Desde los primeros minutos del golpe de Estado que una facción del Ejército turco trató de realizar en la noche del viernes al sábado, el gobierno turco apuntó, sin atisbo de duda, al 'Movimiento Gulenista' como artífice del plan golpista.

El líder de este movimiento no es otro que Fethullah Gülen, un viejo conocido y antiguo aliado del presidente Recep Tayyip Erdogan, que vive desde hace casi dos décadas en Estados Unidos. El teólogo, nacido en el pueblo de Korucuk, en la actual provincia de Erzurum, hace 75 años, es considerado un islamista moderado. Se retiró como imán a principios de los 80 y emigró a Pensilvania (EEUU) en 1999, desde donde dirige un movimiento socio-religioso con influencia más allá de las fronteras de Turquía.

Sus seguidores destacan su papel en el diálogo interreligioso en todo el mundo, siendo además el más potente defensor de la moderación en el mundo musulman. Su labor le llevó incluso a reunirse con el Papa Juan Pablo II en el Vaticano, en 1998. El clérigo propone una interpretación del Islam que, asegura, subraya la convivencia religiosa; para sus detractores, Gülen busca el poder mediante la instalación y reclutamiento de seguidores en las instituciones turcas, recoge Financial Times.

Para el Gobierno de Erdogan, sin embargo, Gülen está considerado un "terrorista" desde finales de 2013, cuando siendo todavía primer ministro se quebró su relación de confianza al acusarle de promover las investigaciones por corrupción que afectaron a su Ejecutivo. Turquía ha manifestado en varias ocasiones su deseo de que Estados Unidos promueva la extradición del clérigo para juzgarlo en un proceso en el que enfrenta una pena de cadena perpetua.

El Hizmet

El movimiento que lidera Gülen, conocido entre sus seguidores como Hizmet ("El Servicio", en turco), nació en los años 70 como una iniciativa de inspiración religiosa que busca mejorar las condiciones educativas en las comunidades locales. En las más de tres décadas que lleva en activo, se han convertido en un influyente movimiento educativo, intercultural e interreligioso de carácter transnacional.

Aunque el núcleo de su obra social está en Turquía, donde Gülen cuenta con un amplio apoyo entre la ciudadanía (un 10% de la población turca, según informes citados por The Guardian), la Policía y el Poder Judicial, la influencia del movimiento se extiende por Asia Central, Extremo Oriente, América, Balcanes y algunos países de África.

Para Time, que le incluyó en su lista de las 100 personas más influyentes del año 2013, es uno de los "líderes religiosos más intrigantes". Desde su retiro en Pensilvania predica un mensaje de tolerancia que ha ganado miles de admiradores en todo el mundo, destaca la revista, los colegios fundados por el movimiento se encuentra ya en unos 140 países y los doctores que siguen su doctrina atienden sin cobrar en los países afectados por desastres.

En Turquía, los seguidores de Gülen son propietarios también de canales de televisión (Samanyolu TV), del periódico de mayor circulación (Zaman), minas de oro y al menos un banco (Bank Asya).

La ruptura con Erdogan

Pero hubo un tiempo en que esta rivalidad y fuego cruzado entre Gülen y Erdogan no fue así. De hecho, durante gran parte de la última década, el movimiento Gülen fue uno de los grandes apoyos de Erdogan y del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). 

Erdogán y el clérigo unieron sus fuerzas contra el enemigo común: un ejército secular que ha logrado mantener a los islamistas fuera del poder desde que se fundó la Turquía moderna hace casi un siglo. La alianza les permitió acceder a todos los estamentos del poder del país desde la Justicia a la Policia, incluido el Ejército que en la noche del viernes se levantó contra el presidente. Erdogan se apoyó en la figura de Gülen para limitar el papel de los militares nacionalistas en la política turca, causantes de la caída de cuatro gobiernos desde los años 60.

Pese a todo, en diciembre de 2013 llegó el punto de inflexión en su relación. El presidente turco acusó a Gülen y al movimiento que lidera de haber filtrado las pruebas con las que se realizó la operación anticorrupción que implicaba a miembros de su Gobierno. El escándalo llevó a la dimisión de tres ministros del gabinete de Erdogan, que entonces era primer ministro y capeó la tormenta negando las acusaciones en su contra.

En respuesta, Erdogan inició una persecución contra trabajadores de los medios, policías y jueces afines al clérigo. Desde 2014, el presidente turco ha insistido en que Gülen lidera una suerte de "Estado paralelo" con el que planea derrocarle, razón por la que ha reiterado su petición de extradición a EEUU para juzgarle en calidad de líder de una "organización terrorista" y conspiraciones contra Ankara.