con el Partido Conservador”.

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