Mánchester

Cuando Andrea Leadsom renunció este lunes a la lucha por la presidencia de Reino Unido, dejando el camino libre a Theresa May, los hasta ahora ministros de David Cameron empezaron a deshojar la margarita de su futuro. Me quiere. No me quiere. La primera tarea de la nueva primera ministra –que accederá al cargo este miércoles, después de recibir el “encargo” de la reina Isabel II– será formar un gabinete de gobierno cuya principal misión será negociar la salida del país de la Unión Europea.

Todos quieren que May les saque a bailar, y ya hay una lista de posibles nombres sobre la mesa. Uno de ellos es Chris Grayling, portavoz del Partido Conservador en la Cámara de los Comunes y mano derecha de Theresa May, que el lunes aseguró que la elección “no es una cuestión de leavers o remainers" (es decir, de haber votado a favor o en contra de la Unión Europea), sino de “escoger a la mejor persona para el puesto”. Una visión naíf del proceso o un gesto de falsa modestia: sabe que la prensa británica lo coloca al frente de un “Ministerio del Brexit” creado específicamente para gestionar el proceso.

Los cuatro fantásticos

Grayling, partidario del Leave, fue ministro de Justicia entre 2012 y 2015, cuando fue sustituido por Michael Gove tras las elecciones. Si llega a ser Míster Brexit, la principal tarea de Grayling será alcanzar un equilibrio entre el acceso al mercado único y la libertad de movimiento de los ciudadanos británicos y europeos. Pero no será hasta que el Parlamento británico decida invocar el Artículo 50 del Tratado de la Unión y empiece una cuenta atrás de dos años –prorrogables– para negociar la salida. Priti Patel (ministra de Empleo) o Jeremy Hunt (Sanidad) podrían ocupar el lugar de Grayling como líder y portavoz de los tories.

La permanencia de Philip Hammond en el gabinete parece asegurada, aunque el hasta ahora ministro de Asuntos Exteriores podría sustituir a George Osborne al frente de la Hacienda británica. Hammond entró en el Parlamento en 1997, el mismo año que May, y ha ocupado varias carteras durante los dos mandatos de David Cameron (Transporte y Defensa). Osborne es una piedra en el zapato de la nueva primera ministra: lideró la campaña por la permanencia (remain) y alertó de las consecuencias económicas de la ruptura. May tiene dos opciones: enviarle al rincón de pensar u ofrecerle el puesto de Hammond, pero limitando sus competencias al ámbito no europeo. Osborne ha pasado de ser un posible sucesor de David Cameron a ver su ascenso político, si no arruinado, al menos sí interrumpido hasta las próximas elecciones generales.

El siguiente premio gordo sería el Ministerio del Interior, que May ocupaba desde 2010. Hay dos nombres principales en las apuestas: Amber Rudd, secretaria de Estado de Energía y cambio climático y figura destacada de la campaña a favor del remain (especialmente en los debates televisivos) y James Brokenshire, figura en alza que ha trabajado al servicio de May en asuntos de seguridad e inmigración (también podría ocupar algún cargo en el Ministerio del Brexit).

¿Y los Brexiters?

Deshacerse sin más de Boris Johnson, Michael Gove y Andrea Leadsom, líderes de la campaña del Leave, no parece una opción razonable. Decía Maquiavelo que a los enemigos con poder conviene más atraerlos que perseguirlos y arriesgarse a que se alcen contra el Príncipe. May ha prometido volver a unir el partido y escuchar el mandato de las urnas (17,5 millones de votantes decidieron salir de la Unión Europea), por lo que su gabinete debería incluir a miembros destacados de la campaña del brexit. Por otra parte, si los condenase al ostracismo estaría enviando un mensaje muy claro: en esta nueva etapa, la lealtad y las formas importan más que antes.

Gove podría conservar su puesto como ministro de Justicia, puesto que está inmerso en una reforma del sistema penitenciario. De lo contrario, un recambio podría ser el veterano David Davis, que suena también para otros puestos. Según una lista apócrifa de la prensa británica, Johnson y Leadsom accederían a las carteras de Cultura o Comunidades y Medio Ambiente, respectivamente. Leadsom fue hasta este lunes la segunda candidata con más apoyos (84) entre los conservadores. Pese a tener poca experiencia de gobierno –sólo ha ejercido un año como Secretaria del Tesoro y tres meses como ministra de Energía–, May podría entregarle una cartera para apaciguar a sus partidarios, el ala más tradicional de los tories.

Otros nombres

Liam Fox y Stephen Crabb también presentaron su candidatura para suceder a David Cameron. El primero cayó en la votación inicial, el segundo se retiró ese mismo día y ambos respaldaron a May. Crabb podría mantener su cargo en Trabajo y Pensiones (si la primera ministra pasa por alto el escándalo de los mensajes sexuales que el padre de familia intercambió con una veinteañera hasta la misma noche del referéndum). Fox podría estar en el boleto de May, aunque sin destino fijo, y también Sajid Javid, actual ministro de Negocios e Innovación.

Las apuestas para Educación, Desarrollo Internacional, Sanidad, Defensa y Transporte están abiertas, aunque es probable que Nicky Morgan y Justine Greening sigan al frente de las dos primeras (o reciban un premio mayor). También parece claro es que May no cambiará a los actuales responsables de Gales, Irlanda del Norte y Escocia (Alun Cairns, Theresa Villiers y David Mundell).

¿Falta de democracia?

Tras la renuncia de David Cameron, algunas voces se alzaron pidiendo unas elecciones generales anticipadas. Sus principales defensores han sido Tim Farron y Nick Clegg, líderes de los Liberales Demócratas. El argumento es que los británicos acudieron a las urnas en mayo de 2015 y dieron su apoyo a los conservadores, cuyo programa incluía la promesa de un referéndum, pero nada sobre la responsabilidad de negociar un hipotético brexit. Después de atisbar las consecuencias de la ruptura, ¿deberían los ciudadanos volver a votar para decidir quién debe pilotar el proceso?

“No creo que haya ninguna razón, constitucional o democrática, para que May convoque unas elecciones para ‘legitimar’ su posición como primera ministra. Somos una democracia parlamentaria, lo que significa que cualquiera que cuente con la confianza de la Cámara de los Comunes puede ocupar ese puesto”, opina Robin Pettitt, profesor de Política Comparada en la Kingston University de Londres.

Los conservadores tienen la mayoría de los escaños de Westminster (331 de 650). “Los que están pidiendo elecciones lo hacen por una mezcla de ignorancia acerca de cómo funciona la democracia y porque buscan la oportunidad de derrotar al Partido Conservador (algo extremadamente improbable, dado el caos en el que está sumido el Partido Laborista)”, explica a EL ESPAÑOL.

“Muchos proeuropeos querrían unas elecciones o un segundo referéndum para tener una última oportunidad de salvar nuestra permanencia en la Unión Europea y algunas encuestas de opinión sugieren que un segundo referéndum se inclinaría hacia el remain, revirtiendo el resultado de junio”, señala Robert Blackburn, catedrático de Derecho Constitucional del King’s College de Londres. “Pero unas elecciones ahora se librarían casi por completo sobre el tema de la adhesión a la UE, causando una ruptura enorme en el voto tradicional de clases e ideológico, igual que la discusión sobre la permanencia trascendió a las lealtades de partido en el referéndum. El resultado sería complejo e impredecible”, reflexiona.

Si lo prefieren de este modo, el árbol del brexit impediría a los electores ver el bosque completo de la política nacional. La situación actual es simplemente “el resultado de varias decisiones democráticas”, aclara Pettitt: las elecciones de 2015 y el referéndum de junio. “En términos puramente pragmáticos, aunque May ganaría las elecciones fácilmente, eso crearía más incertidumbre aún. Lo que Reino Unido necesita ahora más que nunca es un poco de estabilidad”, concluye Pettitt. Blackburn coincide con él: “La principal prioridad ahora mismo es estabilizar nuestra política, que está en un estado más caótico que nunca”. 

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